Posponer la alarma para despertar podría ser beneficioso, según estudio

Posponer la alarma para despertar podría ser beneficioso, según estudio

Una reciente investigación de la Universidad de Estocolmo exploró los efectos que genera retrasar la alarma en el sueño nocturno y otros factores.


Intentar despertar por la mañana puede volverse una tarea realmente compleja para algunas personas. En esos minutos, las ganas de seguir durmiendo plácidamente en la cama pueden sentirse más grandes e intensas que las de comenzar un nuevo día, por lo que posponer la alarma del celular en reiteradas ocasiones parece ser la mejor opción.

A pesar de que ese gesto está presente en la sociedad, suele ser mal visto: se dice que dilatar tanto el despertar de esa forma puede tener consecuencias en la salud. Específicamente, algunos especialistas sugieren que rompe con los ciclos del sueño y que puede afectar la memoria y el rendimiento durante el día.

Sin embargo, científicos de Suecia y Australia plantean que retrasar alarma matutina puede no ser tan perjudicial, pues dormitar no tiene efectos evidentes en el sueño nocturno, el estado de ánimo y los niveles de cortisol. La investigación fue publicada esta semana en la revista científica Journal of Sleep Research.

“Dormir durante 30 minutos por la mañana no te cansa más ni te hace más propenso a despertarte de un sueño profundo”, dijo Tina Sundelin, la principal autora del estudio, a NBC News. “Para aquellos que suelen dormir, incluso podría ser útil para despertarse”.

Por qué retrasar la alarma podría ser beneficioso

La investigación realizada por especialistas de la Universidad de Estocolmo (Suecia) y la Universidad de Monash (Australia) buscaba explorar los efectos que provoca en el sueño el gesto de retrasar la alarma y el dormitar.

Para lograr lo anterior llevaron a cabo dos estudios. En el primero se encuestó a 1.732 personas con el fin de conocer sus hábitos de sueño y vigilia. De ese grupo, 1.195 individuos reportaron que usaban alarma ocasionalmente o con frecuencia, por lo que fue en ellos que se profundizó con otras preguntas.

El estudio de la Universidad de Suecia buscaba explorar los efectos de retrasar la alarma y la siesta.

Casi el 70% de ellos manifestaba haber retrasado la alarma o volverla a configurar en alguna ocasión. Además, un 60% indicó que se quedaba dormido entre cada alarma “a menudo” o “siempre”. En promedio, el periodo de la siesta duraba 22 minutos. Las razones que más se argumentaron fue que experimentaban cansancio al despertar o sencillamente porque se sentía bien.

En ese estudio se identificó que los que hacían siesta matutina tendían a más jóvenes, dormían menos horas por la noche y tenían más somnolencia en la mañana, en comparación al grupo que “nunca” apagaba la alarma y no dormitaban.

Beth Malow, directora de la división de trastornos del sueño en el Centro Médico de la Universidad de Vanderbilt (Estados Unidos), dijo a NBC News que no es extraño que la siesta pueda ocurrir más en la juventud, debido a que en adolescentes y adultos jóvenes los ciclos del sueño van cambiando.

El segundo estudio estuvo enfocado en los patrones del sueño de 31 personas. Los expertos hicieron que el grupo durmiera por tres noches seguidas en el laboratorio, la primera para acostumbrarse y las otras dos para llevar a cabo los procedimientos.

Los resultados arrojaron que quienes hacían una siesta matutina de 30 minutos -mientras retrasaban la alarma- llegaban más rápidamente al estado de alerta que los que no dormían.

No se encontraron efectos negativos en que esa siesta por el retraso de alarma tuviera un impacto en la calidad del sueño nocturno, el estado de ánimo o los niveles de cortisol (hormona del estrés).

Quienes dormían siesta matutina podían llegar más rápido al estado de alerta, según la investigación.

“Los hallazgos indican que no hay razón para dejar de dormir por la mañana si lo disfrutas, al menos no durante tiempos de siesta de alrededor de 30 minutos”, expresó Sundelin en un comunicado.

Los científicos mencionan que su investigación presenta ciertas limitaciones. Algunas de ellas son que solo incluyeron a personas que dormían habitualmente, por lo que los hallazgos no pueden ser replicados en aquellas que tienen dificultades para dormir, y que solo estudiaron los efectos de 30 minutos de siesta.

“El trabajo futuro podría evaluar el impacto de tiempos de siesta más prolongados evaluados durante varias noches, así como centrarse en el impacto a más largo plazo de la siesta”, expresan en el estudio.

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