Así... No apaño a nadie
La lingüística está siendo relacionada con métodos de biología evolutiva. Y se habla de "tasa de mutación". En estos tiempos de lenguaje mutante se ha impuesto un nuevo verbo chilenizado, apañar. ¿Qué significa? Proteger, apoyar. Nuestro castellano heredado de los españoles es tan rico que lo derrochamos. Las olas migratorias que llegan a Chile nos dan un ejemplo de su riqueza lingüística.
Si utilizo este engendro del verbo apañar, no puedo apoyar tanto insulto propinado en tacos y bocinazos. Ni tanta grosería en mujeres distinguidas en apariencia que miran de lo alto al resto de la ciudadanía. Ni menos el lenguaje ordinario en redes sociales, televisión y radio.
¿Y el fútbol qué dice? Nada trascendente. ¿Y los jugadores qué pito tocan en esta comparsa? Mucho, ellos apañan el ritmo de las malas costumbres.
Si de costumbres se trata; al pitazo casi todos levantan brazos implorando iluminaciones. Se relegan rezos y razones y surge la bendita deshonestidad en el juego. Cuales artistas, pintan la falsedad y la enmarcan con el engaño.
Al menor roce toman sus rostros como si les hubiese tocado un puño de Rocky. Ven manos a destajo reclamando penales inexistentes. Agarran camisetas y las sueltan clamando inocencia. Interrumpen el ataque rival simulando supuestas lesiones. Defienden la indiscutible infracción y saltan sobre el árbitro como una jauría.
Algunos técnicos miran para el lado ante lo evidente y frente a la TV son sordos, mudos y no videntes.
Este es el germen de la soterrada violencia.
No apaño la imbecilidad que daña al futbol, ni comulgo con arengazos ni banderazos.
Que vuelva la ética y moral del fútbol y que se destierre la lógica brutal. Esa brutalidad que se arrepiente ante la más leve brisa primaveral. Magnasco y Pol. Golpe y perdón. ¿Qué apañarán los niños de hoy y mañana?
Llegó la hora del aprendizaje para no alimentar la frase "aprender poco es cosa peligrosa".
¿La fórmula? Educar a protagonistas y espectadores. Si no es así, no cuenten conmigo. Así…no apaño a nadie.
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