No más abusos
'No más abusos', rezaba hasta hace poco la propaganda de una candidata presidencial, en inequívoca referencia a las situaciones que han involucrado a empresas y consumidores recientemente.
A mí, como a todo chileno, me molestan sobremanera los abusos. Pero me irrita igual o más la hipocresía. Porque no nos engañemos. En nuestro querido Chile todos, de capitán a paje, abusan de los demás cada vez que pueden. En lo mucho y en lo poco. En el presente y también en el pasado.
Hasta hoy es célebre la 'viveza' del fundador de Chile, Pedro de Valdivia, que en 1547 zarpó a Lima en un barco con todas las pertenencias de sus compañeros de armas, a quienes dejó engañados en un suculento banquete organizado por él mismo. En 1692, el saliente Gobernador José de Garro se anticipó al chismorreo santiaguino con una insólita medida: hizo pasear por las principales calles de la ciudad una carretilla con los bienes que tenía al concluir su mandato. Por algo habrá sido.
<em>Podríamos hacer una <strong>larga lista de los mil y un abusos de que somos víctimas en el Chile de hoy. O victimarios.</strong></em>
Taxistas que cobran el doble o el triple por trasladar a extranjeros incautos desde el aeropuerto a Santiago. Vehículos que adelantan por la berma cuando hay un taco. Personas que no respetan las colas. Acomodadores de autos que no dan boleta. Vueltos que vienen recortados 'por si pasa'. Hombres sanos que se estacionan en sitios reservados para embarazadas o lisiados. Licencias médicas falsas. Horarios de trabajo que no se respetan. Estudiantes que copian en las pruebas. Compra y venta de películas pirateadas. Viviendas sociales usadas para 'renta'. Inauguración de hospitales con enfermos de utilería. Y así podríamos seguir eternamente.
Lo más grave es que muchas veces disfrazamos estos abusos como 'astucia'. El chileno nunca es abusador. Es 'vivo'.
Uno podría incluso decir que existe en nuestra sociedad una cultura de tolerancia con el abuso. Algunos fenómenos chilensis son elocuentes al respecto. Son conocidos los casos de ciudadanos vinculados a diversas irregularidades que luego han sido premiados con una diputación o senaduría, o con la reelección.
Hay un viejo refrán que -invertido- viene aquí como anillo al dedo. "No veas la viga en el ojo ajeno sino la paja en el propio". Por su escala y consecuencias, el abuso de una empresa merece sin duda un reproche más severo. Pero ese abuso no es más que la expresión institucional de una gangrena social que hemos preferido -por conveniencia o vergüenza- pasar por alto.
En realidad, el linchamiento público a los abusos de algunas empresas huele mucho a demagogia y odiosidad social. Algo que -lamentablemente para Chile- parece estar de vuelta.
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