Papá, ¿por qué somos del "Atleti"?




Acabo de ver un documental que lleva por nombre "Papá, ¿por qué somos del Atleti?". En él, un hincha del Atlético de Madrid justifica su pasión con un ejemplo decidor: "Cuando yo veía las películas de John Wayne, estaba con los indios. Quería que ellos ganaran. Siempre voy a estar del lado de los perdedores", sentencia a cámara. Y es que como ocurre con otros clubes -del lado de acá, quizá la "U" tenga, o haya tenido, algo de esto-, la derrota, el fracaso, el sufrimiento son sustantivos inherentes a la cotidianidad de un club que hoy atraviesa uno de sus momentos de mayor gloria, luego de eliminar al Chelsea por las semifinales de la Champions League.

El "Atleti" ha vivido, eternamente, a la sombra de Real Madrid. A pesar de que es el tercer club español con más títulos y victorias en liga, su palmarés empequeñece ante la vitrina de trofeos que exhiben los del Santiago Bernabéu. Ante la omnipotencia del club merengue, los rojiblancos oponen la rebelión del esfuerzo. Y es que a diferencia de sus vecinos -a los que deberán enfrentar en la final de la Champions-, los del Vicente Calderón siempre han tenido la vida cuesta arriba y han caído a las miasmas mismas del infierno al descender en dos oportunidades a la B: en 1929 y 2000.

Precisamente, el documental fue hecho el primer año de su segundo descenso. Los del Atleti habían afrontado su desgracia con un eslogan optimista: "Un añito en el infierno". Pero el asunto fue más duro de lo que pensaron y debieron renovar su estada en la B por una segunda temporada. Lejos de deprimirse, se levantaron de sus cenizas. Si el primer año jugaron con un promedio de 27 mil almas, al siguiente juntaban de a 45 mil cada vez que hacían de local. El explosivo apoyo se instaló de la mano de un frase que se utilizó en un spot institucional en el que un niño confundido pregunta a su padre: "Papá, ¿por qué somos del Atleti?". Ante el silencio del progenitor, aparece un texto sobre fondo negro que reza: "No es fácil de explicar, pero es algo muy, muy grande".

Claro, en medio del favoritismo masivo que despertaban Real Madrid y Barcelona -incrementado con la presencia de Guardiola en la banca-, ser del Atleti era una rareza. "Nadie es del Atleti sino es por vía genética", explica en el documental un hincha que viaja en bus con su pequeño hijo.

Sufrir es el verbo más recurrente de los que ofrecen su testimonio. Qué mejor ejemplo que aquello que les tocó vivir en la final de la Champions de 1974, cuando enfrentaron al Bayern Munich, en el estadio Heysel, en Bruselas. Empataron sin goles en los 90 minutos reglamentarios, por lo que debieron ir a una prórroga. En esa prórroga,  a los 114 minutos, Luis Aragonés abrió la cuenta para los de Madrid e inició el festejo inminente. Estaban tan cerca. Habían hecho tanto. Pero a falta de 30 segundos Schwarzenbeck puso el 1-1 y rompió en mil pedazos el sueño del Atleti. Dos días después, en un nuevo partido de definición, caían por 4-0.

Recuerdos como ese, los del Atleti tienen miles. Pero ahora que el "Cholo" Simeone montó su revolución en el Vicente Calderón, y habiéndola esparcido por otros estadios en los que han sabido de su fuerza -Camp Nou, Giuseppe Meazza, Stamford Bridge, en este último tramo-, pareciera que llegó la hora de que el destino se digne atender los sueños de los del Atleti. En la última estación de esta odisea llamada Champions League, tendrán  que hacer frente al poderoso Real Madrid, su clásico rival.

Quizás, el 24 de mayo, en Lisboa, llegue el momento por el que muchos han esperado: que John Wayne se caiga del caballo, que las flechas se impongan a las balas, que los indios celebren, que el mundo sea un poquito más justo.

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