The Jinx: adicción total
Hay historias que son demasiado buenas para ser verdad. Y luego, hay historias reales que son tan insólitas, que no se podrían haber inventado. Como la del heredero de una de las mayores fortunas del mundo de las propiedades en Nueva York, que presencia de pequeño el suicidio de su madre, que crece, se mete al negocio familiar, se casa, su esposa desaparece, años después su mejor amiga es asesinada, y más años después, corta en pedazos a su vecino, lo tira al río, y es descubierto robando un sándwich en un supermercado. Nunca es condenado porque a lo largo de cuatro décadas, la fiscalía no puede probar que él lo hizo.
Hasta que un director de cine se obsesiona con su historia.
En Estados Unidos acaba de terminar de exhibirse en HBO -sin anuncio aún para estreno en Latinoamérica, inexplicablemente- una miniserie documental en seis capítulos con ese caso: el de Robert Durst, multimillonario y eterno sospechoso de la desaparición de su mujer, Kathy, en 1982, del asesinato de su amiga Susan Berman, en 2001, y del asesinato y desmembramiento de su vecino Morris Black en 2003 (Durst acepata haberlo cortado en pedacitos, no haberlo matado intencionalmente). La miniserie es dirigida por Andrew Jarecki, quien filmó una película sobre Durst y Kathy (que está en Netflix, All good things), el millonario la vio y, por primera vez en décadas, decidió que alguien podía entender su historia y dejarla contarlo en sus propias palabras.
The Jinx, el nombre de la producción, es de lo mejor que pasará por la pantalla chica este año (y sí, es marzo recién). Quizás el clímax se vea arruinado un poco porque el arresto de Durst el fin de semana pasado, justo para el final de la serie, acaparó titulares en el mundo, pero la serie sigue siendo algo nuevo, distinto, bien hecho, obsesivo, conflictuado éticamente y terriblemente adictivo. The Jinx, con sus entrevistas a testigos y sus recreaciones de fotografía perfecta es una lección de cómo la no ficción, en cine, en podcast, en series, puede ser fascinante si está bien contada. The Jinx no sólo ayudó a resolver un crimen, es una exploración de la maldad, tiene un villano de antología -"Me cae bien", dice el director, y uno empatiza con él-, y si parten comiéndose las uñas, puede que no paren hasta que pasen los últimos créditos, y ya no les quede casi mano.
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