Revolución del cuerpo: La generación de mujeres que desafían los estereotipos


En medio del auge de las redes sociales, han sido miles las niñas y adolescentes que han crecido al alero del Body Positive. Un movimiento que comenzó en 1996 y que ha buscado impulsar la diversidad y aceptación corporal, además de promover actitudes que fomentan la autoestima y el pensamiento positivo. En su minuto, se trató de una propuesta revolucionaria. Y es que vino a presentarse como una tabla de salvación, en una sociedad rígida, que exigía a las mujeres alcanzar estándares, muchas veces inalcanzables, para poder ser válidas y aceptadas en nuestra cultura.

Así, empezaron a surgir referentes (activistas, modelos, organizaciones) que -con la frescura propia de lo nuevo- empezaron a mostrar estéticas diversas y visibilizar procesos corporales, para poder cambiar la mirada de lo que entendemos por belleza.

Quizás, una de las referentes más icónicas de este movimiento social es la modelo Ashley Graham (31), que comenzó su carrera en 2016 y, desde entonces, se ha transformado en una de las voceras de la aceptación corporal. “Estoy agotada de hablar sobre este asunto, porque ¿a qué mujer le gusta tener que defender diariamente su talla y su cuerpo? Sin embargo, también entiendo que soy pionera en muchos aspectos y que, en ese sentido, este es el tema del que siempre hablaré. No me importa. Me parece bien defender en redes sociales la grasa y la celulitis si logro que esta generación se sienta mejor consigo misma”, ha dicho.

Pero no es la única. En Chile, mujeres como Javiera Wayne, Mercedes Argudín, o el colectivo La Rebelión del Cuerpo, han sido parte y propulsores de este recambio generacional. Para esta entrevista, todas reconocen que el mundo ha replanteado sus modelos, que hoy existe una mayor apertura a la diversidad y que la sociedad ya no tolera las burlas, críticas o comentarios despectivos sobre la apariencia. Sin embargo, puntualizan que este tema aún está lejos de estar resuelto. “Las mujeres están mucho más empoderadas respecto a sus cuerpos, pero todavía nos falta mucho por recorrer”, plantea Javiera Wayne.

Javiera Wayne (24)

Comenzó su carrera en el modelaje en 2018, cuando la llamaron de una reconocida agencia, mientras trabajaba como maquilladora en MAC Cosmetics. Ese primer impuso para entrar a la industria fue pura intuición porque, confiesa, nunca había visto a una modelo ‘plus’, que tuviese sus mismas tallas. “Yo decía ‘no hay modelos como yo’. Entonces pensé que no lo iba a poder hacer porque la industria de la moda había estado históricamente enfocada en cuerpos mucho más delgados y altos. Al principio, me daba vergüenza subir las fotos a mis redes sociales. Pero cuando empecé a hacerlo fue bonito, porque comencé a conectar con otras personas que estaban pasando por lo mismo que yo”, cuenta.

Así, su proceso de aceptación corporal empezó de manera paralela a su trabajo en el modelaje, aunque el camino no fue fácil. “Antes no habían muchas referentes (masivamente). Me acuerdo que la primera vez que vi desfilar a una modelo plus size me puse a llorar. Lo vi por YouTube, me lo mostró un amiga y no podía creerlo porque fue como una reivindicación. Siempre hemos tenido referentes ‘perfectas’ y había una presión social gigante para alcanzar ese ideal. Ahora me llegan historias de niñas más chicas que me siguen y pienso ‘qué bueno que hayan niñas que estén creciendo con diversidad para que puedan optar por lo que quieren, según lo que les resuene’. Es muy importante tener imágenes reales en las publicidades porque el tema del peso es universal para todas. Una persona puede estar socialmente estupenda pero, si no se siente bien con ella misma, tampoco se puede hacer mucho”.

Tu eres de las modelos que abrieron camino en cuanto a la diversidad corporal. Al ser de las primeras, ¿sientes que fue más complejo?

Cuando partí éramos tres, entonces aún estaba esto de ‘la modelo gordita’ que llegaba al set. A mí, al principio, me preguntaban: ‘Oye, ¿No te vas a comer eso? Pensé que te iba a gustar porque tiene chocolate’. Cosas así. En el fondo, eso es discriminación igual. Como ya tenemos más conversado el tema, ahora si tiras un comentario así en la industria, te van a cancelar. Claramente todos podemos cambiar y crecer, pero estamos en un momento en el que hay que hacer un cambio rápido.

¿Te acomoda la etiqueta plus size?

Me la he cuestionado más últimamente porque, al final, es separatista. Yo soy modelo igual que cualquier otra. Entonces siento que sería bueno quitarle ese título para empezar a neutralizar la manera en que hablamos de los cuerpos. Si me dicen plus size, no tengo problema porque es lo que soy. Pero también pienso que poner el título de ‘gorda’, no hace nada más ni nada menos.

Tenemos que evolucionar en eso porque te siguen tratando de ciertas maneras por ser gorda, por tener un cuerpo distinto. A mí, por ejemplo, me ha pasado estar en un set donde no hay pantalones de mi talla y han tenido que rajarlos para que me queden. Hay que tener cuero de chancho para vivir ese tipo de situaciones. Pero, si no hubiese pasado por eso, ahora no tendríamos este tipo de conversaciones y el ambiente no sería tan sanador. Eso me hizo ser más segura y ponerme en una posición más fuerte para hablar del tema con más autoridad y exigir mi espacio.

¿Te sientes una mujer vanguardista, poniendo estos temas sobre la mesa?

Yo creo que sí. He hecho un buen trabajo, aunque a veces se me hace un poco difícil dimensionar lo que he logrado y todos los cambios que he podido generar en mí y las personas que me siguen. Me siento súper orgullosa de donde he llegado, de lo que he hecho, de las personas que me han acompañado y me han visto florecer. Soy vanguardista, pero en ascenso. Estoy aprendiendo todavía.

¿Cuál es tu diagnóstico en cuanto a las tareas que tenemos pendientes en la materia?

La gordofobia es una de las cosas que tenemos que sanar como sociedad. Tenemos que dejar de ver a las personas gordas como las únicas enfermas. Para solucionar eso, podríamos acompañar a los niños y niñas para que tengan una mejor visión de sí mismos, enseñarles desde la aceptación y amor propio, no desde las reglas o del deber ser. Nos cuesta, aún, ponerlos frente al espejo y reafirmar sus cualidades y potencialidades. Es vital reforzar eso en las generaciones que vienen. Y también hay que dejar de poner etiquetas o títulos, porque es limitante.

Mercedes Argudín (25)

De madre chilena y padre cubano, Mercedes Argudín (@mdemercedes) se define como activista afrofeminista. Motivada por la falta de modelos a seguir, hace cinco años comenzó a crear contenido por Instagram para generar identificación en otras mujeres y crear comunidad entorno a las raíces afro, algo que -por entonces- era difícil de encontrar. “Me considero una persona que quiere romper con estereotipos impuestos en cuanto a la apariencia”, analiza.

¿Por qué decidiste dar un paso al frente y dedicarte de lleno al activismo?

Yo creo que por mi historia. Cuando era chica, me hacían bullying por ser la niña negra del colegio. Después de años, empecé a darme cuenta que yo no era un error, sino que distinta. Ahí empecé a activarme y hacer colectiva con otras mujeres afrodescendientes en Chile y empezamos a dar charlas, a hacer actividades y a conectar con las personas. Ha ido creciendo y se ha formado una red súper bonita.

¿Qué te decían tus seguidoras cuando partiste en las redes sociales?

Yo empecé a hablar de mi pelo, de la importancia del cabello afro en la historia de las mujeres negras como parte del autoreconocimiento y empecé a dar tips de cuidado. Muchas niñas afrodescendientes o compañeras migrantes me daban las gracias, o me decían que, por esas publicaciones, se atrevían a llevar el pelo suelto. Me di cuenta que estaba aportando a que cambiaran los estereotipos. Porque aún se validaba una sola estética como la correcta.

¿Sientes que tu trabajo ha impactado en las nuevas generaciones?

Sí, lo siento así, sobre todo en el caso de las chicas que están en el colegio o en la universidad. Ahora tienen claro que no cualquier persona puede llegar y tocarles el cabello, que no es un fetiche. Las niñas me dicen que ahora saben ponerle nombre a las cosas que les molestan. Con el tiempo me fui dando cuenta que lo que digo importa y genera redes.

¿Has tenido algún momento especialmente difícil durante este camino?

Me acuerdo que el año pasado estaba en la playa en La Serena. Había sol, me puse bikini y me empecé a sacar fotos con temporizador. Normal, muy millennial. Y se acerca una señora, muy alta, rubia y estereotipo de personas gringa cuica, y me dice ‘oye, no puedes sacarte este tipo de fotos en la playa, estás haciendo poses eróticas’. Y yo pensé: ¿Por qué te molesta que mi cuerpo se esté sacando fotos en la playa?. La lectura era esa, que si una persona rubia o blanca hubiese estado sacándose las mismas fotos que yo, no le hubiesen dicho nada. Pero como se entiende que los cuerpos de las mujeres negras están hipersexualizados en la sociedad, hay una idea de provocación cuando no es así.

¿Sientes que ha cambiado el imaginario social en torno a la diversidad de cuerpos?

Sí, si bien en Chile siempre se ha ocultado la afrodescendecncia, con la nueva ola de migración, nos hemos ido encontrando entre nosotros. Así como han cambiado las comidas, nos estamos empezando a relacionar con otros tipos de cuerpos, colores, texturas. Y eso es súper importante porque esa es la naturaleza. Una diversidad. Si bien en Chile había mucha alergia a lo negro, siento que ahora existe más contención en la sociedad o en la escuela, a pesar de que el racismo siempre va a estar. Hay más apertura de mente.

Javiera Menchaca (30) – La Rebelión del Cuerpo

Es un colectivo que fundó, en 2017, la psicóloga Nerea de Ugarte, y que busca visibilizar la violencia simbólica y sus efectos, además de dar cuenta de los estereotipos de género existentes en la sociedad. Para cumplir con eso, la Rebelión del Cuerpo ha generado espacios de conversación y ha publicado diversos estudios que cuantifican el impacto de los cánones de belleza en la calidad de vida de las mujeres.

“Cuando empezamos en 2017, había una inminencia feminista, pero no era generalizado. Esa inseguridad por la apariencia se vivía como una falta personal. Nosotras tratamos de que eso cambiara y que se empezara a ver como un tema social que afectaba a muchas personas. De a poco, empezamos a compartir testimonios en redes sociales, de mujeres que querían rebelarse a los estereotipos, y así fue como se empezó a armar el movimiento”, cuenta la socióloga y voluntaria del colectivo, Javiera Menchaca, y agrega: “Nos hemos dado cuenta que el cuerpo es un tema transversal en la vida de las mujeres, que hay que tenerlo al centro siempre. Si no te sientes cómoda con tu apariencia, eso puede traer un montón de consecuencias. Desde ahí empieza el activismo”.

¿Por qué crees que, en ese minuto, era importante empezar a poner el tema del cuerpo como un asunto de debate público?

Antes del movimiento feminista, era considerado superficial y banal preocuparse de la apariencia, aunque era un tema que salía en todos lados. Entonces estábamos atrapadas en un círculo sin salida, porque, por un lado, había que cumplir con la norma, pero, por otro, si te preocupabas, eras tonta, hueca y superficial. Cuando el cuerpo se plantea como un tema político, se empieza a entender que esto tiene que ver con exigencias patriarcales de cómo debe verse una mujer. Ahora hay más consciencia de que el cuerpo y apariencia son temas válidos para discutir y que es relevante ponerlos sobre la mesa por su impacto en nuestra autoestima.

¿Ha cambiado la percepción en torno a la aceptación corporal en tiempos de revolución digital? ¿En qué sentido?

Sí, ha habido cambio y conciencia de lo perjudicial de la violencia simbólica y de los efectos concretos que tiene en la realidad. Que esto no es una pataleta de nadie, sino que puede limitar opciones de vida. Cuando empezamos, todavía se burlaban de que el cuerpo fuese tema. Era crudo, no había consciencia de cómo esto reproducía violencia simbólica y qué significaba que pasara esto. Ahí es clave la aparición del movimiento feminista que nos ha movilizado a todos y todas.

En lo personal, ¿qué te motivó a entrar a una organización que trabaja con el tema del cuerpo?

Llegué muy aludida personalmente, convocada por la experiencia de no calzar, de no sentirme adecuada en mi apariencia y sentirme incómoda por no responder a los estereotipos. En la medida que me encontré con la Rebelión del Cuerpo, me fui dando cuenta que esta incomodidad no tenía que ver solo conmigo, sino que hay un sistema social que va en desmedro de las mujeres y su participación política. Que las margina a través del sentirse inadecuadas físicamente o respecto a los estereotipos de género. Al darme cuenta, profundicé en la lógica de que lo personal es político. Eso fue un proceso personal de empoderamiento, de darme cuenta que, en la medida que uno cambia, se pueden generar cambios en el ambiente.

¿Cómo seguir avanzando para derribar los estereotipos que quedan a nivel cultural? Tenemos que seguir informando para salir del discurso tradicional y aceptar la diversidad de apariencias, de formas y maneras de identificarse en el mundo. Porque siguen habiendo personas que se burlan, ridiculizan o que comentan las apariencias ajenas. Hay que seguir visibilizando que esto tiene implicancias sociales porque el cuerpo tiene que ver con cómo nos relacionamos y presentamos en el mundo. Si queremos una sociedad justa, con igualdad y sin personas oprimidas, tenemos que generar un cambio en la manera de relacionarnos.

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