Sección: Opinión
Si bien el triunfo del Rechazo evitó el derrotero refundacional, el hecho de que el segundo proceso constituyente también naufragara deja al final un sabor de dulce y agraz. Tanto en la derecha como en la izquierda sigue habiendo sectores incapaces de internalizar sus propias responsabilidades en este fracaso.
En 2024, el combustible se sigue acumulando: nuevos escándalos sobre privilegios y delitos de cuello y corbata caen sobre un lustro de promesas de cambio incumplidas, aderezados con nuevas furias sobre la delincuencia y la inseguridad.
A pesar de la fatiga, el pesimismo y el desgaste después de los fracasos constitucionales, es alentador que las personas reclamen sensatez.
A partir de este caso también se ha desplegado un repertorio de debates que están en el centro de la vida en sociedad: los límites entre la vida pública y la privada, la discusión entre libertad y licencia (que tanto preocupó a Andrés Bello), las relaciones entre los poderes del Estado, los bordes éticos de la profesión del derecho, el trazado de las redes de influencia...
Hoy, los sociólogos chilenos intentan exorcizar de distintas formas el fantasma del 4S que los puso en duda. Una de ellas es tratar de cambiar el tema: hablar de la “ultra” o “extrema” derecha, tema de moda en Europa y EE.UU., pero que se enreda con la realidad de un continente donde están Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Uno esperaría una reacción agresiva del gobierno para enfrentar estas malas noticias y pronósticos. ¿Qué hacemos para reactivar el país? ¿Cómo vamos a contribuir a frenar el alza del costo de la vida? ¿Qué hacemos para revertir la tendencia al alza de la informalidad y la precarización de las condiciones laborales?