Columna de Gonzalo Cordero: El malestar

Cacerola cacerolazo
El malestar.


Cuántas veces se escucha que existe una derecha economicista, insensible al malestar de millones de personas que se expresó en el “estallido social” y que es consecuencia de los dos Chile: uno privilegiado, que ha gozado de los beneficios del modelo, y otro que sigue esperando, acumulando frustración. Ahora, al cumplirse dos años desde que el sesenta y dos por ciento rechazó la propuesta de Constitución chavista que nos propusieron los partidos gobernantes, reaparece el mismo discurso con el que nos recuerdan que “las causas del malestar siguen ahí”.

No hay que ser muy perspicaz para leer la amenaza implícita: nos aprueban las reformas que nosotros queremos o la próxima vez que seamos oposición volveremos a quemar el país. En realidad, las condiciones son dos y son copulativas: reformas y reelección. De lo contrario, molotov.

Cada vez que escucho eso de “derecha economicista” me siento interpelado; aunque el adjetivo es extraño, es como imputarle a alguien creer excesivamente en las matemáticas o ser fanático, solo por pensar que los bienes son escasos y las necesidades son múltiples. Desde la perspectiva de quien, sin tener formación en economía, tiene el dogmatismo de sostener que los países tienen que generar riqueza para dejar de ser pobres, esto se ve diferente.

¿Existe el malestar y sus causas siguen ahí? Obvio que sí. No solo eso, el malestar y sus causas están aumentando. Si tomamos el crecimiento del país en cada gobierno, desde Aylwin hasta Piñera uno, el promedio por período es de cinco coma tres. Después, considerando hasta lo que va del actual, es de un dos por ciento. Y eso es, más o menos, lo que el Banco Central proyecta para la próxima década.

Estoy seguro que cualquier “economicista” diría que el país se estancó, que la clase media dejó de progresar y que la pobreza probablemente está volviendo a crecer. Reformas legales y fallos de la Tercera Sala de la Corte Suprema mediante, el sistema de Isapres está en crisis, mientras aumentan significativamente las personas que tienen la oportunidad de estar en Fonasa y experimentar la democrática experiencia de las listas de espera. La educación pública se puede simbolizar en los overoles blancos del Instituto Nacional.

El crimen organizado crece día a día y el sicariato parece ser el único empleo en expansión continua. Hablando de empleo, la palabra más usada es informalidad. Nada de qué sorprenderse si no hay inversión, la inmigración ilegal está desatada y la solución para mejorar las pensiones es obligar a los trabajadores formales a prestarle parte de su cotización a alguna entelequia administrada por políticos.

Con todo esto, y algo más que el espacio me impide considerar, no solo debe haber malestar, sino frustración e indignación. Pero, como es obvio, la solución no está en reivindicar las supuestas buenas intenciones del octubrismo, ni su Constitución delirante. Recuperar la seguridad y un poco de “economicismo” es precisamente lo que nos vendría bien si queremos hacernos cargo del malestar.

Por Gonzalo Cordero, abogado