Cuestionario Culto: Arelis Uribe

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Que Arelis Uribe se declare feminista no es ninguna novedad. La autora detrás de Quiltras (Los libros de la Mujer Rota, 2016) ha sido una de las caras insignes de la explosión mediática que ha tenido el feminismo en los últimos meses.


Entre la marcha de Ni una menos, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, los casos de feminicidios y violaciones que han hecho noticia en el Cono Sur, la polémica por las fotos de Emma Watson, el discurso de Madonna, los dichos de Alberto Plaza, en fin. Por estos días todo parece estar polarizado entre hombres y mujeres, o más allá: entre el patriarcado y sus disidentes. En ese clima tenso, la escritora, periodista y directora de comunicaciones del Observatorio Contra el Acoso Callejero no ha pasado desapercibida. Su libro tocó la fibra no solo de los lectores sino de la crítica, al llevar lo que ella llama "literatura de los bordes" a la palestra: mujeres de clase baja, lesbianas y mapuche protagonizan las historias que componen su libro. Su éxito ha estado acompañado de polémicas, como su encontrón con el músico Cristóbal Briceño, y reconocimientos, como ser parte de las invitadas al reciente festival musical y feminista Ruidosa Fest. De feminismo, educación, música y Quiltras conversó Arelis Uribe para el Cuestionario Culto.

Tu libro tiene un epígrafe de Supernova, ¿te gustan?

—Obvio que sí, voy a la Blondie a verlas cuando tocan. Hay mucho pop en mi libro. Me gusta el pop y la política.

¿Y te gusta Ases Falsos?

—Me gusta Ases Falsos, como me gustan el reguetón y Justin Bieber, aunque sé que reproducen un tipo de amor romántico súper nefasto. Pero no te puedes salir del mundo, como dice Anita Sarkeesian, se pueden consumir esos productos que te generan placer pero con un espíritu crítico. Consumirlo y saber que están diciendo cosas horribles.

Te tildan de escritora militante.

—No me molesta, soy activista. Para mí el feminismo es importante. También es importante la izquierda, estoy peleando con algunas cosas del Frente Amplio y apoyando. Para mí lo político es muy importante. Así que sí, milito.

¿Vas a las marchas?

—Sí, es importante hacer ruido en las fechas emblemáticas. Marchamos porque hay una continua historia de vulneración a la mujer, a los niños, a los mapuche, a muchas identidades. Es un ritual político de autocuidado. Es como las misas de los ateos que creemos en el cambio social, ahí comulgamos.

¿Cuándo te hizo click el feminismo?

—De siempre. Todas y todos intuimos cosas que nos molestan del mundo y después les pones nombre. Siempre me cuestioné por qué si una mina se agarraba a mil minos era puta y si un chico lo hacía era un campeón. Siempre me pregunté por qué no es lo mismo vivir como hombre que vivir como mujer, siempre intuí esa diferencia. Y también por las experiencias de abuso sexual, creo que no hay ninguna mujer que no haya sufrido abuso, que le hayan agarrado el poto en la calle o le hayan dicho alguna ordinariez. Todas sabemos cuándo hemos sido violentadas, ningún oprimido no sabe que está siendo oprimido. Pero después viene ese otro momento cuando logras problematizarlo desde lo político y te revelas. Eso es el feminismo, revelarte ante esa realidad, hacer cosas para cambiarlo.

Leí por ahí que te comparabas con Hulk porque siempre estás enojada. ¿Qué te enoja?

—Por ejemplo, ese video de La Polar que salió hace poco. En el video hay chicas cambiándose de ropa y llega un niño con un celular y las graba, y lo celebran diciendo que es súper "Smart". Me da risa esos publicistas que se llaman "creativos". Amigo: no tiene nada de creativo vender tu producto con las tetas de una mina. Cuando veo que este patrón se repite y se repite entonces me da rabia, no lo puedo creer. El otro día una amiga twitteó, "Un reculiao me agarro el poto en la calle. Lo agarré a chuchadas, me di vuelta y me puse a llorar. Por la cresta, hasta cuándo". Yo comparto su rabia. ¿Por qué todavía hay tipos que creen que si les gusta el poto de una mina- que les puede gustar- pueden agarrarlo? Esas situaciones me dan rabia. Como también me da rabia leer lo que le pasó a Lissette del Sename, me pregunto qué estamos haciendo mal como sociedad para que hayan matado a esa niña. Hay muchas cosas de la vida que me ponen mal. Trabajar en Educación 2020 e ir a las escuelas y ver los baños de los colegios públicos también me pone mal.

¿Cómo te ha influenciado trabajar en Educación 2020?

—He aprendido mucho de educación y eso está muy impregnado en Quiltras. Siempre son adolescentes estudiantes y la portada es un boleto de estudiante. Es curioso porque me preguntan mucho sobre el feminismo en torno al libro pero no sobre educación, que es un discurso muy presente. Para mí trabajar ahí es un desafío y también es tristeza. Me acuerdo de mi propia historia de la escuela, porque yo estudié en colegios de mierda, en colegios como cárceles. Cuando eres joven estás lleno de energía y entras a esos colegios donde te dicen cómo usar el pelo, cómo vestirte, cómo tienes que hablar, cuáles son tus horarios, son cárceles.

Hablas de una "literatura desde los bordes", ¿te sientes ahí?

—Yo soy una privilegiada, soy de las pocas que fui a la universidad en mi colegio y eso te cambia la vida. Tengo una mejor vida de la que tuvieron mis papás, pero sí viví en una casa muy chica, era la nana de mi casa porque mi mamá tenía que trabajar y era separada. Salí de un contexto en el que mucha gente vive todavía, y eso no se me puede olvidar. No es que todo el mundo vaya a ir a la universidad y que su vida vaya a cambiar, yo soy una excepción, y no me puedo conformar con ser la excepción.

¿Sientes que le diste voz a una realidad que estaba invisibilizada?

—Yo no sé quién más de mis compañeros de colegio tuvo la oportunidad de tener una columna en un medio y escribir un libro. Es loco porque me preguntan "¿Por qué tu libro está solo protagonizado por mujeres?" No sé si alguna vez le han preguntado a Fuguet por qué todos sus libros están protagonizados por hombres. También me preguntan por qué escribo sobre Gran Avenida, no sé si a la María José Viera-Gallo le han preguntado por qué la protagonista de su libro vive en Ñuñoa. Le preguntan a la diferencia, no le preguntan a los otros. Probablemente porque es raro en un país en el que el arte se produce desde los privilegiados. Pero independiente del sector que al yo represente, al final se trata de si es buena o mala literatura, eso es lo que transciende.

A nivel de discurso, cómo te sientes en relación a tus contemporáneas como Romina Reyes y Paulina Flores?

—Me gusta mucho Romina Reyes, tenemos mucha sintonía en el tema del feminismo, me encantó cómo está escrito su libro. En aspectos literarios con Romina y Paulina me pasa lo mismo que con todos los libros que he leído y me han gustado: los echo a mi mochila, aprendo de ellas y de las historias que están contando. Me siento en sintonía con ellas como autoras.

¿El ambiente literario es un poco machista?

—Yo creo que todo el mundo es machista y no puedes desprenderte de eso. Si empiezas a desmembrar y miras las generaciones literarias siempre son apellidos de hombres. Y son hombres la raja, yo amo a Bolaño, me encanta Los detectives salvajes, no es nada contra él sino en contra del por qué seguimos reproduciendo estos patrones culturales que siguen haciendo que los periodos literarios estén marcados por apellidos de hombres. O que los columnistas de diario sean mayoritariamente hombres, o que hayan más escritores hombres que mujeres. Es como cuestionar por qué reproducimos esas lógicas más que atacar personalmente.

¿Y eso se está cambiando?

—No sé, del mundo literario me siento más bien ajena, me siento más parte del mundo periodístico. Si está cambiando probablemente es porque están cambiando muchas cosas. Estamos viviendo un momento en que se habla mucho de feminismo, quizás también está afectando al mundo literario.

¿Te proyectas como escritora?

—Sí, estoy trabajando dos libros de no ficción. Es divertido cómo funcionan las categorías, solo porque escribí ficción ahora soy una escritora literaria. Pero yo siento que voy a seguir haciendo lo mismo que hacía antes de que se publicara el libro. Me siento como cuando estás de cumpleaños y cambias de década y la gente te pregunta: ¿qué sentí? Me siento igual.

¿Seguirás escribiendo sobre feminismo?

—Le pongo perspectiva de género a todo lo que hago.

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