Misión imposible 6: larga vida a la franquicia

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Si con Nación secreta (2015) no pocos vieron lo mejor de la franquicia, ahora vamos para lo mismo. Porque hay razones para el entusiasmo, pero no nos volvamos locos.


Hace 22 años, Paramount se anotó un pleno con la resurrección de una marca televisiva que desde los 60 se negaba a abandonar el favor del público de TV. Con la dirección de Brian De Palma y el protagonismo de un Tom Cruise que arrasaba por defecto en boleterías -y se iniciaba en el oficio de productor-, la cinta cumplió largamente con la taquilla. Asimismo, y como le había pasado a De Palma con Los intocables, fue también una querida de los críticos, aunque sólo fuera por su maridaje de forma y contenido. Lo que llaman estilo, en este caso funcional a una intriga que puede ser todo lo inverosímil y próxima al video juego que se le ocurra, siempre que la tensión y la entretención no aflojen en momento alguno.

Esa es la promesa de Misión imposible, incumplida en la esperadísima y decepcionante segunda entrega (John Woo, 2000), pero retomada con total seriedad en las siguientes, con bríos y méritos variables. Hoy llega a salas la numero 6 (Repercusión), cuyo director y guionista, Christopher McQuarrie, es el mismo de la anterior. Y si con Nación secreta (2015) no pocos vieron lo mejor de la franquicia, ahora vamos para lo mismo. Porque hay razones para el entusiasmo, pero no nos volvamos locos.

En esta pasada, Ethan Hunt (Cruise) sigue fuera del alcance de la CIA y de todo el mundo, siempre tras los pasos del villanísimo Solomon Lane, ex miembro del MI-6 que ahora se apresta a hacer mucho daño nuclear a la cabeza de la red terrorista conocida como El Sindicato. En compañía del geek simpático (Simon Pegg) y el grandulón cumplidor (Ving Rhames), Hunt hará lo imposible, otra vez, por salvar el mundo y darle a la audiencia casi dos horas y medio de carreras, saltos, balazos, persecuciones y más. Todo en medio de traiciones y secretos muy secretos, con Cruise a los cincuentaitantos, rompiéndose rendidoramente el lomo a cargo de sus propias acciones de riesgo.

La misión del espectador, si desea aceptarla, es entregarse a esta montaña rusa sin pedir otra cosa que le llenen la vista y los demás sentidos con episodios físicos extremos y narrativa irreprochable. Porque la película se da a sí misma como excusa una intriga imposible, para que usted se entretenga hasta más no dar. Y se instala, sin despeinarse, como el blockbuster de la temporada, que ya es algo. No le busque más, eso sí, porque no tiene ni le hace falta.

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