Por qué debemos hablar de Unbelievable

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Unbelievable.

La obra se dirige valiente a los temas que la sociedad quiere debatir y siembra la discusión sobre sus méritos artísticos. Acá una reflexión sobre su hondura.


Se está hablando de Unbelievable y eso es muy bueno por casi todas las razones correctas. La historia de una víctima de violación que termina siendo acusada de inventar el hecho por la policía, y de la investigación por parte de dos detectives en paralelo se está llevando el aprecio generalizado.

A propósito del gran trabajo de Kaitlyn Dever y Toni Collete. Sobre el siempre acentuado manifiesto de Lisa Cholodenko. El abuso sexual, los vicios institucionalizados en la investigación, las distintas aproximaciones de las víctimas al proceso de recuperación y las diferencias de género (y alguna de clase) al enfrentar estos mismos aspectos.

Comparto todos esos elogios. Aunque en el caso puntual de Cholodenko me cuesta un poco. La considero una tremenda cineasta, pero la constante exhibición de su punto de vista sobre lo inútiles que somos los hombres (algo con lo que tiendo a estar de acuerdo, más todavía en este caso), me agota cuando no permite que los personajes desarrollen su potencial al respecto, el caso del detective Parker es notorio en su abordaje desde el punto de vista de la directora en los primeros episodios y el del resto de la serie, puntualmente en el final.

Pero supongo que es lo que le pasa a mucha gente con Clint Eastwood, por ejemplo. Que como el tipo tiene un manifiesto político que ha permeado a su arte, y se discrepa con el mismo, esto tiende a lograr que se ignoren o resistan sus méritos. Y agradezco que a pesar de mi sesgo, acá pueda ver los enormes méritos de Doña Lisa. Quizás porque es imposible evitarlo. Mi episodio favorito de la serie es el 3ro (ella dirige los 3 primeros), en donde la frustración de las protagonistas empieza a tener más aristas que las de la investigación pura. Hay una lectura precisa, preciosa y preocupante del estado de la sociedad sobre el abuso y el factor de género en su evaluación, las sospechas, prejuicios y los fundamentos para ellas, el rol de las personas en los distintos estamentos del poder y los medios de comunicación en las revictimización, las fallas institucionales, etc. Todo esto narrado con la precisión quirúrgica de un policial, algo para lo cual, Cholodenko ha demostrado tener u talento inusitado, más todavía si ese enfoque va en la construcción de las protagonistas. Dirección pura en aras de la creación de los personajes.

Pero quiero volver sobre la repartición de estos elogios y aprecios. Porque creo que nos estamos quedando cortos en dos aristas específicas:

La primera es la tercera protagonista, la detective Karen Duvall, interpretada por la queridísima Merritt Wever (los fans de Sorkin ya la tenemos en el radar hace años). Personaje complejo y exquisito. Empática con las víctimas, dedicada en su investigación (quizás en contrapunto con Parker), frustrada por la escasez de resultados, con una carga cristiana que Susannah Grant no juzga ni predica, pero que permite que filtre cada uno de los espacios del carácter (ya volveremos sobre ese último nombre, pierdan cuidado), al nivel en que entendemos que fue definida por esa mezcla de culpa, sed de venganza, ansia de justicia y piedad por el más débil que define su fe. Wever le da todos esos matices en los distintos momentos en que va llenando la pantalla, en contraste con la performance soberbia de una actriz consumada al frente suyo. El dueto con Toni Collete es magnífico, escenas que solo son una conversación en un auto, sin grandes avances en la investigación, sin grandes revelaciones de sus pasados, son de un goce en su elegancia como poco se ve en estos días. Si la serie se viera concentrada solo en su personaje, puede tener hasta otro peso todavía.

Y lo segundo es Susannah Grant. Ya saben, la nominada al Oscar, los BAFTA y los Emmy Susannah Grant. La Ganadora del WGA y guionista de esa díscola iteración de princesa Disney que fue Pocahontas. Alguien que volvió tras una serie de traspiés y que en estos últimos 3 años ha explorado el abuso sexual desde sus múltiples implicancias sociales. Su anterior trabajo, Confirmation, versa sobre lo mismo. Pero se enfoca en lo complejo del tema cuando los compromisos se sopesan en el vínculo racial y moral con el poder.

En Unbelievable, Grant rehuye el quedarse en el dolor de las víctimas. Pero esta es una huida con trampa. Al dejar los espacios a la investigación policíaca y aparentemente ceder la historia de la recuperación de la víctima en un paralelo complejo y estancado, traspasa la frustración del proceso investigativo y pone en primer plano la profunda soledad de las mujeres en la sociedad. No se trata solamente de las víctimas, incluso las mujeres fuertes y acompañadas de hombres comprensivos y dedicados a su relación en la intimidad, se ven encerradas en la incapacidad de comunicar sus temores e iras y esa desilusión sobre el mundo en el que viven va instalándose en el espectador de forma inversamente proporcional al éxito en su búsqueda.

No hay cierre fácil en Unbelievable. No lo hay para Parker, quien debe vivir con la certeza de haber errado profundamente, que debe cuestionarse sus métodos en su carrera como detective y los sesgos que lo han llevado a mirar con los ojos errados un hecho nada puntual, algo que Grant logra traspasarnos como espectadores en esa memorable última confrontación con Marie. Quizás ese cuestionamiento es la mejor lectura de la serie, y la más definitoria del peso narrativo que entrega. Tampoco hay una salida simple para Marie, quien decide tomar la primera oportunidad de huir de un sistema que cree que la abandonó hace décadas, porque aunque el sistema hizo su intento, en realidad está roto hace mucho. No lo hay para las víctimas, que aunque su agresor ha sido condenado, su ausencia y/o presencia en la corte indica cuanto camino aun queda por recorrer. Tampoco lo hay para las heroínas. Saben que han hecho bien, han logrado una amistad, pueden mirar con cierto optimismo en función de un trabajo bien hecho, pero ambas seguirán encerradas con sus propios demonios, unos que se acrecientan cuando un violador en serie decide explicar sus métodos y entregar información de utilidad para ayudar a futuras investigaciones, pero prefiere ser entrevistado por un hombre, "porque no se siente cómodo con mujeres".

La segunda mejor miniserie del año de Netflix. La primera es de Ava DuVernay, una en que también relata como un sistema fracturado por dentro, perpetúa la injusticia en contra de su gente.

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