Muere el cineasta Alan Parker, un fabricante de hits

El realizador inglés falleció ayer a los 76 años y entre sus filmes están Fama, The commitments y Corazón satánico.

El británico dirigió, entre otras, Expreso de medianoche, Pink Floyd: The wall y Mississippi en llamas. Alabado y vilipendiado por la crítica, aunque bendecido por el público, se formó en publicidad y destacó por su inserción de la música en el cine.


En varias oportunidades, dado que hizo carrera en Hollywood, se le presentó erróneamente como cineasta estadounidense. El origen nacional, eso sí, no es la única diferencia que tuvo Sir Alan Parker (1944-2020) con coetáneos transatlánticos como Scorsese, Lucas y Coppola.

El realizador británico no aprendió su oficio en la sala de clase, sino dirigiendo comerciales para TV, al igual que sus compatriotas Ridley Scott (Blade runner) y Adrian Lyne (Atracción fatal). Y, como a ellos, habitualmente se le negó la condición de “autor” o se le calificó de “efectista”, enrostrándosele precisamente el recurso a cierta moral publicitaria: aquello de transmitir machaconamente una idea o un “mensaje”. Pero el gran público no se enteró de estas querellas y pagó gustoso por ver los productos de su variada y singular filmografía, la misma que en total recibió 10 Oscar y dos nominaciones a Mejor director (por Expreso de medianoche y Mississippi en llamas).

Expreso de medianoche (1978), con Brad Davis, ganó tres premios Oscar, entre ellos el de Mejor Guión.

He ahí algunos de los triunfos de un realizador, guionista, productor y escritor “comprometido con los espectadores”, al decir del crítico Peter Bradshaw, y cuya muerte se constató ayer en su hogar del sur de Londres “tras una larga enfermedad”, según reportó el British Film Institute. La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, enterada del deceso, lo recordó como “un camaleón” y un “talento extraordinario” cuya obra “nos entretuvo, nos conectó y nos transmitió una sólida sensación de tiempo y lugar”.

Alan William Parker nació en el seno de una familia obrera -como las hubo varias en su filmografía- en el distrito londinense de Islington, cuando la capital inglesa aún era bombardeada por el III Reich. Hijo de una costurera y de un pintor de brocha gorda, apenas salió del colegio entró como chico de los mandados al negocio publicitario.

Entre una agencia y otra, a lo largo de varios años, llegó a ser redactor creativo y a asociarse al futuro productor David Puttnam (Los gritos del silencio) para su primer encargo fílmico, la escritura de un guión que sólo cinco años más tarde se convertiría en película: Melody (1971). En medio, y junto a su colega publicista y futuro productor Alan Marshall, se inició en la realización de comerciales de TV.

Tras un par de cortos y un telefilme, en 1976 dirigió su primer largometraje, Bugsy Malone, parodia del cine de gangsters con un elenco infantil encabezado por Jodie Foster. La cinta tuvo alguna repercusión, siendo nominada a tres Globos de Oro y un Oscar, y la buena estrella de Parker se consolidaría con Expreso de medianoche (1978): escrita por Oliver Stone a partir de la historia de un estadounidense encarcelado en Turquía por traficar droga, su ritmo trepidante y un suspenso a ratos insoportable la transformaron en un hit con rasgos de leyenda. Esta vez hubo cinco Globos, incluyendo Mejor Drama, y dos Oscar, entre ellos Mejor guión.

Cambiando el norte, como seguiría haciéndolo en su carrera, en 1980 Parker dirigió el primero de sus varios filmes con protagonismo musical: Fama, acerca de un grupo de estudiantes de un liceo artístico de Manhattan. La cinta, que dio pie a una no menos exitosa serie de TV, legó entre otras cosas la pegajosa canción homónima interpretada por Irene Cara y que -también- se llevó una estatuilla. Le siguió Donde hay cenizas (1982), acaso el más personal de sus filmes, con Diane Keaton como una madre de cuatro hijos abandonada por su esposo.

Mississippi en llamas (1988), con Willem Dafoe y Gene Hackman, se ambientó en el Estados Unidos de los 60.

Donde hay… fue nominada a la Palma de Oro en Cannes y en la misma edición del festival se presentó Pink Floyd: The wall, adaptación del disco conceptual/opera rock de la banda inglesa que adquiriría un estatus más allá del culto. En palabras del crítico Roger Ebert, quien le daría su calificación máxima de 4 estrellas, es esta la mayor expresión del subgénero, “combinando malvadamente la animación poderosa con el trip surrealista”.

Los 80 le depararon más éxitos en una carrera ecléctica, con títulos como Alas de libertad (1985, premiada en Cannes), el drama histórico Mississippi en llamas (1988, recordado este año a propósito del fenómeno racista en EEUU) y el thriller Corazón satánico (1987), respecto del cual el historiador del cine Ephraim Katz afirmaría: “Muchos críticos la hicieron pedazos (…), pero, como buena parte de la obra de Parker, es un filme inquietantemente hipnótico cuyas imágenes permanecen en la memoria por mucho tiempo”.

Ya consagrado, en los 90 se anotó un nuevo par de golazos musicales: en 1991 con The Commitments, que sigue los pasos de una banda dublinesa, y en 1996 con Evita, adaptación del exitoso musical de Broadway. El célebre compositor de la obra, Andrew Lloyd Webber, lo despidió ayer vía Twitter calificándolo como “uno de los pocos directores que realmente comprendió los musicales para la pantalla”.

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