Joan Didion: cómo contar la trastienda de tu vida

Fallecida este jueves, la oriunda de California dejó una obra narrativa fundamental, sobre todo en el ámbito de la no ficción. Ahí posicionó una escritura basa en su ámbito personal, pero que conectaba muy bien con los lectores por la intimidad con que se desplegaba. Los críticos destacan libros como Los que sueñan el sueño dorado, o El álbum blanco, y por supuesto, sus clásicos El año del pensamiento mágico y Noches azules.


Para ella siempre se trató de eso. No necesitaba comenzar a pensar en realidades tan extemporáneas ni utilizar artilugios técnicos muy sofisticados. Le bastaba con mirar lo que pasaba a su alrededor, y cuando eso no bastaba, ahí se encontraba con su propia vida.

“Escribo exclusivamente para descubrir lo que pienso, lo que miro, lo que veo y lo que significa”, fue lo que dijo en un discurso en su alma mater, la Universidad de California en Berkeley, en 1975. En esa frase se resume buena parte del trabajo de la escritora Joan Didion, fallecida este jueves a los 87 años producto de las complicaciones derivadas del parkinson.

Oriunda de Sacramento, California, y nacida en 1934, fue una de las escritoras estadounidenses más importantes del siglo XX. Sus inicios no tuvieron que ver tanto con la literatura sino que con el periodismo, puesto que arrancó publicando en la revista Vogue, donde gracias a su trabajo y reconocida pluma, fue editora y crítica de cine. Eso marcó su carrera.

Sus artículos se sumergían en la sociedad estadounidense y vieron la luz en revistas como Life y The Saturday Evening Post. De ahí, el salto al ensayo era más o menos obvio. En 1968, publicó la colección de ensayos Arrastrarse hacia Belén, cuyo título se inspiró en un poema de William Butler Yeats. En esas páginas, analizaba la cultura de su California natal, aunque tenía una visión poco empática con la emergente cultura hippie que llegaba a San Francisco en el “Verano del amor”.

Para Evelyn Erlij, editora de la revista Palabra Pública, su aporte al periodismo fue esencial. “Aunque hoy nadie duda de que fue una de las voces esenciales del Nuevo Periodismo estadounidense o del llamado ‘periodismo personal’, es importante ponerla en contexto: era un mundo sobre todo masculino, en el que brillaban autores como Tom Wolfe o Norman Mailer, y en los años 70 la segunda ola feminista recién despegaba. Que una mujer se aferrara con tanta fuerza y desparpajo a la primera persona en la prensa no era tan habitual”, explica a Culto.

Las críticas a ese volumen fueron positivas. El New York Times calificó al contenido del libro como “algunos de los mejores artículos de revista publicados por alguien en este país en los últimos años”. Pero al lector o lectora que lee estas líneas con atención no se le irá el detalle que mencionamos de que Arrastrarse hacia Belén eran ensayos, pero el Times la califica como artículos. ¿Es un error de tipeo? No. Ocurre que Didion fue pionera en correr la verja de los estilos literarios.

“Joan Didion generó una mezcla entre crónicas y ensayos muy buena. A veces son ensayos, a veces son crónicas. Es un género híbrido, ella lo manejaba muy bien. Era capaz de hablar de coas que iba descubriendo”, explica a Culto el crítico literario y director de Ediciones UDP, Matías Rivas.

Por su lado, el crítico literario Camilo Marks asegura: “Joan Didion era una escritora inclasificable, genial, espontánea, lúdica y sobre todo, un perfecto animal literario. Didion es única, pues jamás fue atraída por las candilejas, las entrevistas o el aparataje mercenario del mundo editorial. En suma, su talento es asombroso y creo que su legado perdurará”.

Aunque escribir de no ficción no le bastaba. En 1963 publicó la novela El río en la noche. A ella le siguieron Según venga el juego (1970), Una liturgia común (1977), Democracia (1984) y La última cosa que quiso (1996).

Con su propia vida

Pero las novelas no fueron el sustento de la carrera de Didion, sino que la escritura basada en lo personal, ahí se encuentra el centro líquido de su obra. “El legado de Didion en América Latina tiene mas que ver mas con sus crónicas que con sus novelas. Porque causó gran impresión y fue muy influyente en los periodistas y en los ensayistas”, explica Matías Rivas.

En esa misma línea reflexiona Camilo Marks: “En el terreno personal, y sin menospreciar sus trabajos ficcionales, prefiero sus crónicas: el desparpajo, la sencillez, las ocurrencias que surgen a medida que uno lee, la complicidad que establece con el lector, son rasgos únicos de una personalidad literaria asombrosa, con cero vanidad, que escribía por gusto personal y, desde luego, con el legítimo deseo de que la leyeran, por un público sin vínculos con la academia, sin irse por las ramas, en cuya escritura se nota de inmediato el placer de escribir y un nulo interés en que sus textos tengan repercusión”.

Por su parte, Evelyn Erlij señala: “Creo que, al menos, Didion tuvo tres legados: tomó al periodismo y lo llevó de la crónica pintoresca al mejor ensayo de un modo en que no se había hecho antes. Insertó también un punto de vista, siempre curioso, inquieto, sobreintelectual a ratos, que tal vez sea su más grande legado. Y finalmente, cuando ya era mayor, supo mirarse a sí misma y escribir con una brutalidad inolvidable sobre la muerte de su marido y su hija”.

Fue sobre todo El año del pensamiento mágico, publicado en 2006, el libro que le dio el boleto a la inmortalidad. Se trata de un emotivo volumen donde narró el proceso de duelo tras la muerte de su marido, el escritor John Gregory Dunne, al tiempo que sufría con el coma en que se encontraba su hija, Quintana Roo Dunne. De hecho, ella terminó falleciendo y repitió el ejercicio con el libro Noches azules (2011).

“Joan Didion es muy inspiradora, sobre todo por meter la primera persona, por hablar de ella. Una mujer frágil, que cuenta sus problemas, la muerte de sus seres queridos, sus dolores de cabeza, su forma de trabajar. Siempre está contando el backstage, lo autobiográfico es parte esencial de su obra”, explica Rivas.

Esa intimidad en la manera de escribir es un sello que hizo que tantos y tantas lectores alrededor del globo se sintieran identificados con ella. Pero no es solo una cosa de escritura. “Cuando uno la escucha en las entrevistas es muy delicada, apenas se oye su voz”, apunta Rivas.

Joan Didion y su Corvette, 1971. Foto de Julian Wasser.

Los libros de Joan Didion se encuentran disponibles en castellano vía Literatura Random House. Consultada por Culto, para Evelyn Erlij el mejor lugar para comenzar con Didion es un libro de 2003. “Los que sueñan el sueño dorado, una compilación buenísima con alguno de sus mejores textos. O si andan particularmente valientes, El año del pensamiento mágico”.

Camilo Marks responde: “Tengo todas, todas sus obras, pero si tuviera que decirte cuál es la mejor -sempiterno problema de los críticos y la obsesión norteamericana por la mujer con el busto más bello, el Charles Atlas indonesio, cuántas papas fritas se comen al día en Nueva York, etc.-, simplemente soy incapaz de decirte qué libro suyo prefiero, porque todos, absolutamente todos, son imprescindibles”.

Matías Rivas coincide con Los que sueñan el sueño dorado. “A mi modo de ver, contiene algunas de las piezas claves de Didion, como su ensayo sobre la jaqueca, sus temas de índole personal”. También cita otras de sus obras. “El álbum blanco (1979), que es cuando habla de la resaca de los años 60. También Sobre tener un cuaderno de notas (1966). Me parece que tiene muchos clásicos. Son textos que exceden mucho el ámbito del periodismo y son capaces de tocar a personas muy diversas”.

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