El ADN de la película Belle: música como catalizador, internet como refugio

Fotos: Studio Chizu

Iluminado por elementos de La Bella y la Bestia, el cineasta japonés Mamoru Hosoda creó una historia sobre una adolescente retraída que se sumerge en un mundo virtual donde asume la identidad de una exitosa estrella pop. Ya disponible en salas chilenas, su alabado nuevo filme también está dedicado a las generaciones jóvenes y al convencimiento del director de Los Niños Lobo de que “ahora, sin siquiera darnos cuenta, estamos viviendo en dos realidades separadas pero igualmente relevantes y reales”.


Mamoru Hosoda (Toyama, 1967) lleva un buen tiempo encumbrado entre los grandes nombres de la animación japonesa, en particular gracias a la ráfaga de títulos lanzados desde 2006 (La chica que saltaba a través del tiempo, Los niños lobo, Mirai). Pero, a comienzos de los 90, cuando acababa de salir de la universidad y era empleado del estudio Toei Animation, estaba desencantado con su trabajo. Pensó seriamente en buscar nuevos rumbos.

En un hito que luego sólo repetirían Up (2009) y Toy story (2010), a inicios de 1992 La bella y la bestia consolidó su éxito cinematográfico al obtener una nominación a Mejor película en los Oscar. De esa histórica premiación saldría con dos galardones bajo el brazo.

Medio año después la cinta de Disney aterrizó en Japón y Hosoda pudo ver por primera vez en pantalla grande el musical que rescataba espléndidamente el cuento de hadas sobre la joven que conoce al príncipe transformado en bestia.

Mamoru Hosoda.

“Me quedé absolutamente asombrado por lo que esa película pudo lograr”, describió recientemente el director. “El simple hecho de saber qué tipo de expresiones eran posibles a través de la animación me ayudó”.

Ese filme sirvió como un motivador profesional pero también instaló una semilla en la cabeza del cineasta: desde ese instante se propuso algún día realizar una interpretación propia de la historia. Aunque tardó 30 años en concretar ese deseo, el resultado es tan inventivo como desafiante técnicamente. Belle es su versión de La bella y la bestia pero también mucho más que eso.

En paralelo, su elogiado nuevo largometraje –ya en salas chilenas– es producto de una persistente inquietud por explorar la evolución de internet y su impacto en nuestras vidas. En Summer wars (2009) Hosoda indagó en dos adolescentes asiduos a un mundo virtual que se terminan enfrentando a una inteligencia artificial maligna, con el fin evitar el colapso del mundo. Antes se desempeñó como director en los inicios de Digimon, el popular anime que también cimentaba su imaginario en lo digital.

En U, el universo virtual que despliega en su nueva película, intenta representar su percepción actual de internet: es menos colorido, está plagado de edificaciones que semejan rascacielos y su horizonte es difuso. Y quienes defienden su buen funcionamiento son una tropa de personajes que remiten a los superhéroes estadounidenses.

La protagonista del filme, Suzu, encuentra en U un refugio frente a sus inseguridades y el dolor de haber perdido a su madre siendo niña. A la inversa de lo que ocurre en su colegio y en la relación con su padre, su avatar (la Belle del título) es una exitosa estrella pop, una celebridad capaz de congregar simultáneamente a todos los participantes. La rutina de ella y del resto de los jugadores sólo se quiebra cuando aparece una violenta y misteriosa criatura que cambiará su destino.

Hosoda amalgamó su pasión por La bella y la bestia con su interés por lo digital a través de cierta dualidad que ambas compartirían. “La bestia obviamente tiene este exterior de aspecto muy cruel y violento, pero lo que hay dentro es bastante diferente. De manera similar, con la invención de internet, las personas tenemos la versión de nosotros mismos que existe en la realidad y otra proyección que existe en internet”, explicó el cineasta a The Verge. “Pensé que eso permitiría que la narrativa y muchos de esos temas funcionen”.

Uno de los temas complejos que trabaja en su última cinta es el ciberacoso, cada vez más visible con el paso de los años. Pero incluso añadiendo eso a la trama el director se fijó como propósito elaborar “una película que siguiera siendo optimista y esperanzadora sobre el futuro de internet a pesar de todos sus problemas”.

Si lo consigue es en buena medida por la construcción de su personaje principal, una adolescente que experimenta un vibrante viaje de iniciación mientras su vida online y real colisionan de manera inevitable. Astutamente, las distintas etapas de esa evolución son estudiadas a través de la música que Belle interpreta al comienzo, a la mitad y al final de la historia, surgiendo como un catalizador de su búsqueda de libertad.

Son extensas secuencias en que el filme remite al género musical sin vacilaciones, resultado de una gestación poco usual: en vez de primero encargar la composición de las canciones, el animador japonés creó un guión gráfico que definió las acciones y las emociones que viviría la protagonista en esos pasajes. Una apuesta que contribuye a que la cinta sea la antítesis de aquellas ficciones que observan internet como un espacio que despoja a las personas de su humanidad, y que acentúa que se trata de una obra autoría de alguien que cree que “ahora, sin siquiera darnos cuenta, estamos viviendo en dos realidades separadas pero igualmente relevantes y reales”, como señaló a Los Angeles Times.

Ante todo, Belle es un largometraje dedicado a las generaciones que no conciben su día a día sin redes sociales y un nivel de interacción virtual que hasta ahora no conoce límites. Es un tributo a su hija pequeña y a sus contemporáneos. “Pensé mucho en su futuro mientras hacía esta película”, reconoció Hosoda. “Me imaginé cómo sería cuando mi hija y su generación, que nacieron con internet, sean grandes”.

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