Crítica de discos de Marcelo Contreras: aplausos para Liam Gallagher, Myriam Hernández y Wilco

Reseñas alentadoras para buenos discos aparecidos durante los últimos días, desde la rúbrica inconfundible del ex Oasis o de la banda estadounidense, hasta el poderío interpretativo aún a tope de la artista chilena.


Liam Gallagher - C’mon you know

En septiembre el último rockstar genuino manufacturado en los 90 cruzará la cincuentena. Ante el cambio de folio, Liam Gallagher reflexiona y acusa desde que arranca este tercer álbum con su nombre. More power alude a la familia, al padre abusador, a la madre, al hermano Noel. “Si quieres mantener las cosas que amas”, canta, “entonces será mejor que aprendas a arrodillarte”. La canción se eleva sinfónica, litúrgica y rockera, hasta estallar grandilocuente como antesala perfecta del mejor trabajo firmado por el ex cantante de Oasis.

En la superficie, Liam mantiene fe inalterable en los clásicos, con gran capacidad de síntesis para misturar a los Beatles en ácido con el swagger stoniano, pero hay detalles en la interpretación. Canta versátil y profundamente melódico sin perder jamás su característica arrogancia. Brilla en la lisérgica Don’t go halfway, dibuja grandes melodías guiadas por el fantasma de John Lennon en It was not meant to be, y toca el cielo en Everything’s electric, un temazo compuesto por Dave Grohl y el laureado productor Greg Kurstin, con uno de los mejores estribillos del año. Sería fantástica una reunión de Oasis pero por mientras, con los hermanos vendiéndose por separado, sus carreras solistas son un consuelo.

Myriam Hernández - Sinergia

En cada cierto trecho de una extensa trayectoria enraizada a inicios de los 80, Myriam Hernández se actualiza. Lo hizo con audaz look en la campaña promocional de Todo el amor (1998), como renovó estilo y sonido en + y más (2000). Seducción (2011) se concentró en las power ballads y los invitados estelares como Marco Antonio Solís y Cristian Castro. Tras once años, la baladista más relevante de nuestro pop mira por el retrovisor en busca de su pasado, viaje en el que se acompaña del productor Jacobo Calderón, hijo del legendario Juan Carlos Calderón, con quien Myriam trabajó en III (1992).

Jacobo tiene sobrados méritos por cuenta propia -colabora con Disney, entre otros detalles de su currículo-, logrando un doble triunfo para la cantante. Luce renovada y atenta a la contingencia en el enérgico single Hasta aquí, un rayado de cancha de empoderamiento femenino, y a la vez fiel a la inspiración de sus primeros discos, donde ama al compañero con total devoción. Myriam Hernández sigue siendo una intérprete espléndida, de voz automáticamente distintiva y dramática, a todo fulgor en composiciones de talante clásico como Mi Paraíso, Ya es tarde y Bailemos en la oscuridad. La balada clásica latina, aquella del dial AM, revive en este regreso.

Wilco - Cruel Country

Jeff Tweddy (54) declara que Wilco no se resiste más a las etiquetas, asumidos como una banda country en este decimosegundo álbum, una entrega doble de 21 temas. El rótulo americana sigue funcionando, pero si este es el country según el grupo de Chicago, el género emblemático de Estados Unidos se eleva melancólico y sideral, como un eco de la soledad individual del siglo XXI. Con los músicos tocando y grabando juntos en más de una década, mediando sólo algunos retoques y doblajes, las canciones aparentan engañosa sencillez. El quiebre onírico de Tonight ‘s the day es sublime; similar sensación provocan los prístinos pasajes instrumentales de Bird without a tail / Base of my skull, con la amenaza de un in crescendo, hasta regresar al decorado campirano; el fondo espectral que retrata ambientes cósmicos en The Universe y Many Worlds. En esta última, el viraje country rock mediante el diálogo de las guitarras, es puro goce.

Al comienzo, dos discos parecen excesivos. La impresión inicial cede ante el peso de un conjunto con nombres virtuosos sin verborrea -el guitarrista Nels Cline y el batero Glenn Kotche son categoría pura-, incansables en dignificar algunas de las mejores vetas de la tradición musical estadounidense, como reflejo de la desolación del imperio.

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