Lorena Amaro: “La fábula biográfica es una suerte de escaramuza contra el canon literario”

Lorena Amaro wsp

La destacada crítica literaria publica su libro El espejo del gólem, donde ahonda en la poco estudiada figura de las biografías falsas, algo en lo que incurrieron Bolaño y Borges, por ejemplo. En charla con Culto desmenuza cómo adentrarse en un rincón interesante de la literatura latinoamericana.


¿Qué tienen en común Irma Carrasco, Italo Schiaffino, Amado Couto, Ignacio Zubieta o Carlos Ramírez Hoffman? Aparte de dedicarse a la literatura y tener simpatías filo nacistas, es que no existen. A menos no en carne y hueso, pero sí en la fecunda imaginación de Roberto Bolaño, quien creó una serie de biografías de autoras y autores simpatizantes de las ideologías hitlerianas en La literatura nazi en América (1996).

En los estanterías de las librerías se suele poner ese libro ahí donde dice: Novelas. Pero esa serie de biografías falsas no son una sola historia contada con inicio-medio y final, sino una serie de mini relatos. Tampoco exactamente cuentos. ¿Qué son?

La crítica literaria y académica del Instituto de Estética de la UC, Lorena Amaro Castro tiene una respuesta. Para ella, ejercicios como el de Bolaño, o el de Jorge Luis Borges en su Historia universal de la infamia son Fábulas biográficas. Eso es lo que propone en su nuevo libro El espejo del gólem, publicado por Editorial USACH.

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En rigor, en este libro Amaro viene a desarrollar un interés que ha venido cultivando desde hace una buena cantidad de tiempo. “Comenzó hace 20 años, en la época en que escribía la tesis doctoral -explica a Culto-. En ese tiempo leí mucho a Borges y me interesé por sus ideas de la biografía, que aplicó, ciertamente, en la escritura de Evaristo Carriego y sobre todo en Historia universal de la infamia. Allí Borges no ‘inventa’ biografías de personas inexistentes (la viuda Ching, pirata, Billy the Kid y otros de estos personajes son reales; con el tiempo añadió otros relatos, ficcionales, al libro), pero la creación de supercherías autoriales sí está en otros textos suyos como El acercamiento a Almotásim, que es de esa misma época de su producción (la década del 30), donde sí se inventa un autor, Mir Bahadur Ali, y donde también habla de un libro inexistente”.

“Este tipo de procedimientos me fascinaron desde joven, me hacía sentir vértigo pensar las posibles relaciones entre realidad y ficción. En 2015 ya me planteé un proyecto más en serio, llevaba un tiempo en el universo de las autobiografías y autoficciones y quería hacer otra cosa, pero no me fui demasiado lejos. En 2016 fue aprobado el proyecto de las fábulas biográficas y aquí estoy, presentando el libro”.

¿Consideras que la fábula biográfica es un elemento que permitió -entre otros- incorporar a las mujeres en el relato biográfico?

Quiero aclarar, primero que todo, a qué me refiero con fábula biográfica, algo que otres han llamado “pseudobiografías”, “biografías falsas”, “bioficciones”, etc. y que en esas diferentes versiones es abordado como una suerte de microgénero literario por el cual un autor crea la vida de un personaje inexistente ateniéndose a algún formato biográfico (hay varios rasgos que pueden definirlo, como el relato cronológico de la vida, de principio a fin). En los casos que me interesan, los biografiados son, por lo general, artistas y escritores, aunque eventualmente podrían cultivar otros oficios. En Latinoamérica y España hay varios escritores que han explorado la fábula biográfica creando no solo personajes inexistentes, sino también obras de ellos (por ejemplo, Max Aub “inventó” al pintor Jusep Torres Campalans, y además creó su obra, que fue expuesta por primera vez en México en 1958). Pero tal como ocurre con el género biográfico –poblado hasta muy entrado el siglo XIX sobre todo por varones, a excepción de hagiografías de santas, o biografías que solían contar la historia perversa o amenazante de alguna mujer- la fábula biográfica proviene de una genealogía prácticamente misógina. Roberto Bolaño menciona entre sus precursores a Schwob, Reyes, Wilcock, Borges… Ninguna mujer. Y cuando el mismo Bolaño “inventa” biografías de escritoras en La literatura nazi en América, son apenas cuatro, definidas sobre todo por su sexualidad. Entonces, no es que la fábula biográfica haya “permitido” incorporar a las mujeres en el relato biográfico. Por el contrario, hay razones que tienen que ver con la historia literaria –como, por ejemplo, que las biografías antiguas abordaran a personajes que fueran modelos de conducta y esos modelos de conducta tuvieran funciones públicas atribuibles solo a varones en ese entonces- que excluyen a las mujeres de este tipo de relatos. Lo que yo hice en este libro fue buscar los intersticios por donde aparecen esas autorías silenciadas, como las de María Moreno, Valeria Luiselli, Verónica Gerber, para hacer posible un reordenamiento de la genealogía. María Moreno y su libro El affair Skeffington es fundamental en este sentido, porque crea a una poeta norteamericana y la rodea de otras escritoras y artistas que sí existieron, muchas de ellas muy ninguneadas por la crítica y el campo cultural de su época.

¿Consideras que de alguna manera la fábula biográfica está emparentada con la autoficción?

Ambos ejercicios, autoficción y fábula biográfica, tienen como punto de partida géneros referenciales que prosperaron mucho en la modernidad: la autobiografía y la biografía. Ambos manejan irónicamente las retóricas de estos géneros: la autoficción burla la búsqueda identitaria moderna y la fábula biográfica, la búsqueda de la semejanza entre relato y vida del biografiado, ya que esta última simplemente no existe. Pero hay otras cosas que las diferencian, y mucho. La autoficción se ha vuelto una forma literaria algo omnipresente, enfrascada en la cuestión del yo, las múltiples posibilidades de la memoria y el ejercicio metaliterario un poco al servicio de la creación de personajes-autor. La fábula biográfica es una forma ficcional muy minoritaria, que dialoga con la crítica literaria y la crítica cultural, como una suerte de escaramuza contra el canon literario, al proponer autorías que lo desafían o que cuestionan, incluso, la concepción de lo literario y conceptos asociados a esto, como la de la “genialidad” del autor (y no hablo de la autora, porque en ese relato romántico las mujeres eran negadas, no eran tratadas, prácticamente, como sujetos individuales, sino como réplicas, en el mejor de los casos).

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De qué modo consideras que el concepto “Fábula biográfica” se ajusta más a estas escrituras que el de “Vidas imaginarias”?

“Vidas imaginarias” es el título que le dio Marcel Schwob a su libro de biografías en 1896. Lo curioso es que esas vidas “imaginarias” no lo son tanto, en la medida que casi todos los biografiados existieron, salvo unas pocas excepciones, en que como lectores no disponemos de suficiente información para determinarlo –la de Katherine, la Encajera, por ejemplo- o en que incluye, claramente, personajes de la literatura maravillosa (Sufrah, del cuento de Aladino). El propio Schwob escribe un prólogo, “El arte de la biografía”, para relevar el aspecto literario de estas escrituras y resaltarlo de cara al positivismo que primaba en la disciplina histórica. Le interesaba resaltar la importancia de lo individual, lo único, y la parecía que la exaltación de ese aspecto subjetivo era propio del arte. Entonces lo imaginario no dice relación con una cuestión ontológica, sino estética. También hace una crítica de que la biografía clásica se interesara sobre todo por “grandes hombres” y no por otras experiencias, incluso mediocres o criminales, como las que él sí incluye en su libo. Como el concepto “vidas imaginarias” tiene este marco tan bien delimitado históricamente, preferí buscar otro término que diferenciara aquello de lo que yo quería hablar. Me gustó la idea de “fábula” por dos razones: porque las fábulas tienen moralejas, como muchas de las historias que analicé, y por otra, porque el verbo “fabular” me parece “fabuloso”: remite a la exacerbación de la imaginación y el cuento, e incluso a otros verbos, como “confabular”. Las fábulas biográficas son muy confabulatorias.

¿Por qué consideras que existen pocos estudios sobre este tema?

Porque hasta hace poco siquiera se estudiaba la biografía, es algo que le debemos a la sociología y crítica francesa, primero, y luego a inquietudes que se han ido instalando pienso que primero en España y en Argentina, al menos en nuestra lengua. Hace varios años organizamos un encuentro donde por ejemplo estuvo la historiadora argentina Paula Bruno, creadora de REBAL, una red de estudios biográficos en la región. La biografía como género supone una movilización de recursos importante: para escribir biografías necesitas recursos, tanto económicos como de archivo y acceso a fuentes. Entonces, es también un género que al menos en Chile podría haberse practicado más, y en ese sentido el trabajo editorial de la Universidad Diego Portales ha sido muy importante, estableciendo incluso una colección, “Vidas ajenas”, en que comenzamos a ver, desde hace un tiempo, biografías, perfiles y entrevistas a escritores chilenos, como Rodrigo Lira, Stella Díaz Varín, María Luisa Bombal, Pablo de Rokha, Pedro Lemebel y muchos más. Establecido este punto, pienso que eso aclara por qué no hay más estudios biográficos en nuestro país y mucho menos estudios sobre este microgénero que además es en gran medida ficcional, ambiguo, lateral, pero a mi modo de ver, con un alto potencial político.

Sobre Bolaño y La literatura nazi en América, ¿consideras ese libro una especie de referente en Chile para la fábula biográfica?

Por supuesto. Y pienso que Álvaro Bisama, por ejemplo, escribió un segmento de su novela Caja negra, en que hace una “enciclopedia” del cine B chileno, con directores, películas, actores y actrices inventados, bajo ese influjo. Luego le siguen otros, como Cristian Geisse, a quien veo muy conocedor y obsesionado por el tema, o un libro muy reciente, Muertes imaginarias, de Roberto Castillo.

Más allá de Bolaño y Borges, ¿qué ruta de títulos podría seguir alguien que le interese profundizar en el tema?

Recomiendo mucho leer el libro de María Moreno, El affair Skeffington, que me permitió compatibilizar dos inquietudes mías: la pasión por el microgénero de la fábula biográfica y, por otro lado, la reivindicación feminista. Argentina, por cierto, tiene algo con el género: recomiendo mucho a Luis Chitarroni y sus Siluetas, porque son una verdadera enciclopedia de biógrafos y autobiógrafos (casi todos existentes, pero entre los cuales se cuelan chistes e irrealidades muy literarias) y también a Daniel Guebel y sus Genios destrozados, vidas de artistas muy desopilantes. Son muchos. Lo que hace Patricio Pron en No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles es un despliegue monumental de referencias y relatos. Ya saliendo de las fábulas biográficas, pero muy próximos a ellas por el estilo de los textos, el libro Mudanzas, de Verónica Gerber y otro libro mexicano que lamentablemente no abordo en el libro, pero que me gusta mucho, Los disidentes del universo, de Luigi Amara. En Chile, hay varios libros de Geisse, como El pequeño odioso, que recomiendo, además de los ya mencionados de Bisama y Bolaño. Son muchos los textos, pero también hay una deuda importante en mi trabajo con el genial y erudito libro de ensayo de Cristian Crusat Vidas de vidas. Él hace un recorrido por la biografía que comienza en Diógenes Laercio, pasa por los biógrafos ingleses y llega a Bolaño. Leerlo para mí fue fundamental.

El espejo del gólem ya se encuentra en las librerías del país.

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