Columna de Marcelo Contreras: Gracias Patagual

22 de Enero del 2023 / OLMUÉ Bombo Fica, durante el Festival del Huaso de Olmué,organizado en conjunto con TVN que se realiza en el Patagual . FOTO: PABLO OVALLE ISASMENDI / AGENCIAUNO

Si el humor fue machista por décadas, bien cabe reírse de esa triste condición, lo mismo la misoginia. En un terreno similar el feminismo, cuando cruza terrenos absurdos e intransigentes en defensa de su legítima causa.



La hilarante participación de Luis Slimming en el último festival de Olmué y el fenomenal debut de Fabrizio Copano en el late de James Corden, nos recordaron en qué consiste el humor bien hecho. Desde la irrupción del stand up en Chile hace tres lustros, aún cuando Coco Legrand es un genuino exponente criollo desde fines de los 80, el género comenzó a desdibujarse al perder su centro gravitacional, confundiendo planos y agendas personales, en detrimento de la verdadera comicidad. En manos de algunos exponentes, el formato pasó de utilizar el micrófono para hacer reír a todos a costa del absurdo de la existencia humana, a una suerte de prédica donde el escenario se transformó en un púlpito para aleccionar y apuntar solamente al sector que no comulga con determinados principios y sensibilidades, olvidando imperdonablemente que el fuego amigo también es gracioso.

En los círculos de amistades más profundos y entrañables la dinámica del humor funciona -siempre- en torno a hacer risas de cada integrante, apuntando contradicciones, debilidades, obsesiones y, asumamos, rasgos físicos. Nadie se libra de ser objeto de burlas y chistes, en una especie de peaje para pertenecer al grupo. Es más. El que se pone grave, suele caer fulminado con una descarga aún mayor de tallas, por decodificar como ataques lo que no es más que una broma olvidada al rato, una forma de cariño también.

Por supuesto, la propia evolución social ha establecido, en buena hora, ciertos límites. Los chistes sobre minorías sexuales y la presencia de personajes con pantalla y escenario por largos años -El Tereso de Gilberto Guzmán, por ejemplo-, definitivamente ya no tienen cabida, y muy bien que así sea. Como dice la canción de The Smiths, That Joke isn’t funny anymore.

Una derivada asertiva que Slimming abordó a raíz de esa vieja escuela del humor, fue burlarse de los homofóbicos. Bien ahí. Aún así, ¿se puede hacer chistes de minorías? Obvio, mientras sean referidos mediante gracia e inteligencia, y no con el ánimo de menoscabar la integridad de un colectivo. A su vez, la seriedad mortal de las banderas multicolores es una tarea pendiente para la comedia y sus representantes.

Si el humor fue machista por décadas, bien cabe reírse de esa triste condición, lo mismo la misoginia. En un terreno similar el feminismo, cuando cruza terrenos absurdos e intransigentes en defensa de su legítima causa.

El buen stand up, ese que nos puede hacer llorar a carcajadas, tiene como punto en común exponentes que, ante todo, saben reírse de sí mismos y no instalarse como paradigmas del lado correcto de la historia. Nuevamente Slimming y Copano fueron particularmente graciosos al reconocer sus simpatías por el actual presidente, y luego bromear sobre él y su gobierno que definitivamente ha tenido momentos propios de una comedia de equivocaciones, con una galería de personajes dignos de una sitcom como Veep.

El mejor comediante es aquel que asesta como un francotirador del que no te puedes confiar. Da en el blanco a enemigos como también tus propias posiciones, o se dispara a sí mismo. Lo mismo reírse de las diversas clases sociales. Curiosa paradoja: la televisión en dictadura albergaba humor sobre pobres -Troncal Negrete, Los Hueseros-, como dardos hacia el ABC1 -Los Eguiguren-.

Hoy, ciertos comediantes dejan fuera de su repertorio aquellas causas, condiciones y personajes que estiman correctos y les hacen sentir bien en sus pequeños mundos, cómodos en el aroma de la arrogancia.

Para eso, existe el teatro. Já.

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