“Mi manera de vivir es escribir”: Pascal Quignard, el ermitaño escritor (y músico) Premio Formentor 2023

El escritor francés Pascal Quignard, ganador del Premio Formentor 2023.

El autor francés fue anunciado como el flamante ganador de uno de los más importantes premios en la industria editorial. Autor prolífico, lo suyo es un proyecto escritural propio y que define como "barroco".


Si hay un personaje particular en la siempre llamativa fauna de la literatura francesa, ese es Pascal Quignard. Un buen día de 1994, decidió dejar todo lo que estaba haciendo -el cargo de secretario general de la editorial Gallimard, el gigante francés del mundo editorial; y su puesto de director del festival de música de Versalles- para solo retirarse a escribir. La apuesta fue aún mayor, si se piensa que dejó la bullente París para irse a residir a Sens, a 130 kilómetros de la Ciudad Luz.

Desde entonces, ha cultivado con esmero una imagen de escritor de culto. Pero sobre todo, se ha dedicado justamente a la escritura con fervor completando casi una cincuentena de títulos. Por ello, no es de extrañar que hoy se haya anunciado que es el flamante ganador del Premio Formentor 2023. Uno de los más importantes galardones del mundo del libro y que en el pasado obtuvieron nombres capitales como Jorge Luis Borges, Samuel Beckett, Carlos Fuentes, Javier Marías, Ricardo Piglia o la mismísima Annie Ernaux.

Por la maestría con que ha rescatado la genealogía del pensamiento literario, por la destreza con que se sustrae a la banalidad textual y por haber resuelto las dimensiones más inesperadas de la escritura, el jurado declara Premio Formentor 2023 al escritor francés Pascal Quignard”, señaló el jurado en su resolución.

“Su extensa obra, nacida al margen de los dictados del tiempo, despliega el exhaustivo dominio de una lengua flexible, luminosa y penetrante. En sus numerosos libros una deslumbrante erudición renueva la energía creativa de las primeras fuentes. Es el legado grecolatino, medieval y barroco, el pensamiento oriental y la filosofía occidental, lo que alienta el asombro por la monumental invención de la literatura universal”.

Escritor, pero también músico (estudió piano, órgano, violonchelo, violín y viola), Guignard es uno de los autores franceses relevantes de los últimos años. A diferencia de sus contemporáneos, quienes relatan la vida desde una mirada narrativa bastante accesible, lo de Guignard es un proyecto propio y arriesgado. De hecho, su obra es inclasificable.

Aunque él mismo -en charla con El País- le da una etiqueta bastante especial. “Soy un barroco. Busco la intensidad de la emoción por cualquier medio. No soy un clásico, no busco la perfección. Los barrocos buscan la intensidad, no la belleza. Si podemos hacer llorar somos felices”.

“La intensidad es el momento en el que las cosas se desbordan. Es lo mismo con el amor. La sexualidad no es más que desbordamiento, es un brotar. Hay obras, obras muy bellas, que son calma, equilibrio, y puede estar muy bien. Y, en cambio, hay obras que buscan solo la intensidad, el desbordamiento, el brotar: estas son las barrocas”.

Entre sus títulos más destacados están Todas las mañanas del mundo (1991), una novela que explora la vida del violagambista Marin Marais en la corte de Luis XIV; La barca silenciosa (1998), una colección de ensayos sobre la música y la literatura; El odio a la música (1996), un ensayo sobre la relación entre la música y la violencia; Vida secreta (2001), una novela sobre el amor y la muerte, basada en la vida del poeta francés François Villon; Terraza en Roma (2000), una novela corta que explora la relación entre el arte y la naturaleza.; o el conmovedor poemario Abismos (2006).

Su último libro publicado es una novela titulada El amor el mar, en marzo de este 2023, que narra la historia de un amor desbordado entre dos músicos imaginarios, Hatten y la nórdica Thullyn. De alguna forma remite a su propia infancia, donde -debido a la depresión de su madre- fue criado por una joven alemana, Cecilia Müller, quien en la Francia de postguerra no pudo renovar su permiso de residencia y tuvo que marcharse. Pese a tener solo un año y medio, esa marcha fue un duro puñetazo.

“Yo creía que ella era mi madre, tuve una depresión, dejé de comer. Y sin duda esta separación incomprensible se mezcló, para mí, con el amor”, dijo a El País. Y agrega: “La diferencia sexual entre un hombre y una mujer también es incomprensible. Es maravilloso y a la vez incomprensible. Nunca sabremos lo que piensa una mujer, ella nunca sabrá lo que nosotros pensamos. No sentimos las mismas emociones ni los mismos placeres. No tenemos el mismo cuerpo. Y esto se convirtió en el tema de este libro: el amor como separación incomprensible”.

En una reciente entrevista con El País, Guignard también hablaba de su modo de vida. “Si quiere saber cuál es el escritor al que más admiro es Chuang-Tse y los taoístas, que rechazan la sociedad y están en la montaña. Chuang-Tse dice que no hay que escribir, sobre todo no hay que hacer nada. Yo escribo mucho. Es una contradicción. La asumo”.

“Mi manera de vivir es escribir. No vivo las cosas si en un segundo tiempo no las vuelvo a vivir por medio de la escritura. Los gatos, de cada 24 horas duermen 20. Pienso que lo esencial de sus vidas consiste en soñar la vida que han tenido en las cuatro horas que estaban despiertos. Me parece que estoy construido igual”.

Al mismo medio comentó por qué renunció a tan buenos puestos que tenía en el mundo cultural para dar un salto al vacío. “Si acepté esas responsabilidades fue para demostrarme a mí mismo que podía asumir el contrato social, estar y tratar con gente. Lo hice con la música en el festival de Versalles y lo hice también en el mundo de la edición. La vida es breve y, en mi caso, dediqué mucho tiempo, demasiado, a luchar contra mi deseo de soledad. Pensé que ya había sacrificado bastante a la vida social. Con un sufrimiento añadido, además”.

“Estoy contento de haber tenido las responsabilidades profesionales que tuve, en la música y en la edición. Pero también estoy contento de haberlo dejado radicalmente hace años. Arranqué los cables para que dejaran de sonar los timbres. Y es que nuestra manera de vivir...tampoco está sincronizada con lo que pasa alrededor. El Estado absoluto está muerto, la nación absoluta, también. Es verdad que se puede contemplar desde un ángulo distinto: menos mal que el Estado como lo había pensado Hegel, ese Estado total, ha desaparecido, porque era otra locura”.

Guignard sucede como ganador del Premio Formentor a la escritora rusa Liudmila Ulítskaya. El galardón otorga a su ganador un pozo de 50.000 euros (poco más de 44 millones de pesos chilenos).

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