Crítica de discos: David Bowie y Mötley Crüe son inmortales; a Twenty One Pilots le falta
Las novedades discográficas de estos días eleven la trascendencia musical de Mötley Crüe, mientras que por otro lado Bowie sólo confirma su estatura artística mayúscula con un compilado que recoge el último tramo de su vida. Twenty One Pilots cumple.
*Twenty One Pilots - Breach
Como una especie de bis fuera de programa, Breach concluye la trama conceptual que mantuvo ocupado a Twenty One Pilots por una década, con media decena de álbumes.
Aunque Clancy (2024) fue promovido como el capítulo final de la saga generacional en torno al control y la liberación con personajes, símbolos y colores en busca identitaria -creación del compositor, vocalista y multiinstrumentista Tyler Joseph-, ahora este título debiera cerrar el ambicioso proyecto. El desplazamiento del punto final coincide con la concepción elástica del dúo de Ohio que completa el baterista Josh Dun.
Si bien los miembros de Twenty One Pilots se acercan a los 40, siguen encapsulando y proyectando el tránsito juvenil con turbulencias de rebeldía, energía y drama. Breach rebosa vulnerabilidad emocional y la frescura característica para derrapar estilísticamente entre el pop de estadios utilizando rock, electrónica y hip hop con filamentos emotivos que a ratos recuerdan la angustia melódica de Linkin Park, huella palpable en el primer single The Contract.
Josh Dun debuta en el micrófono convincentemente en Drum show; Downstairs retrata el ánimo por el suelo, como Robot voices lo eleva a través de la promesa de un romance, con labrado instinto melódico en el estribillo. El lúgubre remate con Intentions palidece como broche de una larga aventura.
*Mötley Crüe - From the beginning
El péndulo de las tendencias va y viene mientras Mötley Crüe observa como tranquilo espectador, luego de haber protagonizado una de las escenas definitivas del rock en los 80 -el vilipendiado hair metal de Los Ángeles-, de contornos morales como el tío que suelta chistes misóginos. Pero ahí está Mötley, por estos días en una residencia en Las Vegas con chicas ligeras de ropa coreografiando y coreando algunos de sus más grandes éxitos, tal como lo hace desde los días de bravuconadas con Metallica y Guns N’ Roses.
Ninguna trayectoria se sostiene entre peinados escarmenados y lycras ajustadas sino hay un cancionero memorable detrás, la guía de este compilado con foco en el mejor periodo del cuarteto, cuando plantearon y resolvieron la ecuación entre metal y power pop, mediante un equilibrio preciso entre el sonido de motosierra de Mick Mars en guitarra, la batería en tu cara de Tommy Lee, el talento compositor de Nikki Sixx compensando las limitaciones al bajo, y la garganta parrandera y pendenciera de Vince Neil. Desde Live wire de 1981 hasta el single Primal scream, el canto de cisne de Mötley Crüe cuando el grunge arreciaba en 1991, hay una progresión artística perfectamente trazada en hits como Shout at the devil, Looks that kill, Wild side, Girls, girls, girls y Dr. Feelgood, que marcaron escuela. Había circo pero las bases musicales superan el testeo del tiempo.
*David Bowie - I can ‘t give everything away (2002-2016)
Este lanzamiento cierra el monumental ciclo de cajas retrospectivas de David Bowie con la misma densidad y dramatismo que impregnaron sus últimos años, marcados por un semi retiro de la actividad pública. La antología resume el retorno del británico al alero de Tony Visconti en la producción tras dos décadas de distancia colaborativa, y el gesto final con Blackstar (2016), publicado apenas 48 horas antes de su muerte, todavía su título más relevante en esta última fase no solo por el contexto, sino también porque musicalmente propuso un nuevo lenguaje practicando rock ácido con las herramientas del jazz, sin esnobismos ni cofradías.
El título, tomado del corte final de aquel disco, opera como epitafio sonoro y poético, sellando el misterio con el que Bowie transitó su despedida, alejado de los escenarios desde 2004 tras un infarto mientras actuaba en Berlín.
Esta masiva entrega de nueve discos exhibe nuevas remasterizaciones de Heathen (2002), Reality (2003), The Next day (2013) y su expansión The Next day extra. Se suman Blackstar y una serie de rarezas contando alianzas con James Murphy y Maynard James Keenan entre varias estrellas, más sencillos y mixes que escarban en los pliegues de su obra. Entre los tesoros destaca la actualización de A Reality Tour y la publicación de Montreux Jazz Festival 2002, testimonio de una etapa en plenitud vocal y escénica.
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