Culto

Crítica de discos: Taylor Swift decepciona, Supergrass reluce y Sparks confirma su leyenda

Las novedades discográficas de los últimos días han girado en torno a la mayor estrella del planeta: ¿cómo es su regreso? ¿Está a la altura? En otra casilla, dos nombres legendarios revalidan su peso.

Crítica de discos: Taylor Swift decepciona, Supergrass reluce y Sparks confirma su leyenda

*Taylor Swift - The life of a showgirl

Taylor Swift tiene algo del “Chino” Ríos. Es número uno en ventas pero no registra un grand slam -un hit global en su caso-, y este nuevo lanzamiento tampoco salda la deuda. Aunque tomó medidas tras el discreto The tortured poets department (2024) pasando a la banca la alianza con Jack Antonoff y Aaron Dressner, para convocar a expertos en pop de rápida digestión como Max Martin y Shellback, el material recuerda esos discos embarazosos de Shakira alabando en detalle las cualidades de sus parejas.

Wood, y su guitarra reciclada de The Jackson 5 en I want you back, es una oda de grueso calado a la anatomía viril y las cualidades amatorias de su futuro marido Travis Kelce. Pendiente de las redes como mandatario millenial, Swift fustiga a los haters en Eldest daughter - “todos los chistes son solo trolleo y memes, por triste que parezca, la apatía está de moda”-, y se lanza contra Charli XCX -“te escuché llamarme ‘Barbie aburrida’ cuando la cocaína te dio valentía”- en Actually romantic.

Temáticamente, The life of a showgirl es una crónica sosa en clave soft rock sobre lo duro de ser una súper estrella que viaja en jet hasta para comprar pan, obligada a lidiar con los medios y la fama, como si el mundo estuviera en su contra. Después de ocho discos en once años, Taylor Swift postea canciones de difícil empatía y flojo empaque musical.

*Supergrass - Road to Rouen (20th anniversary edition)

Este quinto álbum de Supergrass supera el testeo del calendario con clase. El reencuentro con Road to Rouen después de 20 años sorprende en tanto parece haber sido lanzado ayer, así de fresco y atemporal su registro avalado por la madurez, a una década del efervescente debut I should Coco (1995).

Grabado en Rouen, Normandía, encapsula un periodo difícil para el cuarteto de Oxford con la muerte de la madre de los hermanos Gaz (voz y guitarra) y Robert (teclados) Coombes, y la exposición mediática del baterista Danny Goffey, favorito de la prensa sensacionalista. Sin alcanzar cotas fúnebres ni tonalidades lúgubres, el material transita en un territorio amplio y templado donde conviven con naturalidad atmósferas eléctricas y acústicas más ornamentaciones orquestales, con el piano en un rol preponderante como ocurre en St. Petersburg.

Las canciones aparentan sencillez pero están meticulosamente construidas con ambientes y quiebres sutiles, como ocurre en Sad girl, mientras el corte homónimo rebosa funk, pastosidad y rock ácido. El segundo disco de esta edición aniversario incluye material en vivo semi desenchufado que repasa Road to Rouen, y otras canciones como el éxito Sun hits the sky (1997), una de sus mejores composiciones. Incluye también la inédita Don’t leave me alone.

*Sparks - Madder! EP

Este primer EP en la historia de Sparks en más de medio siglo complementa a Mad!, el excelente álbum publicado por el dúo californiano en mayo, uno de los mejores lanzamientos de la temporada 2025. No son piezas que quedaron en el tintero, sino material envalentonado por el éxito y las excelentes críticas cosechadas este año.

Puede ser un apéndice pero tiene vida propia con estas cuatro canciones donde la excentricidad se vuelve método y el humor, herramienta de precisión. Abre Porcupine con su estructura similar a la grandiosa This town ain’t big enough for both of us (1974), con el teclado sirviendo la introducción de una poderosa base rítmica de rock endurecido mientras Russell Mael canta, con toda la melodía posible, “no es de esas personas cariñosas (...) es un puercoespín (...) no está invitada a la gran velada porque le cae mal a la gente”.

Fantazise repite 64 veces “no” en un ambiente electrónico ligeramente siniestro con la voz por capas. Mess up parece destinada a un musical gótico con cadencia en espiral y guitarra funk. El cierre con They y su frase de ribetes cósmicos en el teclado se eleva sublime. Sparks insiste incólume, radiante, extraño y fascinante en su propio planeta, donde la ironía y la melodía implica una forma de resistencia, ante la chatura de las 100 mil nuevas canciones al día en el streaming de Spotify.

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