El reencuentro de Santos Dumont a 30 años de Un Día en el Ático: “Fue muy divertido y algo aterrador”
Clásicos del rock penquista, el grupo celebra esta temporada los 30 años de su disco debut. Un trabajo gestionado en pleno auge del rock chileno, con la disquera EMI, que presentó un cancionero psicodélico y de fuerte influencia británica. Lo repasan en un show en Teatro Biobío donde además tendrán como invitado al ex Los Bunkers Mauricio Basualto.
Fue a mediados de 1994, entre la Copa del Mundo, la inauguración del Eurotúnel y los viajes de Eduardo Frei, que el joven penquista Mauricio Melo llegó a vivir a Santiago. Por entonces viajaba con regularidad a la capital en actividades de promoción relacionadas con su banda, Santos Dumont.
Originarios de Concepción, los Santos habían publicado Hipnotizándote (1991) y Santos City (1992), cassettes de producción independiente. “Nosotros trabajábamos bien, de manera profesional. No teniendo ni uno hacíamos cassettes, con carátula y todo. Y con todo ese material yo empecé a viajar a Santiago”, recuerda Melo a Culto.
Así llegaron algunos primeros hitos para el grupo. Por invitación de Claudio Narea, fueron incluidos en el compilatorio Con el corazón aquí de la Asociación de Trabajadores del Rock. Una experiencia que replicaron más tarde en la capital del Biobío con el compilado Octopus: rock en Concepción.
Melo viajó a Santiago para mover el disco. Fue entonces que conoció a Carlos Fonseca. El exmánager de Los Prisioneros, había sido ascendido a director artístico de la multinacional EMI. Ahí desarrolló su proyecto de Nuevo Rock Chileno. Y necesitaba bandas. “Nos invitó a participar a Santos Dumont y Machuca”, recuerda Melo.
Así, Santos Dumont tuvo la chance de grabar por primera vez de forma profesional, en estudio, con ingeniero y todo. Fue así que grabaron Un día en el ático (y lo que encontramos ahí), el disco debut oficial de la banda. Ahí reunieron nuevo material, trabajado en la mudanza a Santiago, y algunas de sus primeras canciones. “Volvimos a grabar algunas de las canciones que habíamos hecho en Santos City, sobre todo”, recuerda Melo.
El disco se grabó en Estudio Master, de Alejandro “Caco” Lyon, con Carlos Cabezas en la producción. “Era relativamente nuevo, tenía los mejores equipos y claro, nosotros llegamos todos huasitos de haber grabado en las salas del Duoc con un equipo medio hechizo, a grabar a lo grande. Fue una experiencia súper entretenida y un tanto aterradora, debo decirlo, era encontrarnos con este tremendo proyecto que trataba de inyectarle energía al rock chileno”, apunta el músico, quien grabó con una guitarra Ibanez modelo Stratocaster y otra de la misma marca que era de Cabezas.
Por esos días, Santos Dumont ensayaba y residía en Domeyko 1741, una casa en que antes vivió y acondicionó Carlos Cabezas. “Era de la familia de la mamá de Augusto Góngora -recuerda Melo.-. Era una casa muy antigua. Llegamos, teníamos la sala de ensayo ahí mismo y era increíble. Empezamos a avanzar un montón ahí. Y también ensayaba Machuca, ensayaba Pánico. Era un lugar bien entretenido”.
En sus 12 canciones, el disco Un día en el ático (y lo que encontramos ahí), resume los intereses del grupo; la música británica, la psicodelia, la electrónica. Una mezcla particular, a contrapelo de lo que sonaba en la época. Básicamente, un rock alternativo y de extensos paisajes sonoros.
También se incluyen temas en inglés, como My world of dreams, The dance of the mourning moon, Yellow me blue, entre otros. Una decisión que en el momento les costó críticas. “Era porque el Alberto [Rojas] componía en inglés y había vivido en Estados Unidos, no era para nada forzado. Hasta el día de hoy sigue componiendo en inglés y se le da muy bien. Es un compositor muy prolífico", dice Melo.
En temas como Esclavo de tus deseos, Miranda, Aprende a nadar, el grupo desplegó un sonido psicodélico y una fuerte influencia británica. Ahí confluyeron algunas cosas, como el descubrimiento de bandas olvidadas, como Los Vidrios Quebrados (cuyas canciones, precisamente eran en inglés) y el interés por lo que sucedía en Reino Unido, donde pasaba algo similar, por ejemplo con Blur y la música de los Kinks. Al grupo siempre se le asoció con una lectura chilena del sonido de Manchester.
“En Inglaterra, había como un redescubrimiento de estas bandas de los 60, a partir de todo lo que pasó en el verano del amor del ’88 -dice Mauricio Melo-. Nosotros estábamos bastante al día de lo que estaba pasando, porque acá el Instituto Chileno Británico llegaba con una semana de atraso la New Musical Express. El Iván Molina era socio del británico, iba todas las semanas, sacaba y lo devorábamos”.
Un día en el ático (y lo que encontramos ahí), lo grabó la alineación de Santos integrada entonces por Mauricio Melo (quien canta y toca la guitarra), Alberto Rojas (bajo), Iván Molina (batería), Marcel Molina (teclados) y Michael Cáceres (guitarra). Este último salió al poco tiempo de la banda.
“Tuvo que salir él porque él era el más joven, acababa de empezar a estudiar periodismo en Concepción y para poder irse a Santiago, le faltaban como cuatro años”, recuerda Melo. Ahí recurrió a un amigo que se había hecho en sus primeros días en Santiago, Julián Peña. Incluso habían intentado hacer otra banda juntos, para el que incluso probaron músicos, como Fernando Julio, Esteban Espinoza y hasta Archi Frugone. “Teníamos un proyecto paralelo que se llamaba Emilia, ya teníamos como diez canciones”.
Justo en esos días, salió la chance de firmar a Santos Dumont por la EMI, y todo se olvidó. “Julian se fue unos meses a Dinamarca a trabajar y cuando volvió ya decidimos que ingresara a la banda. Habíamos tenido buena química”.
En esos días, Mauricio Melo se reencontró con sus antiguos paisanos de Los Tres. “Nos conocíamos desde chicos, con Panchito Molina fuimos compañeros de curso desde 3° básico hasta 7º básico. Él me presentó al Álvaro [Henríquez]. Pero no habíamos tenido mucho contacto desde que ellos se fueron a Santiago".
Así, los coterráneos comenzaron a juntarse. La simpatía fue tal, que Los Tres los sumaron como teloneros a sus shows, lo que les permitió a acceder a nuevos públicos. “Ellos nos ofrecieron un par de tocatas bien grandes. Una en la Quinta Vergara, que fue el el debut de Julián, lo tiramos a los leones con 12.000 personas. Y después en el Court central del Estadio Nacional, el mítico show en que Carcuro presentó a Los Tres”, recuerda Melo.
Aquella era la época en que había recursos en los sellos. “De andar cargando las maletas nosotros mismos, nos ponían móvil para ir a las radios, íbamos al a los canales de televisión. De verdad que fue bien impactante adaptarse a esa nueva realidad”, agrega el músico.
A tono con los 30 años de Un día en el ático (y lo que encontramos ahí), Santos Dumont se alista para tocarlo al completo el viernes 1 de agosto en el Teatro Biobío. Un disco con el que Melo se reencontró, gracias a la insistencia de los músicos más jóvenes del grupo, Nico Ferrada y Marcelo Díaz.
“Me costó harto cantar, así que me pasa algo que le pasa a mucha gente con su primer disco, que no me gustó mucho. Estuve divorciado hartos años y de repente pasaron los años y las nuevas generaciones, el Nico Ferrada y el Marcelito Díaz, nos decían oye, pero si ese disco es increíble, por qué no lo tocan. Lo volví a escuchar y dije, bueno, en realidad no está tan mal. Fue divertido volver a encontrarse con ese tipo de canciones más largas, muy voladas”.
Las entradas para ver el show de Santos Dumont en Teatro Biobío (Avda. Costanera Raúl Silva Henríquez 477) este 1 de agosto, están disponibles en el sistema Ticketplus.
Uno de los invitados será el ex baterista de Los Bunkers, Mauricio Basualto, quien reaparecerá en vivo luego de haberse retirado de su banda madre en febrero pasado en un show en Iquique.
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