“Es una pesadilla”: mujeres afganas temen convertirse en “las grandes víctimas” tras el regreso de los talibanes al poder

Mujeres afganas esperan recibir trigo gratis donado por el gobierno durante una cuarentena, el 21 de abril en Kabul. Foto: Reuters

Aunque en un esfuerzo por suavizar su imagen los insurgentes llamaron ayer a las mujeres a sumarse a su gobierno, varias activistas creen que la situación retrocederá a los niveles vistos durante el anterior régimen de los fundamentalistas.


En su anterior gobierno, entre 1996-2001, los talibanes impusieron una visión ultraortodoxa de la sharia, o ley islámica, que impedía a las mujeres de Afganistán estudiar o trabajar, salir de la casa si no estaban acompañadas por un pariente masculino, y las obligaba a usar burka en público. Dos décadas después, las mujeres de ese país y la comunidad internacional temen que la historia se repita.

Zabihullah Mujahid, portavoz de los talibanes, hizo su primera aparición pública este martes para abordar las preocupaciones sobre el futuro del país en una conferencia de prensa. Además de prometer que “va a haber una amnistía. No habrá ninguna venganza” y decir que “no queremos que nadie se vaya del país”, aseguró que los fundamentalistas respetarían los derechos de las mujeres “en el marco de la ley islámica”, sin entregar más detalles.

“Tenemos derecho a actuar de acuerdo con nuestros principios religiosos. Otros países tienen enfoques, reglas y regulaciones diferentes... Los afganos tienen derecho a tener sus propias reglas y regulaciones de acuerdo con nuestros valores”, señaló el portavoz, advirtiendo que están “comprometidos con los derechos de las mujeres bajo el sistema de la sharia”.

“Van a trabajar codo a codo con nosotros. Nos gustaría asegurarle a la comunidad internacional que no habrá discriminación”, dijo Mujahid.

El portavoz de los talibanes, Zabihullah Mujahid, durante la primera conferencia de prensa, el martes en Kabul. Foto: AFP

Los insurgentes han animado a las mujeres a volver a sus trabajos y han permitido que las niñas regresen a la escuela, entregándoles pañuelos para que se cubran la cabeza en la puerta. Una presentadora de noticias incluso entrevistó a un funcionario talibán el lunes.

El jefe de operaciones de campo de la Unicef -la agencia de la ONU para la infancia- en Afganistán expresó un cauto optimismo sobre trabajar con funcionarios talibanes, citando las primeras expresiones de apoyo a la educación de las niñas. “Tenemos discusiones en curso, somos bastante optimistas basándonos en esas discusiones”, dijo Mustapha Ben Messaoud.

El trato a las mujeres varía dentro del mundo musulmán, a veces incluso dentro del mismo país, donde las zonas rurales tienden a ser mucho más conservadoras. Algunos países musulmanes, incluido el vecino Pakistán, han llegado a tener primeras ministras, mientras que otros, como el ultraconservador Arabia Saudita, solo recientemente permitió que las mujeres condujeran vehículos.

Aunque los talibanes han prometido que esta vez será distinto, muchas mujeres aún no confían. Un grupo de mujeres que llevaban pañuelos islámicos en la cabeza se manifestó brevemente en Kabul, con carteles exigiendo que los talibanes no “eliminen a las mujeres” de la vida pública.

Una mujer desplazada internamente de las provincias del norte se toma la presión arterial después de refugiarse en un parque público, el 10 de agosto, en Kabul. Foto: AP

“Las mujeres afganas sacrificaron mucho por la poca libertad que tenían. Como huérfana, tejí alfombras solo para obtener una educación. Enfrenté muchos desafíos financieros, pero tenía muchos planes para mi futuro. No esperaba que todo acabara así”, relató una joven afgana al diario The Guardian.

“Ahora parece que tengo que quemar todo lo que logré en 24 años de mi vida. Tener una tarjeta de identificación o un premio de la American University es riesgoso ahora; incluso si los conservamos, no podemos utilizarlos”, contó la mujer. “Cuando las provincias se derrumbaron una tras otra, estaba pensando en mis hermosos sueños de niña. Mis hermanas y yo no pudimos dormir en toda la noche, recordando las historias que mi madre solía contarnos sobre la era de los talibanes y la forma en que trataban a las mujeres”.

“Es una pesadilla para las mujeres que han estudiado, que piensan en un mañana mejor para ellas y las generaciones futuras”, dijo, por su parte, a AFP la estudiante Aisha Khurram, de 22 años.

Nadia Guhlan, una educadora social y escritora que dejó Afganistán hace 15 años para tratarse las heridas de una bomba, habló de su experiencia en una entrevista con Radio Nacional de España (RNE). “Estoy afectada y triste no solamente por lo que está pasando, sino porque he vivido ya este trauma en Kabul. La guerra civil es lo que más me ha afectado en mi propio cuerpo, con una bomba que cayó en mi casa, y los talibanes prohibieron a las mujeres que trabajaran y estudiaran. En mi caso, quedé analfabeta”, relató Guhlan, que empezó a estudiar a los 16 años vestida como niño, porque como mujer no podía.

Manifestación en apoyo de las mujeres y los niños afganos tras la toma del poder por parte de los talibanes, el martes, en Barcelona. Foto: Reuters

Según Guhlan, las mujeres serán “las grandes víctimas”, las que “sufrirán más”, porque aunque los talibanes se están mostrando más “moderados”, ella asegura que no lo son.

De hecho, la conocida periodista y defensora de los derechos de la mujer Humira Saqib aseguró en entrevista con el diario El País que “los talibanes han empezado a ir casa por casa buscando a las mujeres activistas”.

La sharia detalla los derechos y prohibiciones de la mujer. Una de las obligaciones es que deben llevar burka de la cabeza a los pies. Si no lo hacen, pueden recibir golpes y abusos verbales, mientras que si no ocultan sus tobillos, pueden recibir azotes en público. Además, deben tapar todas las ventanas de sus casas para que nadie las vea.

Entre otras de las prohibiciones, no se permite el trabajo femenino fuera de los hogares, y solo algunas doctoras y enfermeras tienen permiso para laborar en hospitales. Además, las mujeres no pueden realizar ninguna actividad fuera de casa, a menos que estén acompañadas por su mahram, o pariente cercano masculino, que puede ser su padre, hermano o marido.

Niñas afganas asisten a una clase en la escuela secundaria femenina Ishkashim, en la provincia nororiental de Badakhshan, el 23 de abril de 2008. Foto: Reuters

Tampoco pueden hacer negocios con hombres, ser tratadas por médicos masculinos, estudiar en escuelas ni universidades, mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio, usar maquillaje, hablar o dar la mano a hombres que no sean su mahram, reírse en voz alta, usar zapatos con taco o que suenen al caminar, tomar un taxi sin su mahram, y no pueden tener presencia en la radio, televisión ni reuniones públicas de cualquier tipo.

Asimismo, no pueden practicar deportes ni entrar a ningún centro deportivo, no pueden andar en bicicleta ni motocicleta, no pueden asomarse a los balcones, acceder a baños públicos ni viajar en el mismo autobús que los hombres.

También están detallados los castigos. El adulterio de las mujeres, por ejemplo, supone muerte por azotamiento o lapidación. La palabra de las mujeres carece de valor ante un tribunal, y los crímenes solo pueden ser probados por hombres. De hecho, en caso de que una mujer testifique por un delito, será sometida a 80 latigazos.

Además, la mutilación genital femenina y los matrimonios infantiles son comunes en estos países, y según la ONU, miles de mujeres son asesinadas cada año en nombre del honor de la familia.

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