De ‘Turista’ a protagonista de la historia del fútbol chileno: la carrera y el legado de Vicente Cantatore

Argentino de nacimiento, eligió Chile como su país. Como jugador fue campeón con Wanderers, en los recordados Panzers. Como técnico, llevó a Cobreloa a dos finales de la Libertadores y fue uno de los pocos técnicos nacionales que se ha destacado en Europa.



Vicente Cantatore le decía a todo quien quisiera escucharlo que era chileno. Había nacido en Rosario, Argentina, el 6 de octubre de 1935. Un cuarto de siglo después, llegaba a Talca para sumarse a Rangers. Formado en San Lorenzo de Almagro, vistió las camisetas de Tigre y Talleres de Córdoba en su país antes de ponerse la rojinegra. En el Maule no lo recibieron bien. La atención estaba puesta en otro fichaje, a todas luces más estelar: junto a él llegó Ángel Labruna, emblema de River Plate que ya estaba en la recta final de su exitosa carrera. A Cantatore lo miraron casi con desprecio. Lo bautizaron como El Turista. Decían que venía a pasear a Chile. Se equivocaron rotundamente. El transandino no solo se consolidó como futbolista. Lo hizo también como técnico, al punto de convertirse en uno de los entrenadores más trascendentes de la historia del fútbol chileno. En Talca lo eligieron en el equipo ideal histórico del club. Labruna, por cierto, alcanzó a jugar cinco partidos y marcó apenas un gol. “A mi llegada la prensa me tildó de ‘el turista’, pues era Ángel (Labruna) la figura, y yo solo un acompañante. Esa historia, con el paso del tiempo cambió”, escribiría años más tarde, en 2002, en una columna publicada en el libro Un siglo rojinegro.

La carrera de Cantatore como futbolista continuó en Santiago Wanderers. En el cuarto año de su estadía, en 1968, se inscribió en la historia del club, al contribuir decisivamente en la consecución de su segundo título, con los denominados Panzers. Su siguiente club, Deportes Concepción marcó el término de su carrera como jugador y el inicio de su trayectoria como técnico. Lota Schwager y Audax Italiano también lo acogieron.

Fue en la banca donde el nombre de Cantatore se agigantó. Con Cobreloa consiguió dos títulos nacionales y lo condujo a dos finales consecutivas de la Copa Libertadores de América, en las que cayó frente a Flamengo y Peñarol. Esas campañas provocaron que en 1984 le ofrecieran dirigir a la Selección en un partido frente a México. La propuesta también abarcaría la opción de conducir el proceso rumbo al Mundial de México, en 1986, pero Cantatore decidió partir a España, donde conseguiría una amplia reputación.

El Valladolid, su primera estación en el fútbol del Viejo Continente, lo considera el mejor técnico de su historia. Y no es para menos. En su segunda gestión en el club (la primera se interrumpió por desacuerdos con los directivos respecto de la conformación del plantel), lo convirtió en protagonista: lo llevó a la final de la Copa del Rey, que perdió ante el Real Madrid, y, como consecuencia, lo insertó en la Recopa Europea. Fue el nacimiento del denominado Europucela, contracción entre la denominación continental y el apodo del club.

En 1989 firmó por el Sevilla y, otra vez, resaltó. A los andaluces los llevó al sexto puesto de la tabla en la liga española y los clasificó a la Copa de la UEFA. En la siguiente temporada, llegó a dieciseisavos de la competencia continental y remató octavo en la liga. El 29 de mayo de 1991 dejó el club.

Menos de un mes después de su salida del Sevilla, Cantatore estaba de vuelta en el fútbol chileno, ahora para dirigir a Universidad Católica. Logró la Copa Chile de 1991 y la clasificación, en la liguilla, a la Copa Libertadores del año siguiente. Rosario Central y Gimnasia y Esgrima en Argentina fueron las estaciones intermedias antes del otro gran desafío que asumiría en Chile: la banca de Colo Colo. Sin embargo, la campaña de los albos en 1994 fue discreta y marcada por la disputa electoral entre Peter Dragicevic y Eduardo Menichetti. El técnico se fue sin aplausos.

Tenerife y otra vez el Valladolid marcaron su retorno a España. Al Pucela lo salvó del descenso y, otra vez, lo insertó en un torneo continental, con lo que agigantó su leyenda. En 1997, en todo caso, sintió la ingratitud de frente: lo despidieron en un programa de radio. Había arrancado con tres derrotas la temporada y había discrepancias respecto de su contrato. Ese mismo año, duró 20 días en la banca del Sporting de Lisboa, al que renunció argumentando motivos personales. Un año después, aceptó la banca del Betis, al que renunció estando colista. Esa vez enunció la posibilidad de ponerle fin a su carrera. El cambio de década lo sorprendió en el Sporting de Gijón, su último trabajo como DT.

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