La cara la pone Vidal

Arturo Vidal, en el entrenamiento de la Roja en la víspera de medirse a Venezuela.

"Un futbolista de una influencia sideral que se explica peor de lo que se percibe. El mejor jugador del mejor Chile de la historia. Un tipo que cala y contagia. Con leyenda y episodios comprobables de discutible profesionalidad, pero de una entrega exagerada y una sinceridad avasalladora en todo lo que hace. Con menos cabeza que alma, pero trascendental".



La Roja tiene otra cara. Al equipo no le tiemblan las piernas y la continuidad del seleccionador ya no cuelga de un mal resultado. Los viejos vuelven a estar vigentes y a la vez se sentencia que la renovación es empíricamente un hecho. Todo cabe de una semana a otra, una cosa y la contraria, en un mundo tan fugaz y resbaladizo como el del fútbol. Del “como se pierda ante Perú se acabó lo de llegar a Qatar” al “Chile no sabe perder en Venezuela” se pasó en lo que se tarda en calentar una pizza. Del semblante triste que tocaba el viernes a la carcajada que se escucha hoy. No son confiables las conclusiones ni duraderos los botes del balón, pero al mirar hacia la portería cuesta quitarle la razón a un estado de ánimo.

La Roja tiene otra cara. Se la modificó Arturo Vidal (33), un futbolista de una influencia sideral que se explica peor de lo que se percibe. El mejor jugador del mejor Chile de la historia. Un tipo que cala y contagia. Con leyenda y episodios comprobables de discutible profesionalidad, pero de una entrega exagerada y una sinceridad avasalladora en todo lo que hace. Con menos cabeza que alma, pero trascendental. Toca el corazón de una legión de hermanitos que va conquistando por cada camarín que pisa y pasa a la posteridad dentro de la cancha con pasajes que a veces no concuerdan con el talento que se le imagina. Aquellas pelotas que le quitó a Vinicius por sus santos bemoles sosteniendo al Barcelona de Messi en el clásico o el rey gol del otro día ante Perú, que se queda para siempre en el cajón chileno de los inolvidables.

Y fue ese gol el que le cambió la cara a la Roja. Un remate impropio de alguien que no pasa por cañonero y hasta un punto discutidor de las leyes de la física por cómo entró en el arco. Un zambombazo de efectos devastadores hacia la tristeza. La borró del mapa de Chile. Toca, salta, defiende, anima, reclama, ayuda, despeja, remata, asiste, corre de área a área, baja al suelo, batalla y mete el gol del año, el más bonito de la era Rueda. Y desde entonces el equipo jugó sonriendo y ordenado, convencido y agrandado, compaginado. Todo lo contrario que le sucedió a Perú, que se vio de repente sumergido en un panorama de imperfecciones y complejos.

Y como broche a su reconquista de la Roja, Vidal se animó a reconciliarse para la galería con Claudio Bravo en ese choque de manos ya titulado como la paz del Nacional. Un toque breve y nada efusivo, pero de significado enorme. Un mensaje de unidad que esta selección y sus fieles necesitaban, de la misma carga emocional y simbólica que el final de las madres divididas en la serie Patria (si no la han visto aún, les conviene remediarlo con urgencia). Un gesto tan insignificante como mayor.

Y justo con Claudio Bravo, otro de los responsables de que la Roja hoy tenga otra cara. Un arquero acabado que vuelve a empezar. Escondido por las lesiones y la inactividad de unos años en la banca, despreciado también por ese roce con Vidal tras caerse del Mundial de Rusia, al meta de Chile se le dio por concluido. Y, sin embargo, recalentado por Pellegrini y su Betis, Bravo ha estrellado el carné de identidad contra la pared. Dice que ya no tiene 37 años. Deja un tapadón por partido. Y manda, y juega con los pies, y protege, y transmite. Y airea también una evidencia: a esta Roja, pese a los que ya creen divisar el recambio, aún invisible, le pone contento mirar hacia atrás.

Todavía vive la Selección de lo que recuerda. De que Isla supere el Covid y le dejen jugar, de que a Alexis le den más minutos (aunque cuando se los dan, protesta Rueda), de que Beausejour retire su retirada, de que el Rey siga siendo el Rey y de que Bravo vuelva al arco como paso previo a recuperar la capitanía. Y dentro de un rato de que retornen Medel y Aránguiz de sus lesiones. Cuanto más atrás se remonta, mejor le va a Chile. Y eso sigue siendo un problema. Pero para pasado mañana.

Hoy la Roja tiene otra cara. Al menos por unas horas. Venezuela decide si le dura solo un rato o ya hasta marzo. O más bien lo decide Vidal.

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