Cuando Gianni Infantino postuló a la presidencia de la FIFA, juró que gobernaría con transparencia para terminar con la corrupción. Pero al final, ha demostrado que todo sigue tratándose de dinero y poder. Lo hizo, por ejemplo, cuando trató de parar investigaciones en FIFA contra el organizador de Rusia 2018, Vitaly Mutko, castigado de por vida por el COI por comandar el programa de doping ruso. Ahora, en el último congreso FIFA en Ruanda, Infantino intentó aprobar a la fuerza dos torneos megamillonarios con inversores cuya identidad dice no poder revelar.

Ya en marzo propuso en Bogotá una Nations League global y un Mundial de clubes de 24 equipos, con inversores ofreciendo US$25 mil millones en 12 años, a cambio del 49% de los derechos y ganancias de estos torneos. Todos prendieron su alerta, más aún porque el mecenas secreto bien podía ser Arabia Saudita. Ahora con el gobierno saudí envuelto en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi, Infantino aclaró que la plata no venía de ningún estado. Técnicamente puede ser cierto, pero se ha reportado que el inversor secreto es el fondo japonés SoftBank, cuyo principal aportador es… el fondo soberano saudí.

Europa está alarmada. Aleksander Ceferin, presidente de UEFA, se enfureció con Infantino y amenazó con pararse e irse si se votaba algo. Dice que el fútbol no está a la venta y no entiende la urgencia del suizo de votar sin consultarle a nadie, solo porque hay mucha plata. Su mayor preocupación es lo turbio de toda la propuesta, la recarga para los futbolistas y el riesgo de aumentar aún más la riqueza de los clubes grandes. Ceferin forzó a Infantino a suspender todo y formar un grupo de trabajo para analizar el proyecto.

Yo me pregunto, ¿por qué Infantino actuó solo y en secreto, pretendiendo que le aprobaran todo sin explicar nada? ¿por qué tanto apuro? ¿está pagando algún favor? Amo el fútbol, pero no así. Los jugadores se han vuelto mercancía y los hinchas, cajeros automáticos. ¿Y la pelotita? Ahí, aguantando apenas