Columna de Ascanio Cavallo: El momento tan temido

A man casts his vote during the presidential primary elections in Santiago, on July 18, 2021. - Chile returns to the voting stations this Sunday, July 18, to vote in the presidential primaries on the right and the left wing parties, ahead of the November elections, in a busy electoral year marked by COVID-19. (Photo by JAVIER TORRES / AFP)


Las primarias del domingo pasado se convirtieron en la sexta elección del año políticamente más recargado de la historia. En principio, las primarias son eventos internos, propios de los militantes y los simpatizantes, pero el modelo chileno les da la posibilidad de convertirse en eventos nacionales, como ocurrió el domingo.

La verdadera sorpresa de estas primarias no fueron los vencedores, sino el volumen de votantes, que las convirtieron en las más grandes en términos absolutos. Es posible que las votaciones de Chile Vamos y del pacto FA-PC hayan sido subsidiadas por votantes ajenos, pero por ahora esa es sólo una hipótesis. Lo que importa es que esa concurrencia fue aún más significativa en términos relativos, porque no estuvo el conglomerado que solía batir las marcas, la centroizquierda.

Esta ausencia tiene el olor de un error estratégico. No es tan raro, porque en el último año los partidos de Unidad Constituyente han cometido torpezas involuntarias y de las otras en abundancia y tendrían buenas razones para culparse unos a otros. Pero eso ya es inútil.

¿Qué acción, qué ocurrencia, podría empatar el alcance de una primaria con tres millones de personas, que concentró la atención del país y hasta del mundo? La proclamación de Yasna Provoste, el viernes, ya convirtió esa interrogante en un problema inminente, que puede derivar en a) varias candidaturas y el fin oficial de Unidad Constituyente, o b) una candidatura unitaria reforzada, con algún tipo de espectacularidad que aligere las disensiones y las dudas.

Por supuesto, es pertinente preguntarse si, como las manías, esta situación no es más que el síntoma de una patología más profunda. Y tiene que serlo: de otro modo resultaría difícil explicar una encrucijada impropia de políticos tan adultos y experimentados como los que tiene ese sector. Quizás también sea pertinente reflexionar por qué esta es la segunda vez que ese mismo grupo no realiza primarias presidenciales (y en la anterior fue derrotado con largueza). Pero esos son temas más largos.

Tal como van las cosas, la elección presidencial podría plantearse entre unos seis o siete candidatos y tres grandes grupos -pero sólo si en Unidad Constituyente se da la situación b)-, en un esquema electoral parecido al de 1970, cuando el grupo situado en el centro (en ese momento, la DC con Radomiro Tomic) fue brutalmente apisonado por los dos flancos, con un masivo drenaje de votantes.

Por supuesto que las condiciones son muy distintas a las de hace 50 años. Y la primera de esas condiciones distintas es que las otras cinco elecciones de este año, realizadas con diferencia de semanas, han tenido resultados totalmente disímiles, hasta el punto de que no es posible establecer una hegemonía clara, ni siquiera una nítida base de supuestos para las parlamentarias de noviembre. Las disputas en curso en la Convención Constituyente reflejan, incluso de manera inconsciente, ese des-centramiento del poder. Alguien dirá que la ciudadanía ha seleccionado los productos conforme a cada necesidad. Puede ser. Lo claro es que no ha entregado votos de manera incondicional.

Aun teniendo en cuenta esas condiciones, el tercero excluido de las primarias, la equis de la ecuación presidencial, tiene ante sí las alternativas de potenciar las fuerzas que mostró en las elecciones territoriales, acaso a la manera de lo que le pasó a la derecha, que literalmente renació con sus primarias, o de verse licuada por la pérdida de su sustento social. Es una coyuntura dramática, que tiene una poderosa caja de resonancia en las listas de candidatos a parlamentarios, incluyendo a todos lo que quieren seguir, llegar o volver, y que se juegan una parte de sus opciones -no todas, no exageremos- en la selección de su mascarón de proa.

No está todo dicho. Pero en cuatro semanas, cuando se cumpla el plazo límite para la inscripción de candidaturas, no quedará por delante nada más que una campaña más breve que nunca, con un grupo de contendores totalmente nuevo y un cierto entusiasmo colectivo por experimentar.

Corren a contracorriente las fórmulas probadas, las caras experimentadas y las ideas garantizadas. Nada de eso está funcionando. Hay un solo elemento que permanece vigente, como en cierto modo lo confirmaron las primarias: la valoración de la gobernabilidad, definida ahora como una combinación de disciplina, tolerancia e innovación. Ni un gallinero nervioso ni una formación militar. Ni temples autoritarios ni caracteres hamletianos. Ni épica magnificente ni minimalismo barrial. Ni gritos ni susurros.

Una cosa rara.

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