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Columna de Héctor Soto: Cuenta y recomposición

28/07/2020 PRESIDENTE SEBASTIAN PIÑERA REALIZA CAMBIO DE GABINETE Mario Tellez / La Tercera MARIO TELLEZ

Las próximas semanas dirán qué alcances tiene el gabinete que el Presidente de la República designó esta semana. Aunque en su cuenta pública no entró en detalles, tanto el tono como el propósito de no radicalizar el ambiente con acusaciones duras fueron reveladores. La cuenta coincide con la necesidad del gobierno de ordenar a su coalición después del desbande a raíz de la reforma constitucional del 10%. De continuar el rumbo que traía, La Moneda iba derecho no al despeñadero, pero sí a las zonas muy frías del vacío político. La verdad es que el gobierno todavía no encuentra su piso de equilibrio. No obstante su resuelto esfuerzo por lograr acuerdos con la oposición y por corregir los desequilibrios sociales que la ciudadanía juzgó inadmisibles en octubre pasado, al Ejecutivo le ha sido difícil retener el apoyo del país políticamente moderado y a ojos vista se ha estado descapitalizando incluso en sectores que se definen de derecha. Se ha movido en el peor de los mundos, con adversarios cada vez más agresivos y lealtades en su sector que a su turno están cada vez más debilitadas.

El camino trazado por el Presidente para la recomposición de su gobierno en el año y medio que le resta consulta un mayor despliegue político, no tanto suyo como por parte de sus ministros. A pesar de haber llegado dos veces a la Presidencia y de tener una larguísima trayectoria en la escena pública, Piñera es un hombre que confía poco en la política, y lo cierto es que a él, en lo más profundo de su carácter, le interesa poco. A pesar de sus enormes capacidades, ni el carisma ni la conexión emocional con la ciudadanía son atributos suyos. Serán entonces los nuevos ministros los llamados a compensar o suplir las fragilidades del Mandatario en este plano y, desde luego, nada garantiza que lo puedan conseguir.

En un horizonte de gradual normalización sanitaria, que está avanzando aunque con desesperante lentitud, y de dramática desaceleración de la economía, con todas las heridas que esto conlleva, la tarea del gobierno debiera ser poner de nuevo al país de pie y recuperar al menos la simpatía o apoyo del tercio ciudadano que -puntos más, puntos menos- tradicionalmente se identificó con la derecha. Aún no está claro en qué momento preciso La Moneda comenzó a perder ese apoyo. Lo único que sabemos es que no habían transcurrido ni seis meses desde la vuelta al poder, luego de un triunfo electoral rotundo en segunda vuelta pocas veces visto, cuando el respaldo ciudadano comenzó a debilitarse por expectativas que no se cumplieron, por cadenas de errores que no se controlaron a tiempo y por palos de ciego que, después del episodio Catrillanca, dejaron a La Moneda a la deriva. Fue en esas condiciones que sobrevino el estallido de octubre. Es cierto que había aflojado mucho el apoyo ciudadano, pero más grave que eso era que la orfandad política se había profundizado.

No se necesita ver debajo del agua para anticipar que en los meses que vienen las variables de la recuperación económica y del orden público serán cruciales. Es fundamental que los nuevos ministros puedan desplegarse y que el Presidente aprenda a delegar mucho más de lo que ha sido su carácter y su historial. Esta es la primera vez que el Mandatario deberá trabajar con un jefe de gabinete que no pertenece ni a su círculo de amigos ni tampoco al grupo de sus colaboradores más próximos. Por lo mismo, podrá establecer él una relación que, siendo más distante, puede ser también más funcional y estar libre de las indulgencias que generan la cercanía o el sentimiento. Esto es política y no tiene nada que ver con el cariño ni la amistad.

En momentos en que la pandemia sigue estando muy presente, en que la destrucción de empleos ha sido descomunal, en que la izquierda se prepara sin mayor disimulo para una segunda versión del estallido y en que el país se acerca a fechas decisivas del calendario constitucional y político, el gobierno está obligado a recuperar la iniciativa. No es únicamente su desenlace lo que está en juego. Es también lo que Chile logró y aprendió en las últimas décadas.

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