LT Domingo

Columna de Héctor Soto: Poco antes del fin

El Presidente Piñera descató la participación en el plebiscito.

A Sebastián Piñera le queda menos de año y medio de mandato y es difícil saber cómo terminará. Sabemos cómo empezó este gobierno, con enormes expectativas, con la promesa de una red de protección para la clase media, que se fue aguando en el camino, y con la idea de los tiempos mejores, que el contexto externo se encargó de frustrar. Del desenlace no tenemos la menor idea.

Lo único claro es que el horizonte es sombrío. Solo un golpe de suerte podría salvar al ministro del Interior acusado constitucionalmente. Hay muy poco margen de acción para que La Moneda pueda ordenar al oficialismo ante la inminente votación del segundo retiro del 10% de los fondos acumulados en las cuentas individuales. Y va quedando poca confianza en que Hacienda pueda consensuar con el Congreso una reforma previsional, porque, en el caso de la oposición, esto pasa por liquidar las AFP y capturar para el sistema de reparto la totalidad del 6% adicional de cotización. La Moneda, desde luego, discrepa de esta fórmula y la negociación lleva meses y meses. Lo malo para el oficialismo es que el precio del acuerdo ha venido subiendo. Después de los resultados del domingo pasado, que la oposición bien o mal interpreta como un triunfo privativo suyo, las posiciones podrían alejarse todavía más, y como a Piñera no le incomoda negociar hasta que las velas no ardan, lo más probable es que el día que se alcance el acuerdo, ya vamos a andar por el cuarto o quinto retiro del 10%, de modo que quedará muy poco por reformar, simplemente porque el país se habrá farreado el sistema por completo. Un buen negociador no es el que nunca se da por vencido, sino quien sabe parar a tiempo, una vez que la paciencia se colma. ¿Qué es preferible? ¿Que no haya reforma de pensiones o que se apruebe una reforma ruinosa?

Lo que sí habrá -no hay que ser brujo para saberlo- serán sucesivos retiros del 10%. Es que la gente necesita la plata, dicen los diputados, en la más burda mascarada populista que el Congreso haya visto en su historia. Caraduras, los parlamentarios opositores descubrieron que esta es la mejor manera de destruir el sistema privado de pensiones: la fórmula tiene todas las ventajas del No+AFP y, además, reparte plata encima. Entre la cobardía y la tontera, los parlamentarios oficialistas que se prestan a este juego parecieran no darse cuenta de que, aparte de condenar a la gente a una vejez de pensiones mínimas, están vendiendo barata la cuerda con que el día de mañana serán ahorcados.

En un contexto así, es legítimo preguntar si existe alguna iniciativa legal que el actual gobierno esté en condiciones de llevar adelante. Aunque se sigue diciendo que no hay en el mundo mayor concentración de poder que en el presidencialismo chileno, curiosamente lo que aquí se ve es un Mandatario atado de pies y manos a lo que disponga el Congreso. De partida, porque dista mucho de tener como respaldo una coalición ordenada. Y también porque día que pasa va perdiendo su capacidad de persuadir a un conglomerado opositor que ya empezó a funcionar bajo las lógicas del maximalismo. Pensar que la actual legislatura pueda llegar a consensos medianamente razonables en materias como reforma de Carabineros, que es indispensable en las actuales circunstancias, es difícil. Ni hablar de la reforma a la salud. Menos de iniciativas sustantivas en materia de seguridad ciudadana, de ley de inteligencia o de modernización del Estado. Sobre pueblos originarios y La Araucanía, sabemos que el cuarto de hora ya pasó. Las cuentas de este segundo mandato son pobres. La oposición tuvo éxito en su cometido de hacer fracasar el gobierno. El legado del Presidente está básicamente en el manejo de la pandemia y en el “Acuerdo por la paz y la nueva Constitución”, del cual, por lo demás, todo el arco opositor está empeñado en borrarlo, no obstante que la iniciativa fue suya. Según los críticos de derecha, ese fue el momento en que Piñera entregó la Constitución para salvarse él. Pero el cargo tiene mucho de infamia. Después que el Apruebo capturó casi el 80 por ciento de los votos, es un poco injusto culpar a Piñera de la caída de un tinglado que, por lo visto, solo estaba prendido con alfileres. A un Presidente hay que pedirle que gobierne, no que haga milagros.

Que gobierne. De eso se trata. ¿Podrá hacerlo? ¿Tendrá espacio? Y si llega a tenerlo, ¿para hacer qué? El principal cometido debería ser la recuperación del empleo. Ahí tendría que estar el foco y es un tema donde tiene que involucrar más a la ciudadanía que a los políticos. También es un terreno donde tienen que mandar más los testimonios, que a Piñera pueden dárseles bien, que los discursos, que rara vez se les dan.

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