Ramiro y Olivetto: Las 1.300 horas de cautiverio del publicista brasileño

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Washington Olivetto junto a su esposa Patricia en su departamento en Sao Paulo en 2002. FOTO: AP

Tras el arresto de los secuestradores, la Policía de Sao Paulo descubrió que sus notebooks estaban protegidos por una contraseña. Un rasgo en común de la banda, su pasión por el fútbol, llevó a la clave desconocida: Colo Colo.


"Durante los 53 días que pasó en cautiverio, Washington (Olivetto) tuvo todos sus movimientos anotados a mano y digitados en computadores. Cada hora, minuto, segundo había alguien frente al pequeño monitor de ocho pulgadas instalado en la habitación contigua al cubículo, que transmitía en blanco y negro las imágenes capturadas por el lente colocado dentro del pequeño espacio. Un día de registros, escogido al azar, da una idea del infierno en el que (Mauricio Hernández) Norambuena y su banda transformaron la vida del publicista. Durante las casi 1.300 horas que pasó en manos de los secuestradores, él permaneció con la luz permanentemente encendida y con el sonido a todo volumen: cada CD cambiado era registrado por el guardia de turno". Así, por ejemplo, durante la jornada del 22 de enero de 2002, "Atila" -el nombre clave que los captores le asignaron a Olivetto- fue obligado a escuchar discos completos de Bob Marley, Chico Buarque, The Cranberries, Rita Lee, Tchaikovsky, Madonna, Caetano Veloso, Rachmaninoff, The Beatles, Beethoven, Bono Vox y Djavan, entre otros.

Este es parte del relato que el escritor brasileño Fernando Morais hace en su libro Na toca dos leões (En la guarida de los leones), de 2005, que dedica cuatro de sus 18 capítulos al cautiverio al que fue sometido el empresario Washington Olivetto entre el 11 de diciembre de 2001 y el 2 de febrero de 2002, cuando el entonces dueño de W/Brasil, la mayor agencia de publicidad de ese país, fue rescatado por la policía en una casa de campo a las afueras de Sao Paulo.

Morais, quien tuvo acceso a la información contenida en los notebooks de la banda de secuestradores liderada por el exfrentista chileno Mauricio Hernández Norambuena, cuenta precisamente en su libro la curiosa forma cómo la policía logró ingresar a esos computadores. "Después de que arrestaron a los secuestradores, el personal del Instituto de Criminalística de la Policía (IC) de Sao Paulo descubrió que poco podían hacer con los notebooks incautados a la banda: todos estaban protegidos por una contraseña desconocida. Incluso, utilizando los programas de descifrado más sofisticados que existen, lo máximo que se llegó a saber era que la contraseña tenía ocho dígitos, que podrían ser letras, números o ambos. Después de probar todas las alternativas (invirtiendo las fechas de nacimiento de los secuestradores, combinando las iniciales de los nombres de sus padres y sus madres con los nombres de íconos de la izquierda, etc.), los técnicos del IC notaron que había una característica común a casi todos los miembros de la banda: la pasión por el fútbol. Fue entonces cuando el investigador Onias Tavares de Aguiar le preguntó a uno de sus colegas:

- ¿Cómo se llama el famoso club de fútbol chileno?

Fue Claudemir Santos quien respondió:

- Colo Colo.

Bingo. Tecleado el nombre del equipo, más de 6.000 páginas de notas sobre todo el proceso del secuestro aparecieron en las pantallas de los computadores".

A raíz de la extradición de Hernández Norambuena esta semana a Chile, Morais cuenta a La Tercera detalles de cómo se gestó esta biografía de Olivetto y el lugar que su secuestro -a manos de la banda liderada por el "comandante Ramiro"- ocupa en Na toca dos leões. "El proyecto original era hacer un libro que contara los bastidores y la historia de W/Brasil, una de las agencias de publicidad más premiadas del mundo. En medio de mi trabajo de investigación, Washington fue secuestrado. Tras ser liberado, pensamos hacer un libro sobre el secuestro, ya que tenía acceso a información desconocida por la prensa. Pero finalmente el libro salió como fue concebido, solo que en medio de la historia de la agencia entraba el secuestro", relata el escritor, quien descarta haber omitido detalles de ese episodio a pedido de Olivetto. "Nada, cero. Publiqué rigurosamente todo lo que encontré", dice.

Ramiro

Desde su liberación, Olivetto ha evitado hablar del tema nuevamente. ¿El empresario le contó los motivos de esta decisión?

Por todo lo que sufrió en su cautiverio, parece que un inesperado brote de miedo se apoderó de Washington. Tanto es así que se negó a testificar ante la justicia como testigo de mi defensa por un proceso que recibí, proceso sobre algo que nada tiene que ver con el secuestro, sino con el entonces diputado Ronaldo Caiado, citado en el libro.

Usted conversó con Olivetto para escribir su libro. ¿Qué fue lo que más le sorprendió de su relato del secuestro?

Dos puntos me llamaron la atención, en todo lo que investigué sobre el secuestro. Lo primero fue el profesionalismo de los secuestradores, que invirtieron mucho dinero para montar la operación. Durante meses, antes del secuestro, Olivetto fue monitoreado las 24 horas del día por un equipo que se turnaba para seguirlo donde quiera que fuera y registrar todos sus pasos en hojas de cálculo en notebooks conectados entre sí. Incluso, llegaron a pensar en un plan B: ¿Y si, antes del secuestro, "el objetivo" se mudara al extranjero o tuviera un problema de salud, una hospitalización? Preparados para esta posibilidad, dividieron el grupo y pusieron a parte del equipo a monitorear a otro publicista rico, Nizan Guanaes. Otro hecho que llama la atención es que el grupo liderado por Hernández Norambuena decía buscar recursos, con un rescate millonario, para la lucha revolucionaria en Chile. Resulta que cuando Olivetto fue secuestrado, Chile era una democracia, el Presidente Ricardo Lagos era un socialista elegido libremente por los chilenos. Hacía ya 11 años que el dictador Augusto Pinochet había dejado el poder. ¿A qué revolución se destinaría el dinero si se pagaba el rescate?

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El juez Mario Carroza(i), interroga al ex frentista Mauricio Hernández Norambuena, alias, Comandante Ramiro, a un día de su llegada a la Cárcel de Alta Seguridad, tras ser extraditado desde Brasil.

FOTO: Eduardo Ramirez/ PODER JUDICIAL VIA AGENCIAUNO[/caption]

Pese al nivel de detalle de la operación, ¿usted detectó algún error de los captores?

El trabajo del grupo liderado por Hernández Norambuena fue extremadamente profesional. Uno de los pocos errores que identifiqué es que algunos de ellos usaban credenciales de reporteros de periódicos y agencias de noticias cubanas. Fui a Cuba y descubrí que los documentos cubanos eran falsos y, más que eso, el gobierno de Fidel Castro condenaba el secuestro.

¿Olivetto sintió en algún momento del secuestro que su vida estaba en peligro?

Sí, varias veces. Incluso, en los momentos que antecedieron a su fuga del cautiverio. Cuando las luces de la casa se apagaron, él temió que hubieran desconectado el ventilador que aireaba el cubículo para matarlo por asfixia.

¿Qué papel jugó Hernández Norambuena en el secuestro de Olivetto? ¿Fue el verdadero cerebro de la operación?

Hasta donde pudo alcanzar mi investigación, él era el cerebro y el comandante de la operación.

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