Raúl Figueroa, ministro de Educación: “Hay muchos papás comprendiendo a veces a la fuerza lo que significa ser parte del proceso formativo de sus hijos”

26.03.2020 ENTREVISTA A MINISTRO DE EDUCACION, RAUL FIGUEROA SALAS,EN DEPENDENCIAS DE MINISTERIO PARA LT DOMINGO DE LA TERCERA FOTOS: PATRICIO FUENTES Y./ LA TERCERA

“Será un año distinto”, afirma el ministro de Educación para calmar las ansias de padres agobiados por el nuevo sistema de educación online. También llama al Colegio de Profesores a tener una nueva disposición. “Aquí hay una crítica mezquina”, señala.


De los muchos frentes que se han visto afectados con el coronavirus, ajustar el puzzle del sistema educacional ha sido uno de los más complejos de administrar. No solo por la suspensión de clases que se mantendrá -al menos- por todo el mes de abril, sino también por el riesgo de aumentar la brecha social de la desigualdad entre alumnos que tienen acceso a internet y computador para seguir las clases on line y aquellos niños y jóvenes de sectores más vulnerables que no cuentan con buen acceso a esa tecnología.

El ministro de Educación, Raúl Figueroa, está consciente de que la brecha social sigue presente en el país y que en esta contingencia educacional vuelve a visibilizarse. “Estamos en una situación súper compleja, probablemente la más dura que nos va a tocar vivir como generación”, reconoce. Pero añade: “Tenemos que sacar adelante la educación de la mejor manera posible. Lo que estamos viviendo hoy día es un paréntesis”.

Hay incertidumbre. Muchos creen que la suspensión de clases se podría extender o incluso ser un año perdido.

Obviamente, este año va a ser un año distinto. ¿Pero un año perdido?

No. No se trata de un año perdido, sino que de un año diferente. Estamos en un escenario tremendamente incierto y complejo. El mundo entero ha debido adecuarse y nosotros hemos tenido que aplicar fórmulas de adecuación curricular para alcanzar los objetivos pedagógicos.

¿Qué hay que entender cuando dice que será “un año distinto”?

Que ya llevamos dos semanas sin clases presenciales y vamos a alcanzar otras cuatro semanas más. Es un período en que las familias, los alumnos, los profesores han debido enfrentar un desafío para el cual nadie en el mundo estaba preparado. Por lo tanto, si bien el año escolar va a cumplirse, tenemos que hacerlo con una mirada diferente, con objetivos más acotados.

Usted dijo que se va a modificar el cierre del año escolar, ¿eso no implica cerrar anticipadamente el año?

No. Vamos a tener un año escolar continuo, solo que va a terminar más tarde.

¿En enero?

A fines de diciembre y eventualmente los primeros días de enero. También va a significar un inicio distinto del próximo año. Tendremos que hacer esfuerzos para poder nivelar ciertos contenidos. Pero aquí, lo fundamental es enfrentar esta crisis con una disposición diferente. Si lo hacemos con la mirada de antes, no nos va a ir bien.

Esto requiere del apoyo de los profesores. ¿Los ve alineados?

-En general, veo un fuerte compromiso de todos los actores del sistema educativo, pero no veo lo mismo en algunos dirigentes del Colegio de Profesores.

¿En qué sentido?

En que han centrado su tiempo en la crítica y no en la colaboración. Esto está empezando. Necesitamos unidad frente a un enemigo que es un virus. Por lo tanto, no se trata aquí de buscar enemigos donde no existen. Ojalá que tengamos la claridad de jugarnos por un objetivo común.

Paréntesis en educación

Parte de la crítica del gremio apunta a que las clases on line profundizan las desigualdades porque no todos los alumnos tienen acceso a la misma tecnología...

-Para dar un contexto previo: lo que profundizó las desigualdades en el sistema educacional fue haber transformado la educación en un campo de batalla. Obviamente, tenemos la obligación de restituir el foco de la política educacional para que las brechas que hoy se evidencian desaparezcan. En ese sentido, la aparición del coronavirus marca un paréntesis en la acción que debemos enfrentar en educación.

¿Qué implica vivir en este paréntesis?

-Hoy día, aproximadamente 900 millones de estudiantes en el mundo están con sus clases suspendidas. Es una realidad excepcional que nos obliga a sacar adelante las mejores soluciones que tengamos a mano para que los niños sigan aprendiendo desde sus casas. Por ejemplo, decidimos mantener el programa de alimentación. Eso significó cambiar todo el sistema en 180 grados para asegurar que el millón y medio de niños que espera esa comida, la reciba. Otros países optaron por no hacerlo.

¿Y qué se hace con alumnos que tienen computadores y aquellos que no para poder acceder a educación en la web?

-Hemos hecho un plan de trabajo que incluye entrega de material impreso para aquellos niños y jóvenes de zonas rurales o sectores vulnerables. Estamos hablando de que ese material se está repartiendo en 3 mil 800 escuelas de todo el país.

Darle continuidad al estudio desde la casa es la función principal de este ministerio. Me impresiona que se nos critique por eso. Es una critica mezquina.

-El Colegio de Profesores ha puesto el foco en cómo se hace cuándo en una casa pueden haber cinco computadores y en otras ni uno…

-La crisis del coronavirus nos afecta a todos por igual. ¿Por qué lo digo? Porque esta no es la primera vez que Chile hay alumnos que están sin clases. El año pasado, el sistema perdió un mes y medio de clases. Fue una paralización motivada por cuestiones gremiales y afectaba a un grupo muy específico: los más vulnerables de nuestro país.

Los profesores ¿hoy están preparados para hacer frente a este escenario?

-Es un desafío mayor. Hay que mantener un ritmo de aprendizaje adecuado a las circunstancias. Luego tenemos un desafío de nivelación. No todos los niños y jóvenes van a volver a clases con el mismo nivel de aprendizaje. Habrá que nivelar. Y lo tercero es terminar el año escolar con las adecuaciones para cumplir con los objetivos pedagógicos. Por lo tanto, lo que se espera de los docentes excede con mucho el trabajo on line con sus alumnos.

Hay otros actores bastante agobiados con este sistema on line: son los padres y apoderados. Como que hay una cultura del rendimiento que genera mucho estrés…

Aquí nadie está pretendiendo que lo que ocurre tradicionalmente en una escuela se replique en la casa.

-¿Pero qué le dice a los papás? Hay bastantes reclamos. A su nueva rutina laboral, se suman tareas y niños en la casa…

Lo que yo veo es que hay muchos papás reencontrándose con sus hijos y comprendiendo –a veces a la fuerza- lo que significa ser parte del proceso formativo de los suyos. Todos tenemos –y yo tengo cinco niños, por lo tanto me sumo- que volver a comprender cómo convivimos, qué objetivos nos ponemos.

Esta situación, ¿no requiere flexibilizar ciertas medidas?

-Cuando un profesor dice que es importante que los niños sigan aprendiendo de una determinada manera, no está haciendo un llamado a estresar a los niños ni a generar un ambiente de agobio en la casa.

En la práctica está sucediendo…

-Los papás también tenemos que aprender a darle espacios de autonomía a nuestros hijos. Las tareas son para los niños, no para los papas. Y, segundo, el esfuerzo que hace el niño de seguir aprendiendo es parte fundamental de su propio proceso formativo. Se trata de tener una mirada más amplia y no quedarnos en la casuística. Estamos viviendo un momento que requiere de una nueva disposición. Es un mundo nuevo.

En este mundo nuevo, ¿podría quedar obsoleta la escuela tradicional?

-Obviamente, aquí se abren muchos espacios. A veces uno tiende a pensar que porque se abre un mundo nuevo todo cambia, pero lo que cambia son solamente los instrumentos. La esencia se mantiene.

¿Y cuál es la esencia de la educación?

Que efectivamente nuestros niños y jóvenes encuentren ahí las herramientas para desarrollar al máximo sus capacidades. Y para ello es clave mantener el foco en la calidad del aprendizaje. Si eso lo vamos a seguir desarrollando sobre la base de una educación a distancia, con uso intensivo de plataformas web o en un contacto directo entre docente y alumno, es una cuestión que siempre está siempre en revisión.

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