Cristián Arriagada, viudo de Javiera Suárez: “No contemplar la muerte como una realidad nos hace más débiles”

El médico profundiza en las ideas que plasmó en una carta a El Mercurio publicada esta semana. "No se trata de vivir con el pánico constante de que en cualquier momento me podría pasar algo, sino de entender que no es algo que podamos evitar para siempre", dice.


“La muerte como una realidad cercana”. Así se titulaba la carta que el lunes de esta semana, Cristián Arriagada Irarrázaval (40) publicó en El Mercurio. En esas escuetas catorce líneas, el cirujano plástico se refirió a cómo la proximidad de la muerte -en el contexto de la pandemia del coronavirus- podía ser una oportunidad para “cambiar nuestra vida, elevarla y darle una nueva y profunda dimensión”.

La corta y profunda reflexión de Arriagada se conoció al cumplirse diez meses y un poco más de la partida de su mujer, la periodista Javiera Suárez. En mayo de 2016 -cuando ambos cumplían siete meses de casados- se le diagnosticó un cáncer de piel con metástasis en varios órganos, justo cuando se enteraron de que ella estaba embarazada de su primer hijo. La firmeza de carácter, la actitud positiva y fe de la animadora de televisión fueron muy característicos del proceso que vivió por tres años, hasta que murió en junio del año pasado.

Cristián Arriagada, entonces, ofició de compañero silente. Muchas veces ella contó a la prensa cómo vivía la enfermedad y enfrentaba sus oscuros pronósticos, mientras él optó por un rol discreto. Hoy, tras la carta del lunes, habla con La Tercera PM sobre la proximidad de la muerte, un debate que se instaló públicamente por la crisis sanitaria y que nos ha llevado a enfrentarnos con temas incómodos, como la enfermedad y la vulnerabilidad humana.

El médico no quiere hablar directamente de lo que ocurrió con Javiera y su proceso posterior a su muerte, pero sí profundiza -en una entrevista que contestó por escrito- en las reflexiones que se asomaron en la carta del lunes.

“Desde hace ya bastante tiempo que he venido tratando de encontrarle sentido a lo que me ha tocado vivir. Me considero un afortunado, tuve una educación que obligó a adaptarme a muchas realidades distintas y me hizo resiliente. Gracias a eso he salido fortalecido de cada una de las experiencias difíciles que me han tocado y las veo como momentos de crecimiento”, parte diciendo Arriagada.

-¿Por qué decidiste enviar una carta?

Entre los muchos regalos que dejó la Javiera, hay uno con el que no he sabido lidiar bien y al que no le había encontrado un sentido. Siempre me he considerado una persona más bien privada y un poco introvertido, la exposición mediática no era algo que me llamara la atención ni que supiera manejar. Desde el fin de año pasado se ha hecho evidente la falta de líderes positivos en Chile: la polarización política y social, el escarmiento público en redes sociales y el alto costo personal, tiene a mucha gente que podría ser un aporte con temor y en silencio. A esto se sumó el coronavirus, que detuvo completamente nuestras vidas y abrió espacio a tener más tiempo para mirar hacia adentro y reflexionar. En ese contexto, entendí que lo que me moviliza es la gente y sus problemas o necesidades, intentar ofrecer soluciones o acercarlos a ellas. Y dado que estábamos todos encerrados, qué mejor manera de aprovechar las redes sociales para transmitir una visión más positiva y optimista del momento, sin dejar de lado la realidad que estamos viviendo.

-En tu carta das como algo positivo el “aceptar e incorporar la muerte como una realidad cercana e ineludible”. ¿Por qué hemos optado por dejar la muerte en una posición lejana a nuestra vida?

El mundo y el ser humano ha avanzado muy rápido en las últimas décadas, logrando avances tecnológicos que no nos habríamos imaginado. La inmediatez, la globalización y la sensación de poder estar en todos lados con un click, nos han ido sacando de nuestra humanidad. En momentos pareciera que no tenemos límites. Los avances en la medicina y la ciencia han logrado extender la vida al punto de que muchas veces dejamos de considerar la muerte como una posibilidad o una realidad. Es comprensible que en momentos como éste, los gobiernos y la sociedad en general estén ocupados de encontrar soluciones y curas efectivas para el coronavirus, pero también es real que, como nunca antes, nos hemos visto expuestos a una infinidad de noticias catastróficas y recuentos de mortalidad en Chile y el mundo en forma diaria. Como le leí hace poco a Yuval Harari, las mentes más brillantes ya no están dedicadas a tratar de entender o darle sentido a la muerte, sino a intentar evitarla, y mientras la humanidad en su totalidad se hace cada vez más poderosa, nosotros como individuos todavía debemos enfrentar nuestra fragilidad.

-Tu eres médico... ¿Esos avances de la medicina tienen, según tus reflexiones, luces y sombras en ese sentido?

La medicina ha jugado un rol central en todo esto. Todos los avances han ido destinados a alargar y mejorar la vida. Con frecuencia escuchamos o leemos cómo cada vez vivimos más y cómo eso afecta cosas cotidianas, como los cálculos de montos de pensiones. La muerte está tan lejos de nuestras vidas y de nuestras preocupaciones, que no es hasta que nos visita muy de cerca, que nos remueve y nos hace cuestionarnos algo. Durante varios años tuve la suerte de trabajar en una Unidad de Pacientes Quemados, y es increíble ver cómo ha cambiado la visión en torno a la muerte aún en casos tan extremos: ningún paciente se nos debe morir, nos jugamos el 100% y damos la batalla hasta que no nos queden más opciones. Enfrentamos la muerte de un paciente como algo personal y que podría haberse evitado, revisamos todas nuestras acciones para entender qué hicimos mal o podríamos haber hecho mejor. Nadie te enseña ni te prepara para enfrentar una realidad que sabemos que muchas veces es ineludible.

-¿Por qué es un buen momento ahora para acercar el tema de la muerte a nuestras vidas, en un contexto de incertidumbre, ansiedad y miedo? Todas las políticas sanitarias y peticiones por parte de alcaldes, por ejemplo, van más bien por el lado contrario...

Es razonable que los líderes sociales estén concentrados en las soluciones y en transmitir calma a las personas. Lo más importante hoy es la seguridad y la salud de las personas, y eso abarca lo físico y lo mental. Si no logramos un mínimo bienestar, difícilmente vamos a lograr un espacio para la reflexión. La ansiedad y el miedo se enfrentan con una buena planificación y comunicando buena información, en la medida que podemos comprender lo que está pasando es más fácil aceptarlo y convivir con el momento. Una vez que recuperamos esa calma mínima es que podemos dedicarle un poco de tiempo a esto otro.

“La mayoría de nosotros no logra vivir en el presente”

-¿Cómo te cambia la cercanía a la muerte tu percepción de la vida?

Desde una mirada distinta, creo que el no contemplar la muerte como una realidad nos hace más débiles como especie. Nos sorprendemos constantemente frente a la noticia de que alguien murió por alguna razón, cuando en realidad lo increíble es que estemos vivos, a pesar de la fragilidad del ser humano. No se trata de vivir con el pánico constante de que en cualquier momento me podría pasar algo, sino de entender que no es algo que podamos evitar para siempre y que no hablar del tema o dejarlo para otro día no va a hacer que desaparezca.

-¿En qué sentido dices en tu carta que la cercanía de la muerte “eleva” nuestra vida? Siendo que tanta gente le tiene miedo...

Stefan Zweig hace una reflexión en torno a la muerte: “No basta con pensar en la muerte, sino que se debe tenerla siempre delante. Entonces la vida se hace más solemne, más importante, más fecunda y más alegre”. Hoy en día vivimos bajo la premisa de que vamos a estar acá hasta los 80 años. Eso lo único que hace es abrirnos un espacio para excusarnos de no hacer hoy lo que realmente queremos hacer. La mayoría de nosotros no logra vivir en el presente y está constantemente planificando o viviendo en pos del futuro, y esto genera dos problemas esenciales: el primero, tiene que ver con una tremenda ansiedad por lograr ciertos estándares de vida en ese futuro, la mayoría imaginarios e irreales. El segundo, que desperdiciamos la posibilidad de vivir o hacer hoy lo que realmente queremos hacer. Entender y aceptar la muerte como una posibilidad real y cercana nos recuerda todos los días que hay ciertas cosas que no podemos dejar para mañana porque mañana puede no llegar. Decirle a tu esposa e hijo cuánto los quieres y darles un beso todas las mañanas, pedir perdón o resolver ese conflicto con alguien importante, sentarse en el pasto y disfrutar el aire libre o ese ratito de sol, meter los pies al mar cada vez que pueda… todas son oportunidades que no podemos dejar escapar hoy, porque puede que sea la última vez.

-Con la pandemia del coronavirus vemos muchos casos de muertes que se producen rápidamente, dejando poco tiempo a las familias para enferntarlo. ¿Cómo se puede preparar uno en tiempo exprés para aceptar que viene la partida de un cercano?

En mi opinión, no es posible prepararse en forma exprés para la muerte, ni para la propia ni para la de un familiar o persona cercana. El proceso siempre toma tiempo y para que sea fructífero hay que pasar por todas las etapas. Pero creo que hay que entender que lo más probable hoy es que no vayamos a morir, sino más bien que este momento va a pasar y rápidamente volvamos a nuestras vidas cotidianas y recordemos esto como una anécdota más. Lo que me parece un desperdicio es no aprovechar el momento de abrirse al concepto, a tener la conversación, a reflexionar sobre la muerte y qué tan preparado estoy yo hoy para enfrentarla. Lo más probable es que la mayoría de nosotros no lo esté, pero me parece un muy buen momento para empezar a priorizar y aprovechar el tiempo para lo importante, no vaya a ser que mañana ya no podamos.

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