Diálogo entre trincheras opuestas: La historia del Grupo de los 24

Pase lo que pase en octubre, lo cierto es que el proceso constituyente ha forzado un debate entre distintas miradas, algunas muy diferentes, por no decir antagónicas entre sí, para crear una nueva Carta Fundamental. Hace más de 40 años atrás hubo un primer ensayo de estas miradas cruzadas: se llamó “el Grupo de los 24”.


En julio de 1978 un grupo de 24 personas, principalmente abogados, pero también arquitectos, científicos e historiadores, firmaron un manifiesto en el cual señalaban su preocupación frente a la lentitud del proyecto de una nueva Constitución emanado por el Régimen Militar (proyecto que terminaría en la Constitución de 1980).

“A comienzos de noviembre de 1973 se constituyó, por decisión gubernativa, una ‘Comisión para que estudie, elabore y proponga un anteproyecto de nueva Constitución Política y sus leyes complementarias’”, explicaba el escrito. “Han transcurrido desde entonces más de cuatro años y medio y aún no se propone ningún anteproyecto de nueva Constitución”, criticaba.

El documento -que pertenece a la Fundación Patricio Aylwin- agregaba que la creación de esta carta fundamental era “una tarea nacional que ningún sector puede monopolizar como de su exclusiva incumbencia, sino que compete a todos los chilenos, especialmente a quienes por sus conocimientos, su experiencia, su representatividad o su espíritu cívico, puedan aportar a ella alguna contribución importante”. Esa fue la presentación en sociedad del Grupo de Estudios Constitucionales, “el Grupo de los 24”.

En 2009 Aylwin dio una entrevista en la Biblioteca del Congreso y habló del grupo. “Le doy mucha importancia (al grupo), porque en un momento en que se quebraba la democracia en Chile y se imponía un régimen de fuerza, semitotalitario, el Grupo de Estudios Constitucionales, de los 24, significó una reafirmación del compromiso democrático de chilenos de las más distintas posiciones políticas, porque en ‘el Grupo de los 24’ había desde un conservador muy representativo hasta un comunista revolucionario: el arcoiris de la vida política democrática chilena (...) después, los acuerdos y los trabajos del Grupo de Estudios Constitucionales han sido útiles para los gobiernos democráticos que vinieron después de la dictadura”.

El origen: La consulta del 78

¿Qué llevó a que se creara este grupo?¿Qué lo gatilló? Una de las razones, sino la principal, fue la consulta ciudadana hecha por el gobierno imperante en enero de 1978.

Un poco de historia: Cerca de esa fecha la Asamblea General de las Naciones Unidas había condenado a Chile por casos de violación a los Derechos Humanos. No era la primera vez: desde 1973 había una preocupación desde la entidad internacional sobre los límites de las libertades tras el abrupto fin del gobierno de Salvador Allende. Luego de la condena, Augusto Pinochet planteó consultar a la ciudadanía si considerada legítimo o no el gobierno.

En el libro El reencuentro de los demócratas, Aylwin recuerda que tras esta consulta se planteó crear un espacio que convocara a sectores opositores. Nace “el Grupo de los 24” se titula el capítulo en cual el fallecido mandatario detalla los pormenores. “El resultado de la consulta del 4 de enero nos puso en evidencia que teníamos por delante una larga y dura lucha. Pero los anuncios de Pinochet, el año anterior, sobre sus propósitos de avanzar en la institucionalidad del régimen político, nos imponían el deber de ser capaces de plantear una alternativa. En marzo tenía claro que esa era la tarea a que debía dedicarme”, dice.

Las primeras reuniones se realizaron en cafés en Santiago Centro (como el Santos), o en la oficina de Pedro Jesús Rodríguez (ministro de Justicia con Eduardo Frei Montalva). En el manifiesto, los 24 aspiraban a lograr llegar al mejor acuerdo posible para definir la función del Estado, asegurar el derecho de los ciudadanos para organizarse en un partido y participar en un gobierno, y que se definiera con claridad que la misión de las Fuerzas Armadas era “velar por la seguridad interna y externa del país”, entre otros.

El 12 de agosto de 1978 fue el encuentro oficial en Las Acacias, donde hubo unos 100 asistentes (lo que pese a todo se consideró un éxito). El período más álgido del grupo fue entre 1978 y 1981. Solo entre 1979 y 1981 se realizaron unas 165 sesiones.

Existen dos etapas del grupo: antes y después del plebiscito de 1980. Una vez que ganó la opción de la nueva Constitución, que la entidad rechazó (“la rechazamos por su contenido no democrático”, en palabras de Jorge Mario Quinzio), desde el grupo hubo un trabajo dedicado a revisar en detalle la propuesta y sus artículos. “Nuestro grupo ha venido postulando, desde sus orígenes, la vía de la Asamblea Constituyente como el mejor camino para generar una Constitución”, expresó Aylwin.

Reuniones frente al cerro Santa Lucía: “Los 24” puertas adentro

Los secretarios de ese intenso período fueron Humberto Nogueira, de la Universidad de Chile y Jorge Correa Sutil, de la Universidad Católica de Chile. Nogueira era un abogado veinteañero cuando asumió el cargo (en la historia del grupo también asumieron Zarko Luksic y Andrés Aylwin, entre otros)

Los integrantes de “Los 24” eran respetados en el mundo político y académico. “Era un honor pertenecer y la confianza del grupo me dio para poder desarrollar la secretaría ejecutiva del grupo”, recuerda Nogueira, director del Centro de Estudios Constitucionales de Chile de la Universidad de Talca. Las reuniones se efectuaban en un departamento con vista al cerro Santa Lucía, arrendado por Boeninger. La situación era precaria: no había muebles. Se pidió prestado una mesa al Partido Demócrata Cristiano. Gran parte del financiamiento vino de la Fundación Ebert, en Alemania.

“El grupo se reunió semanalmente -detalla Nogueira- y desde que se hizo la primera asamblea en Las Acacias (...) funcionó durante todo el periodo en que tuvo vigencia. Todos los jueves nos reuníamos de las 9.00 horas hasta las 13.00 de la tarde, y luego se reunía el comité directivo, que tomaba las decisiones administrativas”. A veces, Sanhueza prefería que las reuniones en su casa. Las que se hacían unas dos veces al mes.

Si bien había una comisión general (la Permanente), el ímpetu del trabajo hizo que se determinara subdividir en más comisiones como la relacionada a Partidos Políticos o sobre el Poder Judicial. Durante 1979, el Grupo de Estudios Constitucionales sacó al hilo los documentos Organización y funcionamiento del Poder Judicial, Bases Constitucionales de Orden Económico, y Bases Fundamentales de la Reforma Constitucional. Este último documento -considerado el más importante del grupo en ese período- constaba de unos 12 subtítulos. El primero decía: “Estamos de acuerdo en que la Constitución Política debe establecer en Chile un régimen verdaderamente democrático y en lo que ello significa”.

La importancia de presentar un “proyecto paralelo” a la propuesta de Constitución de la Junta era según Nogueira “orientar la perspectiva una salida del régimen autoritario militar”. Agrega que junto con esto se crearon estatutos específicos, de temas relevantes como la ciudadanía, la regionalización, el defensor del pueblo, los que fueron tomados por gobiernos tras el retorno a la democracia, como el propio Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos.

“No teníamos ningún poder”: Ceremonias y difusión

“En el nombre de Dios”. Así comenzaba cada sesión de la comisión Permanente recuerda el abogado constitucionalista Jorge Correa Sutil (DC). “Nosotros no teníamos ningún poder. Esto se transformaba en unos documentos que sacabamos a roneo que, medio se leían, medio no se leían por dirigentes estudiantiles que los llevaban a las universidades. Nuestra posibilidad de estar en el debate público era prácticamente nula, porque bueno, no había un debate público libre. El acceso a la televisión era completamente imposible, el acceso a los medios de prensa era imposible”, indica, salvo a través de pocos medios independientes.

“Pero a pesar de eso -destaca- las sesiones se abrían en el nombre de Dios, y se discutía como si estuvieran aprobando leyes para el país. Era muy solemne (...) y eso hacía que el debate fuera muy álgido, pero también en este ejercicio se transaba”.

“Creo que tuvo una importancia más política que constitucional”, reflexiona Correa, quien comenzó trabajando en el grupo como secretario de la subcomisión de Justicia, tras ser contactado por Aylwin. Esto, “porque reunió a un grupo que iba desde liberales de derecha como Héctor Correa y Julio Subercaseaux, con comunistas, como era Sergio Teitelboim (hermano de Volodia Teitelboim), pasando por todo el arco político de ese momento: MAPU, izquierda cristiana, distintas facciones del Partido Socialista, demócratas cristianos. Son grupos que habían mantenido desde los años del gobierno de Allende un creciente distanciamiento, lucha y falta de diálogo, en trincheras opuestas”, señala.

De alguna manera, según fuentes consultadas, las asperezas que había se fueron limando con el trabajo.

El 27 de diciembre de 1990 la facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la universidad le concedió a Sanhueza el grado honorífico de Profesor Emérito.

El diálogo: ¿la lección de los 24 para una eventual convención?

Uno de los hitos más importantes del inédito Acuerdo por la Paz y por una nueva Constitución en Chile del pasado 15 de noviembre fue su transversalidad, el diálogo entre distintos personajes de la actual política chilena.

“Queremos ponernos a la vanguardia de un verdadero contrato social con Constitución 100% democrática”, señaló el senador Jaime Quintana (PPD). La senadora de la UDI Jacqueline Van Rysselberghe señaló que “estar sentados acá es un esfuerzo de diálogo en un ambiente donde reinaba el miedo, la violencia y falta de paz”. Catalina Pérez, diputada de Revolución Democrática, expresó, “hoy la gente fue capaz de mover las barreras de la política, de mover las barreras de lo posible”.

¿Lo aprendido en gran parte de la historia del “Grupo de los 24” serviría en una convención sea Mixta o Constitucional? Javier Couso, profesor titular de Derecho Constitucional de la Universidad Diego Portales, indica: “Mi impresión es que fue un aporte más republicano y simbólico (recuperar valores de Estado de Derecho, respeto a DD.HH., separación de poderes y democracia) que el innovar en lo técnico-constitucional. De hecho, los documentos que elaboraron enfatizaban lo anterior”. Couso agrega que fue “un grupo que por primera vez juntó dentro de Chile (porque en exilio ya había ocurrido) a personas que había estado a favor y en contra de la Unidad Popular”.

Con todo, pese a todo hubo algunas divergencias entre “Los 24”. Al parecer Aylwin buscó lograr llegar a la democracia con un acuerdo en el que debería existir un diálogo con las Fuerzas Armadas, algo que no habría sido compartido por Sanhueza, según arrojó la investigación de este reportaje. También no hubo mucha participación directa de mujeres. Claro está que si participaron, como la abogada por Lilian Jara. Pero por ejemplo, si uno revisa la firma de los 24 de 1978, verá que no hay ninguna mujer.

Más allá de esto, prima el legado del diálogo, la lección de escuchar al otro que dejó. Correa Sutil resume: “Se ha instalado en el país con mucha fuerza la idea de que quien piensa distinto es un estorbo, que es alguien a quien tengo que vencer porque yo tengo la razón. Desde esa disposición no hay democracia posible, porque no hay predisposición al diálogo, sino a vencer. La democracia no crece si no hay ese ingrediente esencial del diálogo, y ese ingrediente esencial entre personas que se habían enfrentado duramente y que se habían culpado por el Golpe”.

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