Jaula Segura

aula segura

Así parece que se va a ir el primer año legislativo del gobierno. Pocas iniciativas relevantes. Reforma tributaria pasaría para enero o marzo recién en su primera votación en general; reforma previsional, anunciada para agosto, se presentaría a fines de octubre o noviembre; reformas laborales entrampadas en comisiones de expertos. Poco o nada en emprendimiento, en capacitación, en salud, en educación, en reforma del Estado.


El debate acerca del proyecto de ley sobre violencia en establecimientos educacionales -el denominado "Aula Segura"- ha demostrado una de las paradojas que se dan a veces en política: a pesar de hacer las cosas mal, pueden salir bien. Si del gobierno dependiera, metería a todos los vándalos en una celda, para después ver quién es el culpable. Sanción garantizada, jaula segura.

El proyecto está mal hecho. Ha sido objeto de justa crítica por parte de todos los expertos que han debido opinar acerca de él. Pedagogos y constitucionalistas han sido claros: la sola expulsión no es la solución; el problema es bastante más complejo como para simplemente trasladar overoles blancos de un colegio a otro; el proyecto vulnera garantías mínimas de debido proceso; ya existen otros instrumentos en leyes anteriores o proyectos en discusión. El gobierno ha admitido las graves imperfecciones de la iniciativa y se apresta a introducirle correcciones.

Pero a pesar de ser técnicamente un mal proyecto, el gobierno le ha sacado gran partido ante la opinión pública. Las imágenes de unos energúmenos quemando y destrozando establecimientos, atacando a otros estudiantes, rociando con bencina a profesores y lanzando molotovs a Carabineros, son sencillamente intolerables y repudiadas por la población. Eso no es libertad de expresión, como equivocadamente denunciaba la ACES hace unos días. No hay causa que justifique tal violencia.

Ningún apoderado desea que sus hijos corran riesgos en el aula. Ante las imágenes y los relatos de estudiantes y profesores amedrentados, humillados y agredidos, los apoderados sencillamente sacan a sus hijos de los liceos donde ocurren esos incidentes. Finalmente, lo que hacen los manifestantes es aniquilar la educación pública.

En ese contexto de impotencia, el gobierno reacciona con imagen de dureza. Y se lleva los aplausos del respetable. Da lo mismo si el proyecto es inconstitucional; después se verán esas technicalities. Lo importante en el guion del gobierno es destacar que, primero, había un ambiente de desorden que nadie controlaba; segundo, que este gobierno tiene mano dura y pone orden con este proyecto; y tercero, que existe un conjunto de políticos en el parlamento que son insensibles a la angustia de los apoderados y que obstruyen el proyecto por razones políticas.

Y así parece que se va a ir el primer año legislativo del gobierno. Pocas iniciativas relevantes. Reforma tributaria pasaría para enero o marzo recién en su primera votación en general; reforma previsional, anunciada para agosto, se presentaría a fines de octubre o noviembre; reformas laborales entrampadas en comisiones de expertos. Poco o nada en emprendimiento, en capacitación, en salud, en educación, en reforma del Estado.

Pero mucha acción legislativa efectista en materia de orden público. Proyecto sobre inmigración; proyecto sobre las llamadas "incivilidades" (grafitis, alcohol); seguramente pronto saldrá una enésima "agenda corta" que permita elevar algunas penas y limitar las libertades provisionales. Y junto a ello, el correspondiente reclamo contra la oposición por oponerse.

Ese es el guión de aquí a fin de año. La casa en orden, crecimiento económico, delincuencia, obstruccionismo de los políticos. No da como para dejar huella en los libros de historia. Pero es suficiente como para seguir surfeando, al menos por un tiempo, en las veleidosas aguas de la opinión pública.

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