La memoria de Campos, Fouillioux, Ibáñez y Tupper: el clásico universitario a través de lo que contaban sus mitos

Los hijos y hermanos de algunos ídolos azules y cruzados ya fallecidos recuerdan las anécdotas que estos les traspasaron sobre la intensidad de estos vibrantes enfrentamientos.


Después de una suspensión forzada por la calendarización de la Conmebol, con casi tres semanas de retraso, llega el clásico universitario. Un encuentro que sorprende a una Universidad Católica en la cima del torneo, pero evidenciando un bajón futbolístico, y a una Universidad de Chile con la misma irregularidad que mostraba en los tiempos de Hernán Caputto. Mañana, a las 18.30, ambos buscarán enderezar el camino en el césped del Estadio Nacional. Una rivalidad con historia que perdura a través de lo que se recuerda y se cuentan de unos a otros. Una leyenda construida por muchísimos futbolistas, algunos de los cuales ya no están, pero que aún permanecen. A través de lo que ellos mismos contaban y que sus hijos o hermanos siguen propagando sin olvidarse. El clásico universitario a través de lo que Campos y Fouillioux le contaron a sus hijos y Tupper e Ibáñez a sus hermanos. Otra manera de vivir una rivalidad entrañable.

“Mi papá decía que el clásico era con la UC, que con Colo Colo era puro marketing”

Cristián (45) es el hijo menor del histórico goleador Carlos Campos, máximo anotador estudiantil, con 198 goles. El Tanque, recientemente fallecido, supo lo que fue enfrentar a Universidad Católica. En su registro destaca como el jugador que más convirtió en la historia de los clásicos universitarios, con 14 goles.

Cristián, el menor de tres hermanos (Lorena y Carlos), repasa los primeros días sin su padre. “Se avanza, pero es difícil. El otro día tuve un llamado insólito. Un coleccionista me pidió la polera de mi papá, la negra del homenaje. Le dije que era una falta de respeto. Mi papá no lleva ni un mes fallecido. Le corté y le dije que hiciera como que la llamada nunca existió”, comienza diciendo.

El duelo ante la UC siempre fue especial para su padre. Toda su vida se lo hizo saber a sus hijos: “Para mi padre el único clásico era Católica. Mi papá decía que el clásico era con la UC, que con Colo Colo era puro marketing. Nos contaba que los clásicos en la noche se preparaban. Las universidades hacían bailes en la previa”, recuerda.

Sus 14 goles en los duelos frente a la UC fueron su gran orgullo. “Mi papá hablaba harto de los 14 goles que metió en los clásicos universitarios. Ante Colo Colo también era el que más goles había metido (16) y decía que estaba bien que Paredes lo quisiera alcanzar. Pero mi papá tenía una gracia, y él mismo lo decía, que ninguno de esos goles los hizo de penal o tiro libre. Fueron todos en jugadas de campo”, dice.

La humildad de Campos no lo hacía hablar de sus goles. Quizás, por eso mismo, no hay quién no lo recuerde con cariño: “Mi papá nunca habló de un gol suyo. Él siempre se recordaba el título que le ganó a la UC en 1962. (en el duelo anotó dos goles, en la victoria por 5-3)”.

Una imagen del Tanque y su hijo menor.

Hace casi diez años, el Tanque decidió reducir su visitas al estadio. En ocasiones asistía con su nieto Sebastián, fanático de la U. “Mi papá decidió no ir más al estadio porque quiso disfrutar más a su familia. Decía que ya había vivido mucho en el estadio. A veces iba a los partidos de Chile porque la ANFP le regalaba dos entradas o se aparecía en uno que otro duelo de la U. Pero la rodilla le dolía mucho y las escaleras le hacían mal”, dice.

Los clásicos empezaron a vivirse en familia. Todos fanáticos del equipo del Chuncho, salvo su yerno, Juan Pablo Pastene, el marido de Lorena. “Juan Pablo era de la UC. Ahí se tiraban tallas entre ellos, pero siempre en buena onda. A mi papá nunca lo vi pelear con nadie, nunca lo vi enojado. Mi papá es el mejor ejemplo que pudimos tener”, dice, algo emocionado.

“Mi papá era súper especial. Él decía que no se ponía nervioso, pero uno lo miraba y se daba cuenta que estaba raro. Celebraba para callado los goles. Pero siempre cantaba los goles antes, él sabía cuándo la jugada terminaba en gol. Siempre nos decía que el centro de los punteros tenía que ir hacia atrás porque los defensas irían en contrapie. Siempre cantaba los goles antes”, cierra.

El hijo de Carlos Campos, posando con una revista en la que aparece su padre.

“Mi papá siempre quiso ser la bandera de lucha contra la U del Ballet”

Alberto Fouillioux es un símbolo de Universidad Católica. Su nombre se recuerda como la bandera de la UC en los 60′, en la que los cruzados intentaban hacer frente al poderoso Ballet Azul.

El futbolista, que descansa en paz desde 2018, está en la memoria de los fanáticos de la cordillera. Su nombre, incluso, se le designó a una de las graderías del estadio San Carlos. “En ese momento de la distinción de la UC la relación estaba tensa. Mi papá necesitaba trabajar y sentía que la UC era el lugar apropiado. No se le dio la oportunidad. Él tenía su orgullo, pero estoy seguro de que lo disfrutó mucho”, recuerda su hijo menor Gonzalo Fouillioux (29). “Ese día de la distinción mi papá quedó marcado por otra cosa. Estaba recién trasplantado y se le acercó un hincha, lo felicitó por su gradería y le comentó que llevaba el riñón de su mejor amigo. Mi papá no supo cómo reaccionar”, recuerda el periodista.

Lo cierto es que el destacado delantero vivía al máximo los duelos frente a la U. “Mi papá me decía que los clásicos universitarios, además de los partidos de la Selección, era lo que más le gustaba jugar. Siempre me contaba que se sentía algo muy especial por el ambiente con 80 mil personas, por todo lo que había fuera de la cancha. Los partidos eran muy buenos y tenían mucho arrastre popular”, dice Gonzalo. “Para él era súper especial porque enfrentar a esa U del 60′ era medirse frente a los mejores. La U de esa época era la base de la Selección. El siempre quiso ser la bandera de lucha de un equipo que quería ganarle al mejor de ese momento, que era la U”, recuerda.

Alberto Fpuillioux y su hijo Gonzalo, en una imagen de la década del 90.

En la memoria de Don Tito siempre se guardó con especial cariño la disputa del torneo de 1961. Fue clave en la obtención del título frente a los azules, que debió cerrarse en una definición posterior. “Mi papá siempre tuvo en la memoria el partido del 61 que les dio el título. Llegaron los equipos igualados en puntaje, jugando muy bien. Siento que ese fue el peak de mi papá en la UC. Él era muy joven, tenía 21 años. Y se atrevió a patear el penal que le entregó el título al club, se echó el hombro al equipo. Él asumió la responsabilidad de tomar esa bandera y tirar al equipo para adelante”.

La relación de Foullioux con las figuras del Ballet Azul siempre fue amistosa. “Siempre se topaban en la Selección. A mi papá lo respetaban mucho porque lo encontraban bueno. Siempre estaban preocupados de la UC porque jugaba el Tito. No sé si alguna vez lo quiso la U, te mentiría, pero no me extrañaría. Sí alguna vez reforzó a la U para un partido contra Racing, en esa época en la que los clubes se prestaban jugadores para torneos internacionales”, cierra.

Gonzalo Fouillioux, compartiendo algunos recuerdos de su padre.

“Si mi hermano, el Bombero, hacía ese gol, se iba de la cancha”

Juan Carlos Ibáñez es uno de los jugadores más recordados por los hinchas azules de los últimos 30 años. El Bombero quedó en la retina por su velocidad y, sobre todo, por su particular celebración, que incluía un doble mortal hacia atrás. Ese talento acrobático lo adquirió en la adolescencia y sus hermanos rememoran el paso del delantero argentino por la U y esos clásicos con la UC.

En la segunda rueda de 1995, ambos rivales dirimían nuevamente el título y se enfrentaron el sábado 11 de noviembre, por la fecha 26. Y ahí el transandino pudo quedar en la historia tras convertir con una espectacular chilena. Sin embargo, el tanto fue anulado por una jugada peligrosa. “Él me comentó que si ese gol era válido se iba de la cancha, como una manera de decir que cumplió. Él nunca se explicó el porqué, la interpretación era jugada peligrosa, pero el impacto lo hace cerca de la cara de Ardiman. Me decía que, con esos tres puntos, no hubieran estado sufriendo hasta final”, cuenta José Cucho Ibáñez, uno de los nueve hermanos del goleador asesinado el 4 de octubre de 2015.

José Ibáñez, sosteniendo una foto de su fallecido hermano.

“El clásico universitario queda en la memoria en la familia. Si no fuera por ese gol anulado, hubiese quedado marcado para siempre. La UC se había reforzado muy bien, pero la U tenía grandes jugadores también”, complementa Julio Rodolfo, otro de los hermanos del acróbata azul. “El vivía esos partidos con la Católica de una manera muy especial. Siempre nos decía que era uno de los grandes rivales en esos años”, apunta Cucho.

Hasta el día de hoy la familia Ibáñez se identifica con los colores. Incluso, su equipo, Docentes A, conocido como la U del Chaco, juega el torneo de veteranos en el norte argentino con la indumentaria que alguna vez un hincha chilenos les regaló para que tuvieran un testimonio del Bombero en el cuadro estudiantil.

“Al Mumo le pagaba $ 500 por cada gol contra la U y como siempre le hacía goles, me salía caro”

Raimundo Tupper vive en el corazón y en la memoria de todos los hinchas de Universidad Católica. Seguramente, muchos lo recuerdan como un lateral de gran proyección ofensiva, sin saber que sus primeros pasos en el fútbol los dio como delantero. Y no era malo. Al contrario, era un peligroso puntero, de mucha llegada y con el arco entre ceja y ceja. Tenía un rival favorito, al que siempre le anotaba: Universidad de Chile.

“Siempre fueron partidos especiales, tanto para él como para la familia. Tengo una historia interesante con él. Desde chico, le pagaba por hacerle goles a la U, cuando estaba en las divisiones inferiores. Por darte un ejemplo, le pagaba 100 pesos por gol, pero si se los hacía a la U le pagaba $ 500. Antes de que llegara Luka Tudor a su división, él era el goleador del equipo y hacía muchos goles. Y a la U siempre le hizo goles, así que me salió caro”, recuerda Andrés, su hermano, ex gerente técnico de la rama de fútbol del club deportivo.

“En particular, recuerdo un clásico universitario, muy a los inicios de su carrera, cuando hizo un gol de zurda que fue el del triunfo, en el arco norte del Estadio Nacional, en 1988, por la segunda rueda del campeonato. Cuando le hizo ese golazo a la U me echaba la talla, que cuánto le iba a pagar ahora. Siempre fue uno de mis rivales favoritos y, por supuesto, para él anotarle a la U siempre tuvo una recompensa adicional que el solo ganar el partido”, agrega.

Andrés Tupper, mostrando un retrato de su hermano.

Andrés no recuerda con exactitud cuántos goles le marcó a Raimundo a los azules en las divisiones inferiores, pero sí sabe con exactitud que hubo partidos donde el pequeño futbolista se lució, por lo que no le quedó otra que abrir la billetera y premiar a su querido y talentoso hermano.

“Ha pasado tanto tiempo que no me acuerdo a ciencia cierta. Sin embargo, hubo algunas goleadas en que el Mumo hizo tres o cuatro goles que me costaron caro. Eso fue en las primeras categorías, porque después llegó Luka, que era un nueve nato. Como Raimundo tenía velocidad y manejaba los dos perfiles, lo movieron a la orilla. Entre los dos se cabrearon de hacer goles. El Mumo fue nueve durante mucho tiempo, después pasó a ser puntero. De hecho, debutó en el primer equipo como delantero. Luego, me parece que con Vicente Cantatore, lo hacen jugar de lateral por primera vez, en 1991. Nosotros no entendíamos mucho por qué lo hacían jugar de atrás, pero él era muy reservado. Nunca se quejó ni criticó esa decisión. Después entendimos que aportaba mucho más en esa posición”, asegura Andrés.

Quinientos pesos por gol es una cifra casi insignificante en la actualidad. Sin embargo, a principios de la década de los 80, esa cantidad sería algo así como $ 15 mil en el presente. ¿Qué hacía Raimundo con ese dinero? “Yo creo que se lo gastaba con los amigos, en dulces, helados, en divertirse. Él era chico y salía a jugar. Qué se yo en qué leseras se habrá gastado la plata. Igual nunca fue muy gastador el Mumo. Supongo que cuando grande capaz que ahorrara esa plata para comprarse un disco o algo”, cierra Andrés, a quien los clásicos universitarios lo unen con el recuerdo de su hermano.

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