Nicolás Ibáñez, presidente de la FPP, y salida de Mauricio Rojas: "Es una señal clara que la intolerancia dictatorial aún persiste en Chile"

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La Fundación Para el Progreso ha sido el centro intelectual de los ex ministros Varela y Rojas. Pero queda Ampuero.


En cuatro días han caído dos, pero aún les queda uno. La destitución de Gerardo Varela la semana pasada como ministro de Educación y la salida de Mauricio Rojas del Ministerio de las Culturas han marcado un rol nada de discreto de la Fundación para el Progreso (FPP) en el gabinete de Sebastián Piñera. Ambos ahora ex jefes de cartera han integrado el directorio de la entidad, y tras ambas bajas, ésta todavía tiene en la nómina a otro exponente: el canciller Roberto Ampuero.

Varela fue integrante del directorio. Rojas y Ampuero figuran en en el reparto de la FPP como "senior fellows". La fundación define en su sitio que  "nuestra misión es impulsar un cambio cultural que permita a cada persona desarrollar al máximo sus talentos y proyectos de vida, sin más limitaciones que el respeto por la dignidad de los demás".

Pero lo que en los últimos años ha hecho también conocida por el protagonismo de su director ejecutivo, Axel Kaiser. Frases suyas como "la educación no es un derecho" o su recordado encontrón con Mario Vargas Llosa, quien le dijo "esa pregunta no te la acepto", luego de oírle decir que "hay dictaduras menos malas, por no decir mejores" y "¿Cuántos en esta sala preferirían vivir en la dictadura de Maduro o en Cuba que lo que fueron los años 80 en Chile?".

La Tercera PM contactó esta mañana al presidente del directorio de la FPP y principal impulsor de esta,  el empresario Nicolás Ibáñez. Tomando los casos de Varela y de Rojas, sostiene que "son dos personas muy bien preparadas, de gran experiencia, generosas que, sin necesitarlo, se han volcado al servicio público porque creen que Chile puede y debe llegar a ser un país plenamente desarrollado y están dispuestos a entregar lo mejor de sí para lograrlo". Y que "como toda persona que se arriesga a la acción pública pueden ser sometidas a incomprensiones y a críticas injustas".

Y respecto al rol de la FPP, Ibáñez explica que "ellos son voluntarios. La fundación agrupa a gente diversa y dan tiempo para promover la ideas de una sociedad más libre, más digna, más próspera. No es una especie de institución que tenga un relato establecido y que tenga una estructura jerarquizada, formal, con la intención de promover, divulgar o imponer una visión. Es un grupo de personas que voluntariamente se han juntado para promover las ideas de una sociedad libre, responsable, más digna, más próspera y en paz. Y Mauricio se sumó a eso como intelectual independiente, y Gerardo también".

Pero ante la renuncia de Rojas y las críticas que recibió por sus dichos sobre el Museo de la Memoria, sostiene que su salida es "lamentable".

"Es una señal clara que la intolerancia dictatorial y los afanes hegemónicos aún persisten en Chile y se encuentran radicados en un área particularmente sensible como es la cultura", remarca.

Según Ibáñez, "Mauricio puede, efectivamente, hacer una gran contribución en materia de tolerancia, respeto, civilidad en el ámbito cultural, que suele ser dominado -curiosamente- por la intolerancia. Como liberales consideramos que la apertura de mente, la tolerancia, es un aspecto esencial".

-Pero él ya estaba bloqueado por todo el mundo cultural, su contraparte.

-Hay un grado de intolerancia antidemocrática, antiliberal, de parte de los segmentos de la sociedad que denuncian a Mauricio Rojas. En lugar de denunciarlo, debieran alabarlo, es una persona que ha sufrido en carne propia esto, vio los horrores del atropello a los derechos humanos de lado y lado.

Y añade que "el ministro Rojas consagró su opinión personal en su libro Diálogo de Conversos hace un par de años. Si alguien conoce de atrocidades, luego de sufrir violaciones de derechos humanos en su propia familia, es él".

Ibáñez subraya que "obviamente el Museo de la Memoria ofrece una visión sesgada de la historia: el típico doble estándar de los que, ensangrentados por las más horripilantes atropellos a los derechos humanos, denuncian la situación chilena sin hacerse cargo del verdadero genocidio que el ideario marxista ha provocado en el mundo entero ni tampoco de las causas del quiebre de la tradición democrática en Chile que fue propulsada por la vía armada que adoptó la izquierda en la década de los sesenta".

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