Patricio Zapata y el proceso constituyente: “El coronavirus no es sinónimo de amnesia, de olvidar los problemas de arrastre que tenemos”

FOTO: JUAN FARIAS LA TERCERA

El abogado constitucionalista cree que la crisis sanitaria no anulará las demandas por una nueva Carta Magna, pero que sí despejará el debate. "Las posiciones más maximalistas -y había maximalismo en el ‘rechazo’ y puede haber habido en el ‘apruebo’- probablemente van a estar más desfasadas, en un momento donde se hace más imperiosa la cooperación, el diálogo y la capacidad de ceder", dice.


El 25 de marzo era la fecha en que el abogado constitucionalista Patricio Zapata lanzaría la reedición de su libro “La Casa de Todos” de 2015, actualizando su análisis sobre la realidad nacional desde la perspectiva de la Carta Magna a la apertura del proceso constituyente que se dio en noviembre pasado.

Pero, como muchas cosas, el lanzamiento fue sometido a una cuarentena debido al coronavirus.

Zapata -cuyo libro pasó a llamarse “La Casa de Todos y Todas” y se encuentra en formato digital en la web de Ediciones UC- hace un análisis de las causas y consecuencias de la crisis social que comenzó el 18 de octubre, y de los distintos argumentos que abrazan los partidarios del ‘apruebo’ y el ‘rechazo’ a la nueva Constitución. Y en esta entrevista, reflexiona respecto de la postergación del plebiscito para el 25 de octubre y cómo la pandemia del Covid-19 y sus graves repercusiones económicas pueden influir en la discusión constitucional.

El abogado cree que la crisis sanitaria no anulará las demandas por una nueva Carta Magna, pero que sí despejará el debate.

¿Quién gana y quién pierde con la postergación del plebiscito?

No creo tener elementos para saber exactamente si esto va a beneficiar al ‘apruebo’ o el ‘rechazo’. Sospecho que vamos a tener una buena reflexión, más puesta en las ventajas y desventajas del ‘apruebo’ y el ‘rechazo’, y no una discusión sobre el clima de violencia que estábamos teniendo todavía a fines de febrero o principios de marzo. Entonces deja de ser un plebiscito sobre la violencia, como algunos querían transformarlo, para ser un plebiscito sobre el futuro constitucional del país. Si eso significa que hay más posibilidad para el ‘apruebo’, no me atrevo a aventurarlo.

¿Cómo puede afectar la pandemia y el muy probable agravamiento de la economía a cada una de las opciones?

Las posiciones más maximalistas -y había maximalismo en el ‘rechazo’ y puede haber habido en el ‘apruebo’- probablemente van a estar más desfasadas, en un momento donde se hace más imperiosa la cooperación, el diálogo y la capacidad de ceder. Eso no significa que vaya a haber más votos para el ‘rechazo’ o para el ‘apruebo’, significa que el clima de la conversación tendría que mejorar. Planteamientos del tipo “todo o nada”, “no voy a a ceder nada” o “yo exijo todo”, van a tener menos espacio porque va a ser muy evidente que se necesita mucha cooperación, mucha sensatez por el nivel o la magnitud del desafío.

¿Los partidarios del ‘apruebo’ están conscientes de esa sensatez y de la magnitud del desafío?

La gente del ‘apruebo’, y yo me incluyo, tendremos que convencer que justamente porque el desafío es muy grande, mayúsculo, la cohesión social es crucial. Y para tener la máxima cohesión necesitamos trabajar en la legitimidad de las instituciones, justamente para tener una respuesta cohesionada en lo económico y en lo social. Y claro, los partidarios del ‘rechazo’ van a decir que como tenemos estos problemas, no conviene distraer energía, tiempo, ni recursos en el tema constitucional.

El argumento económico, o de cuánto iba a afectar a la economía un proceso constituyente se esgrimió, por los partidarios del ‘rechazo’, antes de la pandemia. Ahora ese argumento se ha profundizado por la realidad mundial y cómo le va a afectar a Chile la crisis. ¿Cómo se defiende un proceso constituyente en ese contexto?

El principal argumento va a seguir siendo qué países están en mejores condiciones de enfrentar los muchísimos desafíos que se están viviendo en los tiempos que corren. Hoy día podemos estar pensando en el coronavirus, pero hace seis meses estábamos hablando del malestar, de la indignación de clases medias, de sectores jóvenes. No podemos ser niños de seis años con memoria de corto alcance, que pasemos de una crisis a otra y rápidamente olvidemos los problemas. Más bien hay que entender que se van a ir sumando. Hoy día tenemos la pandemia, que es una cuestión mayúscula, mayor, y vamos a tener problemas económicos, pero eso no significa que han desaparecido los problemas de cohesión social, de malestar. De hecho, en el mediano plazo podrían potenciarse.

¿Por qué?

La falta de crecimiento económico podría significar que se volvieran a agudizar los problemas sociales que tuvimos. Sigue siendo cierto que a los países les conviene tener las instituciones más legítimas posibles, porque eso ayuda a enfrentar el desafío que te toque. Y cualquiera sea ese desafío, la pregunta es, ¿tú quieres enfrentarlo con instituciones cuestionadas, percibidas por muchos como ajenas y con falta de cohesión social? ¿O quieres enfrentarlo con instituciones más respetadas, más legitimadas y con mayores niveles de cohesión social? Confío en que no va a haber amnesia, va a haber aprendizaje. El coronavirus es una fuente de aprendizaje de muchas cosas, y es una fuente muy dolorosa y terrible, pero eso no es sinónimo de amnesia, de olvidar los problemas de arrastre que tenemos.

¿Qué discusión que se ha dado a partir de la pandemia es interesante para analizar en una eventual convención constitucional?

Más allá de las críticas puntuales que se pueden hacer a la actuación de algunos alcaldes en algunos momentos, yo estoy convencido de que un aprendizaje de los últimos meses es que nuestros gobiernos locales han mostrado tener ciertas reservas de conexión con la ciudadanía que vale la pena canalizar bien. Los alcaldes empujaron en su momento el proceso constituyente antes del acuerdo el 15 de noviembre, y han estado muy encima en el tema de la salud, en la denuncia de algunas cosas. Me gustaría que una nueva Constitución le otorgue a los municipios las espaldas institucionales y financieras que no han tenido nunca en la historia de Chile.

Se habló de muchos vacíos legales que tenía la campaña para el plebiscito de entrada, ¿qué es relevante de legislar de aquí a octubre?

Me parece que ahora el 80% del trabajo legislativo tiene estar puesto en las urgencias sociales y todo lo relativo a la emergencia sanitaria. Pero es perfectamente posible que las comisiones de Constitución, Legislación y Justicia aprovechen estos meses para sacar adelante los proyectos de escaños reservados para los pueblos originarios, volver a estudiar con calma el voto obligatorio para el plebiscito de entrada y regular el financiamiento de las campañas. Todos fuimos testigos de la cantidad de publicidad que se hacía por las radios por uno de los dos lados. No hay ningún pretexto para que no tengamos para septiembre una regulación de ese tipo, me parece bien que haya publicidad en la radio, pero que se pueda saber cuánto y poner un límite.

“Claramente, hay un problema que no se soluciona parchando”

En los capítulos que agregaste en esta nueva reedición de tu libro, abordas la frustrada campaña para el plebiscito de entrada y en la introducción mencionas que tu propósito no es entregar municiones ni cuñas a la barra brava de la nueva Constitución. ¿Quiénes son esa barra brava y qué argumentos rechazas de ellos?

Lo que pasa es que hay personas que están muy convencidas. Y claro, la presión barra brava puede sugerir violencia. No estaba pensando en eso, estaba pensando en personas supercamiseteadas, personas que están absolutamente comprometidas y que están jugadas. Probablemente la expresión barrabrava trae a la mente un grupo de gente que está tirando piedras contra los barristas del otro equipo. No, lo que quería decir que este no es un libro para darle refuerzo a los que ya están cien por ciento convencidos. Traté de que fuera un libro que lo pudiera leer la gente del rechazo y se diera cuenta que no hay cosas con las que no estará de acuerdo pero que hay un par de cosas que lo hicieron pensar. Y que a una persona que está dudando, le pareciera sensato. Ese fue mi objetivo.

¿Qué te parecen los argumentos del rechazo que hablan de rechazar para reformar y proponen una serie de cambios a la Constitución para así evitar un proceso constituyente de dos años?

Cuando mandé el libro a la imprenta se habían aprobado 41 reformas a la Constitución. Y desde que lo entregué, hasta ahora, se han aprobado tres reformas más: la paridad, la que cambió la fecha y la que estableció el voto telemático. Todo eso en un mes y medio. Y por qué digo esto porque este tema no es solo de números. Uno tiene que preguntarse, y pensar que, o aquí hay un grupo muy mala clase, mala leche, que va a seguir sosteniendo esto no importa lo que se haga, o hay un grupo que cree que esto es un tipo de problema que no se resuelve con que el Congreso haga otra reforma más. A los que dan la primera explicacion les digo: buena suerte. Es mucho mejor pensar que hay un problema más de fondo. Creer que Andrés Allamand y Diego Schalper, ahora, con la reforma número 46 van a conseguir lo que no pudo hacer Ricardo Lagos el 005, con paz social y crecimiento económico, creo que desafía el sentido práctico de las cosas. Esa no es una solución, es un camino a ninguna parte. Claramente, hay un problema que no se soluciona parchando.  

También, en tu introducción insistes en que la Constitución no es la solución a todos los problemas de la gente...

Eso se explica muy bien con la expresión: un martillo piensa que todos los problemas son clavos. Un constitucionalista piensa que todos los problemas son constitucionales y no es así. Hay problemas económicos y tiene que haber inversión, hay problemas sociales, educativos, de salud, etc.

¿Y crees que parte del apruebo ha pecado de ese "ofertón" como lo denominas en el libro? Eso de decir que la Constitución va a solucionar gran parte de las problemas...

No, no diría que no ha habido eso. Cuando uno lee a la gente que está por el apruebo más visiblemente, cuando uno lee en serio a Fernando Atria o Jaime Bassa o cuando uno lee lo que hemos venido diciendo otros, no vas a encontrar ese ofertón. El mayor ofertón lo hicieron Allamand y Schalper con ese documento con la promesa de que si gana el rechazo, se iban a hacer esa larga lista de cosas que prometían. 

Si hablamos de parlamentarios, uno podría escuchar perfectamente de declaraciones que han dado señales de que la nueva Constitución va a cambiar la vida de las personas...

Sí, las hay. Pero si hacemos el ejercicio, y desafío a cualquiera a que encuentre algún documento escrito firmado por parlamentarios de la ex Nueva Mayoría, del Frente Amplio, del PC, DC, que tenga una mayor oferta constitucional que la que firmaron los diputados y senadores de RN que están por el rechazo. Si me preguntas quién hizo el mayor aporte al populismo constitucional antes que se postergara el plebiscito, fue ese documento. 

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