Rásquese con las suyas
Así, si uno de los problemas es el individualismo, ¿por qué no inyectarle al sistema una dosis importante de solidaridad? Si el individualismo horada las condiciones sociales que permiten este acuerdo, necesitamos entonces de su antídoto.

¿Necesitamos un nuevo pacto social? La discusión pública asumió que sí. Que es necesario un acuerdo que sirva de horizonte común a todos los chilenos. Un pacto que fije mínimos de convivencia y máximos con los cuales soñar. No está muy claro aún su contenido, solo sabemos que el pacto que teníamos –si es que teníamos uno– abdicó de su tarea.
¿Y por qué pasó eso?
Como en todo, las causas son múltiples. La opinión dominante considera que en Chile hay problemas de justicia social y desigualdad que son profundos, pero estos se contraponen a los datos duros: la pobreza ha disminuido radicalmente en las últimas décadas y la desigualdad, según Gini, ha caído también. ¿Por qué entonces la montaña rusa de estas tres semanas? Porque la política, o bien dicho, el vivir juntos, no se juega solo en cifras sino también en las sensaciones y percepciones de cada uno.
En Chile estamos viviendo una crisis del individualismo en dos sentidos. En primer lugar, porque dejó de ser cierto que basta con ponerle el hombro a la vida de manera individual para salir adelante. La sensación imperante es que los riesgos del sistema no se soportan en partes iguales: cuando al país le va bien, a la mayoría le va bien. Cuando al país le va mal, a algunos no les va tan mal, y allí, el basta con "ponerle el hombro" individualmente para salir adelante, parece una utopía. La crisis del individualismo, es decir, de la lógica según la cual cada uno se rasca con las suyas, genera una sensación de desigualdad insostenible. Pregúntenle a los que ganan el salario mínimo o a los que se mueren en las listas de espera si la promesa del "rascárselas con las propias" es una oferta que quieren seguir comprando.
En segundo lugar, esta promesa individualista, que nos amplifica el "yo, yo, yo" y nos hace ver a los otros como competidores y no como colaboradores del propio desarrollo, es incapaz de generar metas colectivas. No nos transmite la sensación de ser parte de un todo. De allí que una respuesta natural a esta atomización sea un nuevo pacto social que logre reunirnos en torno a un horizonte común.
Sin embargo, la dificultad de este nuevo pacto social es que se generará en el mismo escenario individualista que quebró al actual agonizante. Por lo mismo, su capacidad de perdurar en el tiempo tiende a cero si es que no hay un cambio en la base social sobre la cual quiere regir. Así, si uno de los problemas es el individualismo, ¿por qué no inyectarle al sistema una dosis importante de solidaridad? Si el individualismo horada las condiciones sociales que permiten este acuerdo, necesitamos entonces de su antídoto.
Sabemos que este no es un concepto de izquierdas ni de derechas. Es más, fue introducido y tratado principalmente por la Doctrina Social de la Iglesia tiempo atrás, y refleja la convicción radical de que todos somos responsables de todos, reivindicando los vínculos sociales y la necesidad de generar estructuras que transmitan esta idea de la corresponsabilidad. Sin mayor solidaridad, es decir, sin reivindicar dichos vínculos, no hay posibilidad alguna de que en Chile se genere un consenso social que perdure en el tiempo.
Mientras más "rásquese con las suyas", más enfermo se pondrá el país y más difícil será crear un consenso social sostenible. Si Chile es un paciente enfermo, la solidaridad es el remedio principal para sanarlo.
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