Las tendencias para las nuevas viviendas y la integración en las ciudades

La pandemia está acelerando el surgimiento de nuevas preguntas para la arquitectura en el diseño de las viviendas y del entorno urbano en el que se emplazan, con posibles nuevas soluciones que apuntan a mejorar la calidad de vida de todos los habitantes.



No fue casual que a mediados de marzo de este año, marcado por la pandemia a nivel global, el más importante reconocimiento mundial de arquitectura, el Premio Pritzker, haya sido entregado al matrimonio francés compuesto por Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal. Se trata del mismo galardón que obtuvo el chileno Alejandro Aravena en 2016, quien, además, este 2021 presidió el jurado.

“Este año, más que nunca, nos hemos sentido parte de la humanidad en su conjunto. Ya sea por motivos sanitarios, políticos o sociales, es necesario crear un sentido de colectividad. Como en cualquier sistema interconectado, ser justo con el medio ambiente, ser justo con la humanidad, es ser justo con la próxima generación”, dijo Aravena al justificar la premiación a la pareja gala.

El Premio Pritzker 2021 fue otorgado a fines de marzo al matrimonio francés compuesto por Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal.

“Ellos (Lacaton y Vassal) utilizan en su arquitectura un principio del nunca demoler; recuperan edificaciones existentes, porque entienden que hay un potencial dentro de la ciudad que puede permitir mejorarla y rearticular las redes. Lo que hoy pueden ser ruinas, con una intervención inteligente, se pueden convertir en espacios integrados a la ciudad, a sus sistemas de transporte, servicios de todo tipo, trabajo y esparcimiento”, dice Drago Vodanovic, decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad San Sebastián (USS).

El académico afirma que en la actualidad se está acelerando el surgimiento de nuevas preguntas para la arquitectura y la planificación urbana, y que ello traerá posibles nuevas soluciones en un futuro no lejano con la vista siempre en aumentar la calidad de vida de las personas.

Sostiene que más que un cambio brusco, de la vida pospandémica se podría esperar que va a gatillar o acelerar tendencias o visiones que venían de a poco instalándose en los países más desarrollados. Por ejemplo, vincular estrechamente el habitar (viviendas o departamentos) con el medio ambiente para resolver el tema de la eficiencia energética y la sustentabilidad, que son principios que se van a volver más fundamentales.

“Las viviendas tienen que aclimatarse más a sus diferentes localidades. En Chile, el mercado de la vivienda ha vivido una suerte de estandarización muy similar a lo que se hace en todo el mundo, porque las normas chilenas no exigen mucho para diferenciar las viviendas para cada zona del país. Sin duda, se va a requerir que tengan una mejor performance en términos ambientales y energéticos”, afirma Vodanovic.

También indica como un elemento nuevo el hecho de que a las viviendas se le está exigiendo más desde que el teletrabajo y la educación híbrida (mezcla de presencial y online) llegaron para quedarse en nuestra sociedad. De hecho, con la pandemia hubo alrededor de medio millón de personas que emigraron desde Santiago a otras regiones.

Por este motivo, Vodanovic señala que “la vivienda va a tener que responder de mejor manera a las necesidades de las personas. La tecnología y el diseño, vinculado a tener espacios sanos, ventilados, iluminados y calefaccionados es fundamental; y ello implica subir los estándares de la calidad de las viviendas. La pandemia va a tender a acelerar esta tendencia, porque las familias le van a exigir más a los hogares: ya no será el lugar donde principalmente se descansa, sino que es para muchos el espacio para la vida personal, para la formación y el trabajo”.

Drago Vodanovic, decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad San Sebastián.

Ciudades integradas y colaborativas

Otra tendencia que será importante entender es que no se puede pensar a la vivienda sola, como una isla, sino que se inserta en un territorio, que es la ciudad.

Sobre este aspecto, Vodanovic dice que “la ciudad chilena va a tener que ponerse al día, porque hoy es propia de un país en desarrollo que se destaca por la demora en varias horas en ir a dejar a los hijos al colegio y después irse al trabajo, y después volver al hogar. La ciudad va a tener que armarse de subnúcleos o subcentros, en los cuales las personas estén cercanas a servicios, a la salud, a establecimientos educacionales, al trabajo, al ocio y a la actividad de esparcimiento y física al aire libre”.

“Se vuelve significativa la planificación de la ciudad y sus planes reguladores para poder colaborar para armar una ciudad integrada e interrelacionada y no segregada, donde, además, todo está lejos y disperso. Chile debe apuntar a desarrollar ciudades más sanas, que se encarguen de funcionar de manera colaborativa”, acota Vodanovic.

En esta misma línea, Mónica Torres, directora de Ingeniería Civil de la Sede Santiago de la USS, dice que la contribución de esta rama a los cambios de tendencias va a ser fundamental: “La ingeniería aporta en este proceso mediante estudios de factibilidad para los nuevos proyectos y análisis y estudios de los planes reguladores de las comunas con datos certeros; y también desde la ciencia de datos contribuye a la tendencia mundial de la Industria 4.0 en la planificación de la construcción y en la gestión de las ciudades en el día a día, con data online para tomar decisiones rápidas”.

La académica apunta a que “además, la pandemia ha producido cambios respecto de lo que buscan las personas. Se trata de un proceso que no se ha concretado, pero que va encaminado. Antes de la pandemia -dice-, la población estaba buscando más eficiencia en sus traslados que la comodidad y el espacio para vivir, considerando que la gente estaba ocho o 10 horas en el trabajo o en sus lugares de estudio”.

Mónica Torres, directora de Ingeniería Civil de la Sede Santiago de la USS.

Esta aspiración cambió al llegar la crisis sanitaria del Covid-19, dejando a las familias encerradas en cuarentenas prolongadas, dando más valor a la búsqueda de proyectos, por ejemplo, en las afueras de Santiago, como Peñaflor, Colina, Buin y Melipilla, entre otras comunas. Este fenómeno -además- incrementó el interés por ciudades como Puerto Varas, Valdivia, Coquimbo y La Serena.

Todo a 15 minutos caminando

El decano de Arquitectura de la USS, en tanto, afirma que la movilidad al interior de las ciudades debería privilegiar el desplazamiento peatonal, en bicicleta, en scooter y transporte público como buses eléctricos, metro o trenes ligeros, ya que “la tendencia especializada a nivel mundial nos dice que hay que desincentivar el uso de automóviles. Las ciudades donde las personas son más felices se mueven en bicicletas, a pie, transporte público y ascensores o funiculares en las urbes que tienen accidentes geográficos. Se trata de redes multimodales”.

A ello incorpora el concepto de infraestructura verde, que -afirma- no solo son lugares estéticamente bellos y con un rol ecosistémico fundamental, sino que tienen la posibilidad de ser un fantástico espacio público para hacer deportes, leer, celebrar un cumpleaños o pasear mascotas, por ejemplo.

Ahí se comienzan a conectar todos los elementos: la vivienda, los servicios, el equipamiento de la ciudad, la infraestructura pública verde y el sistema multimodal de transporte. Todo ello en unos 15 minutos o poco más, como se pretende hacer en Francia.

El proyecto Ciudad del cuarto de hora, en Paris, Francia.

Viviendas sociales e integración

El último estudio de la Cámara Chilena de Construcción -presentado el 24 de mayo-, denominado Caracterización Territorial, midió las condiciones urbanas en que viven los habitantes de las 22 principales ciudades del país, y arrojó como resultado que sobre 700 mil familias, que corresponden a 2 millones 200 mil personas, residen en entornos con condiciones urbanas críticas en materia de infraestructura básica, equipamiento y servicios, medioambiente, vialidad y movilidad y seguridad.

Ante ello, Drago Vodanovic dice que en los sectores más vulnerables “se debe acelerar el tranco. Tienen que estar en la primera línea de lo que hay que hacer. Si no hay integración y no existe un desarrollo razonable transversal, nunca se logrará una buena ciudad para vivir. Si ello no ocurre, todo se polariza y terminamos con ciudades amuralladas, con desintegración social, cultural y humana”.

Viviendas sociales en Villa Verde, en Constitución, proyecto de Elemental, la oficina de Alejandro Aravena, premio Pritzker 2016.

En cuanto a la vivienda social, el académico de la USS sostiene que se deben hacer cambios. Primero, hay que lograr que llegue a tiempo, porque “si la gente tiene su subsidio y hay una demora de muchos años en la entrega de la casa, con lo urgente que es la necesidad de un techo, se está incentivando la construcción irregular o la toma de terrenos. Hoy tenemos problemas de toda índole, desde el diseño de viviendas, como lo que plantea Alejandro Aravena al entregar media vivienda terminada y la otra mitad encaminada. Lo importante es que la vivienda social gane valor en el tiempo y no que disminuya, como ocurre hoy en día”.

Para Vodanovic, otro problema que se debe resolver como sociedad es aquel vinculado a la gestión de adquisición de terrenos mejor ubicados, probablemente más caros, para terminar con las periferias desmejoradas.

Dice que “en Chile no estamos acostumbrados a la integración por prejuicios. Creo que habrá una transición no exenta de polémicas, pero ello no significa que la ciudad integrada no vaya a funcionar mucho mejor en el futuro. Al contrario, está demostrado que sí es la solución”.

Y sobre la vivienda social misma, aduce que se tiene que ampliar el metraje cuadrado de superficie y la calidad de la construcción: “Chile tuvo una historia muy potente en los años 90 en cuanto a cantidad de viviendas sociales construidas, pero se quedó atrás el aspecto cualitativo. Las ciudades chilenas no pueden seguir creciendo hacia la periferia, hay que poner un cierto freno. Hay que densificar al interior de la ciudad con construcciones de cuatro a siete pisos como máximo. Es bueno tener más gente cerca, porque la colaboración entrega eficiencias y sinergias: empleos, comercio, servicios, educación y esparcimiento”.

Formación de arquitectos

Drago Vodanovic ve a la arquitectura como una disciplina que siempre ha operado desde la incertidumbre. Afirma que “normalmente se diseña desde un problema que no está completo. No se sabe de antemano cómo va a ser la casa, hay que diseñarla, y este proceso de diseño va intentando resolver los espacios de incertidumbre. Entonces, en ese contexto, el estar en pandemia o en un escenario pospandemia, el proceso de diseño es más o menos el mismo tipo de ecuación, solo cambian las variables”.

Agrega que “las escuelas de arquitectura hemos podido incorporar estas nuevas preguntas que aparecen en la ejercitación y en los procesos de enseñanza aprendizaje de nuestros estudiantes. Ellos hoy en día especulan con espacios que deben comportarse en escenarios complejos como el actual o en escenarios futuros. Por otro lado, los conceptos de vínculo con el medio ambiente, eficiencia energética, huella de carbono de la construcción y los materiales utilizados, la sostenibilidad, están en las mallas curriculares desde un tiempo a esta parte. Lo que está ocurriendo es que son fenómenos que se están acelerando, y ello es muy positivo que ocurra”.

En el ámbito internacional, existen estándares de certificación de edificios, como la iniciativa LEED de Estados Unidos, que clasifica las edificaciones en su performance medioambiental y energética; o en Alemania, donde existe el estándar Passive House, con construcciones casi ciento por ciento autosustentables, que no requieren sistemas de calefacción como a los que estamos acostumbrados, sino que son construcciones que tienen un gran sistema de aislación térmica y un diseño que permite que no existan puentes térmicos o filtraciones, con muy buena ventilación para tener las suficientes renovaciones de aire que se requieren para vivir en espacios sanos.

El alto estándar Passive House, de Alemania.

¿Es posible aspirar a estándares como los anteriores en Chile? Vodanovic responde que “construir una casa bajo esas características es más caro que construir una bajo los estándares tradicionales. En nuestro país, el arquitecto se debe alinear con lo que establece la norma local. Un ejemplo es el espesor de muros para la aislación térmica. Para un alemán, lograr el Passive House, que es de una exigencia altísima, es relativamente barato, porque la norma de construcción alemana es alta. En Chile, en cambio, llegar a ese estándar es un salto muy grande. El espesor de muros en Chile es de ocho a 15 centímetros y en Alemania puede alcanzar los 25 a 30 centímetros para una adecuada aislación térmica. Todos esperaríamos que en Chile en algún momento se pudiera dar ese salto en beneficio de las familias”.

El Edificio Helen Sommers, en Washington, USA, tiene certificación LEED.

No obstante, el académico agrega que en el país se ha estado avanzando, porque las últimas construcciones tienen un nivel de eficiencia térmica que está siendo informado por las inmobiliarias, a través del sistema de Calificación Energética de Viviendas. Esto puede marcar la diferencia a la hora de adquirir una casa o departamento.

“Lamentablemente cumplir con la norma en Chile aún no significa que la vivienda esté preparada para enfrentar un crudo invierno. Las normas se mueven en una suerte de tensión entre mayor calidad y accesibilidad de los precios, porque estamos hablando de todo tipo de viviendas, incluidas las sociales, y del chileno promedio que pueda acceder a ella. Normalmente, un buen diseño exige más recursos, y es por eso que no se ve mucha innovación, y también porque no existe un incentivo de parte del Estado para la eficiencia de las viviendas que permitan innovar de acuerdo a las geografías que existen en el país -conocidos son los problemas cíclicos de calefacción y contaminación del centro sur del país-, sumado a los efectos del cambio climático que están exacerbando los extremos de calor, de frío o de lluvia”, concluye Vodanovic.

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