"Ciudad H" en el Centro Cultural Matucana 100: La metrópolis desde el arte
Abstraerse de los constantes estímulos visuales y sonoros de la ciudad para descubrir una metrópolis distinta a la que estamos acostumbrados, fue el llamado que hizo el curador Ignacio Szmulewicz a un grupo de jóvenes artistas y arquitectos. ¿Qué significa habitar la urbe contemporánea? Tras casi un año de trabajo, esta exposición intenta dar una respuesta.


Más allá del ruido y los flujos de información que invaden día y noche la ciudad, existen otras infinitas metrópolis. Descubrirlas, investigarlas y elaborar un trabajo en torno a ello fue la invitación que hizo el curador Ignacio Szmulewicz -28, artista con mención en Teoría e Historia del Arte de la Universidad de Chile- al colectivo de arquitectos penquistas República Portátil y a un grupo de 13 artistas de Valdivia y Santiago -Cristian “Mono” Lira, Francisca Montes, Carlos Rivera, María Gabler, Claudia González, Camila Tironi, Lucas Kaulen, Claudia Vásquez, Mathew Neary, Francisca Jara, Carolina Opazo, José Luis Marcos y Javier Soto-, con el propósito de construir nuevas imágenes y experiencias sobre lo que significa habitar la urbe contemporánea.
Fue en Residencia Cancha, una iniciativa privada con fines públicos que en un antiguo edificio patrimonial cercano a la Plaza de Armas promueve la investigación de campo para elevar la producción disciplinar y multicultural de la ciudad, donde en mayo del año pasado comenzaron a trabajar en conjunto. Desde entonces hasta marzo se realizaron exposiciones en cinco recintos del país -en el Museo de Arte Contemporáneo de Valdivia, Galería A2, Local 2702, Galería Metropolitana y Galería Tajamar-, que antecedieron la exposición en el Centro Cultural Matucana 100. “El proceso comenzó de manera muy colectiva y colaborativa. En Cancha estuvieron todos juntos durante casi dos meses y se eligieron los temas de estudio. Luego, cada uno se aventuró por su propio camino. La idea era que en la muestra final se sintiera ese trabajo grupal, respetando los procesos individuales, los tiempos y las miradas autorales. Lo que la curatoría hizo fue darles cabida y lugar para que pudieran desarrollarlas”, cuenta Szmulewicz.
Convocaste a artistas de tres ciudades: Valdivia, una localidad pequeña y muy vinculada a la naturaleza; Concepción, una urbe en gran crecimiento, y Santiago, la principal metrópolis de Chile. ¿A qué se debió esa decisión? Se trataba de una cuestión de escala: creo que se han dado excelentes proyectos curatoriales, donde se ha analizado la relación con el paisaje y la geografía, y a su vez existen antecedentes curatoriales sobre ejes urbanos como el caso de “Triatlón” en el Museo Nacional de Bellas Artes, y “Paralelos Urbanos” y “Territorios Fronterizos”, dos muestras realizadas en Matucana 100. Además, todos los expositores tienen en común el manifestar un interés en su obra sobre la ciudad: cada uno tiene una aproximación desde la tecnología, en su sentido más amplio. Todos se encontraban en un espectro etario relativamente común, de 35 años para abajo, y todos habían realizado a lo menos una intervención o proyecto de intervención con anterioridad.
En 2012 publicaste el libro “Fuera del cubo blanco”, sobre el arte público contemporáneo, que ahondaba en la reaparición de la cuestión política del arte. Ahora eres el curador de esta muestra que invita a reflexionar a los artistas sobre la ciudad. Tras ambos ejercicios, ¿qué relación dirías que existe hoy entre el arte y la ciudad de Chile actual?
Creo que esa relación entre arte y ciudad en Chile a nivel histórico sigue siendo pobre y secundaria. Es un tema que recién se comienza a estudiar y, por ende, a valorar. A nivel de ciudad el arte sigue estando en una posición supeditada, secundaria, o paliativa, donde rápidamente se torna un asunto superficial o decorativo y muchas veces cuesta entender, ver o analizar ese potencial investigativo o provocador que tienen los artistas que abordan la relación entre arte y metrópolis. Hablo de artistas como Ángela Ramírez, Pablo Rivera, Alicia Villarreal, Viviana Bravo y Óscar Concha.
Una de las características de la ciudad es la trama tecnológica y el permanente ruido de estímulos visuales y sonoros que la rodea. En ese sentido, es difícil abarcar la ciudad como un todo, pero sí es posible centrarse en algunos aspectos específicos para lograr hablar de la metrópolis en su totalidad. ¿Cómo evalúas la incorporación de ambas temáticas en los trabajos? Si hablamos de la tecnología, creo que no es algo extraño, dada la historia que existe en Chile sobre este tema: las bienales de video y nuevos medios. Existen fuertes presencias vinculadas a la tecnología desde Downey hasta Schopf. En este caso, la tecnología fue un elemento fuerte en sus más diversos aspectos: están la tecnología retro, con los proyectores de Carlos Rivera; la de punta, con el uso de drones para sobrevolar la ciudad y fotografiarla, en el caso de Francisca Montes; o bien como medio de amplificación de los sentidos, como en la obra de Carolina Opazo, que realizó un registro sonoro del subsuelo de Valdivia. Su trabajo aborda la ciudad de Valdivia como una construcción humana que está sobre el agua. Algo similar pasa con el montaje de María Gabler, donde el acto de ver en altura está relacionado a los modos de habitar una ciudad en crecimiento vertical. Creo que la ciudad como un todo inaprehensible es un tema interesante, al punto de tratar de buscar tensionar al espectador con ese todo. Se trata de no obviarlo, sino que ponerlo en tensión en obras sumamente sintéticas y experiencias sensoriales muy primarias como escuchar y mirar.
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