Demolición versus reutilización
Sábado 25 de febrero 2017, edición nro. 720
Es muy importante tener presente que en el proceso de reciclaje se utiliza gran cantidad de energía. La recuperación de material trae consigo costos de energía, transporte, espacio, nuevo material y labor humana. No obstante, no podemos botarlo todo. ¿Hasta dónde llega nuestra práctica? Los materiales pueden cambiar de forma, pero no desaparecer. Este proceso comienza con la demolición de un edificio, cuando se tienen que transportar los escombros a las plantas de reciclaje; posteriormente, llevar a cabo el proceso de transformación de estos en nuevas materias primas o materiales. Luego, los "nuevos materiales" serán una vez más transportados, para definitivamente ser utilizados en la construcción de nuevos edificios.
Reutilizar edificios reduce el impacto ambiental, ya que se están empleando elementos fabricados con anterioridad, lo que habla claramente de la búsqueda del máximo aprovechamiento de una preexistencia, donde, además, se puede incorporar la idea de aplicar nuevos sistemas y materiales compatibles con la conservación del medio ambiente. Es indiscutible que el edificio que menos daña el entorno es el que ya está construido. Se puede afirmar también que un edificio conlleva un gran gasto en recursos e inversiones y que las futuras generaciones deberían poder reutilizar y ajustar a nuevos usos.
Es preciso hacer referencia a la reutilización de edificios como una alternativa a la demolición, con lo cual se disminuyen los residuos provenientes de ésta, que terminan en los vertederos causando un gran problema urbano-ambiental. Demoler edificios es una práctica bastante común en las ciudades, que busca la simplificación en las soluciones de corto plazo, la que muchas veces pone fin abruptamente al ciclo de vida de una edificación y, por ello, a sus materiales constructivos, causando el desaprovechamiento de estos y de toda la energía que se utilizó en su producción (concepto conocido como 'energía contenida').
Al parecer, algunos suponen que lo nuevo es, esencialmente, mejor, y con ese criterio argumentan la demolición de edificios o de barrios completos. No obstante, suponer que algo es bueno porque es nuevo es un gran error: no todo lo antiguo es bueno, ni todo lo nuevo podría ser mejor.
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