El verdadero diseño de autor
La reconocida diseñadora argentina Jessica Trosman nos muestra la antigua casa racionalista que eligió para emplazar su vivienda, en el distrito de Vicente López en BsAs.
Precursora del diseño autoral argentino, Jessica Trosman es una de las creadoras más talentosas del país transandino. Su currículum incluye la marca Trosman-Churba (un proyecto de vanguardia que, en sociedad con Martín Churba, tuvo gran repercusión durante los años 90); su proyecto personal Trosman, con el que fue galardonada entre los ciento sesenta mejores diseñadores del mundo por Fashion Now, y el resurgimiento en versión 2015 bajo el nombre JT.
Su estilo es tan singular como su historia; un fluir entre Buenos Aires y Miami que empezó en la adolescencia con el éxodo familiar y que culminó con un amor porteño y la maternidad precoz. “Para cuando nació Gerónimo, que hoy tiene 23 años, yo ya estaba definitivamente instalada en Buenos Aires y sabía que quería dedicarme a la moda”, cuenta, y agrega: “Mi contacto con la moda viene desde muy chica; mi mamá era una fanática y me llevaba de compras con ella”. Ya entonces, con solo diez o doce años, empezó a tener fantasías con la moda y a cuestionar la composición de las prendas, entre otros detalles constructivos. “Era muy decidida y elegía las corbatas de mi papá o la ropa de mis hermanos…”.
En la actualidad, y con sus iniciales a modo de presentación, eligió un moderno laboratorio-local-galpón ubicado en el barrio de Paternal para llevar a cabo su nuevo proyecto. “Quería salir del circuito de los shoppings y de la producción masiva; quería hacer mi colección con visión de diseño y no de negocios”, explica sobre la atípica ubicación de su tienda.
Y es que Jessica puede darse el lujo de reinventarse una y otra vez. Con más de veinticinco años en el circuito de la moda local, sigue dando la nota en todo lo que hace.
LA CASA
“Me gusta mezclar estilos: me gustan mucho el art déco y el art nouveau y también combinarlos con objetos de los años 70”, explica Jessica Trosman, señalando el eclecticismo que se adivina ni bien traspasada la puerta de su casa. “Compro muebles en anticuarios y remates, en mercados de pulgas y en ventas diplomáticas. Tengo cosas archivadas hace años que van encontrado lugar de a poco. El juego de comedor, por ejemplo, lo compré hace mucho tiempo cuando vivía en un departamento minúsculo en el barrio de Belgrano. No funcionaba en ese entorno, pero queda muy bien acá”.
De estilo racionalista, ubicada en una barranca de Vicente López y a solo treinta minutos del centro porteño, la casa que la célebre diseñadora argentina eligió para habitar con su pareja (el exmodelo y encargado del laboratorio de estampas de JT), Pablo Sandrigo, y sus dos hijos es un laberinto de muebles, obras de arte y espacios para recibir amigos. “Lo que más disfruto de esta casa es la galería. A Pablo le gusta cocinar o hacer asados y siempre recibimos gente. El jardín y la pileta son ideales en los meses de verano”.
Sobre su colección de arte, señala un Becú, dos obras de Fernanda Laguna, otra de Leandro Erlich y la escultura de plástico de Aldo Chaparro que domina la escena junto a dos aros de colectivo (algo así como bijouterie a escala gigante) de Daniel Basso. “Mi favorito es Vicente Grondona, pero aún no logro comprar ninguna obra de su autoría”.
Ante la pregunta, confirma que su estilo como diseñadora varía de la decoración a la moda: “Mis diseños son mucho más estructurales y minimalistas que mi casa. Me gusta mucho la moda oriental y esa sensación de que no se entiende bien lo que tenés puesto. Cuando empecé a llevar mis diseños a París, me decían que eso mismo se veía en mi ropa. También amo la moda francesa y, aunque no parezca, me encanta todo lo que hace Miuccia Prada. Aun así, odio las tendencias y si bien entiendo que hay un olfato de lo que está por venir en mis colecciones, no pienso en eso a la hora de crear”.
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