Espacio: Al modo Da Vinci
Fue pintor, botánico, arquitecto, científico, escritor. Adaptando sus mil y un profesiones, el diseñador Gazi Garib se propuso estudiar, diseñar, pintar, decorar, jardinear y construir su casa en el Bosque de Aguas Claras, en la V Región. Un relato de energía infinita que culmina con una espléndida obra del buen vivir.

Producción: Josefina Petrinovic/ Fotos: Alejandra González

Cuenta una leyenda mapuche que antes de que ellos descubrieran el fuego, vivían en grutas en las montañas y le temían a la oscuridad, pues era símbolo de enfermedad y muerte. Un día hubo un profundo ruido subterráneo que hizo temblar la tierra. Repentinamente, una de las familias refugiadas en la gruta divisó un par de piedras que rodaron cerro abajo y con sus chispas encendieron un enorme coihue seco. Habían descubierto cómo hacer el fuego. Desde ese día los mapuches lo utilizaron para alumbrar sus noches, calentarse y cocer sus alimentos.
El desenlace de la historia toma rumbo solo. Luego de conocerlo, los mapuches se trasladaron a las rucas donde dormían, cocinaban y guardaban. Podían hacer su vida alrededor del calor.
Gazi Garib no es mapuche ni tampoco vivió en la Conquista. Habita en este siglo y, sin embargo, quiso replicar el estilo de vida ancestral que nace a partir del fuego en su propio sitio en Cachagua.
Su casa de 130 m² se constituye a partir de la tríada forma-clima-naturaleza. Y los elementos se conjugan tan bien que es evidente profundizar en ellos.
Forma
La residencia sigue la configuración del diseño indígena, que en casi todas las culturas del mundo es una estructura redonda. El living es el espacio común circular y a su vez el más grande. La chimenea está justo en el centro. “Ella y su fuego son el corazón de la casa. En invierno con mi señora cocinamos en la chimenea todas las noches, es una parrilla indoor y hacemos verduras, carnes, pan”, explica Gazi.
En su totalidad, la vivienda es un octágono interceptado por un cubo. El octágono es la proa de la casa (parte delantera) y el cubo es la fracción trasera donde están todos los dormitorios. Su gestor enfatiza que “el octágono es el área común y está completamente integrado con el entorno natural. En el gran living podemos disfrutar de una inmensidad de vistas diferentes, que a su vez se agudizan por las distintas intensidades del sol, que gracias a los ángulos entra también por diversas caras”.
La odisea de la casa comenzó hace dos años, cuando Gazi inició el proyecto. Él ha sido el arquitecto, el jefe de obra y el mentor. El 90% de la faena la construyó a serrucho junto a un maestro mapuche. Durante el proceso no usaron herramientas, salvo después para las terminaciones. Tal como lo hacían en el siglo XV, pero con la tecnología de nuestro tiempo. “Para comenzar hice una maqueta rústica para ver las dimensiones generales, las alturas de las ventanas. Mucho más tarde y una vez que iba mirando, las dimensiones específicas las hice in situ. Observé el terreno en invierno y en verano, ya que la luz es absolutamente distinta, especialmente en un bosque; el sol al bajar un poco corta mucho más luz que cuando se está en un horizonte”, aclara.
Clima-naturaleza
Los últimos dos puntos van ligados, no pueden explicarse sin el complemento del otro. Para Gazi fue una decisión instantánea. Una vez que llegó al bosque tuvo la certeza de que su casa sería de madera y de los troncos que le daría el lugar. “Aguas Claras está lleno de pinos, es el elemento natural que había que aprovechar, por eso es que la construí 100% de madera, con la excepción de la cerámica en las duchas de los baños. Las paredes y el cielo de toda la casa son de madera de pino terciada ranurada”. De hecho, es el bosque el que los provee con leña para alimentar el fuego dentro de la casa.
Entre tanto y tanto, el diseñador se dispuso visitar una ferretería de la zona y encontró unos pallets mojados que llevaban un año en ese estado al aire libre. Gazi les detectó un hongo que para su suerte le daba un tono oscuro y natural a la madera y se vería muy bien en la casa. El problema es que no sabía cómo iba a funcionar en el tiempo. Expuso el material durante dos años en un lugar de bastante humedad y no le pasó nada. Gracias a este hongo pudo hacer el piso y los muebles de la casa. “Lo único que hice fue barnizarlo para que el hongo muera y se fije, porque con mucho tráfico empieza a desaparecer”, especifica.
El diseñador se preocupó de no aplicar ningún tratamiento a las maderas interiores. Lo que hizo fue pintar ciertas paredes -en el caso del cielo- para crear distintas superficies visualmente. Todo apuntando a mantener la rusticidad y armonía.
La condición esencial de los bosques, según nos contó Garib, es que gracias a la altura de los árboles se reduce el viento, cuestión que también influyó en el diseño de la casa.
Pensando ya en la creación del jardín, Gazi no cortó ningún árbol, lo que hizo fue abrir espacios de luz mediante intervenciones en algunas de las ramas. Así se ideó este bosque-jardín que tiene completa relación con la preservación de los árboles nativos, uniéndolos con suculentas de bajo consumo. “Este tipo de plantas se dan muy bien en la playa y son muy tolerantes a la acidez del terreno, que es así porque han caído todas las púas de los pinos”, termina.
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