Espacio: De buena familia
Nombres y apellidos, prácticamente todos, de buena cepa. El gusto por el buen diseño, sumado al amor por la estética, hacen que el hogar de la fotógrafa polaca Alina Polanska sea uno de esos lugares difíciles de olvidar.


Su primer acercamiento a Chile fueron los seis meses que vivió en la Patagonia, como parte del sueño de viajar por América del Sur con cámara en mano para retratar sus paisajes. Luego de esta experiencia, Alina Polanska, fotógrafa polaca, decidió quedarse en nuestro país y transportó su hogar definitivo a Santiago, donde vive hace más de 20 años junto a sus dos hijas.
Comenzó frente a la plaza Las Lilas, en Providencia, para luego cambiarse a su casa definitiva en Vitacura con vistas al cerro Manquehue y a pasos del río Mapocho. Una construcción clásica de los años setenta, de 140 m², que reúne lo que para ella es el mejor lugar.
Dentro de sus muros, la relación de Alina con la belleza se expresa a cabalidad; talento fotográfico, gusto por el diseño, buenos muebles y arte, componen un todo, al que se le puede leer la firma ‘Polanska’. “Remodelé yo misma botando paredes, puliendo el parqué e instalando cemento pulido. La decoración nos representa como familia, es un lugar cómodo, cálido y a nuestra medida”, comenta la artista.
Aquí el cambio es una premisa que marca el día a día, de hecho los espacios comunes se plantearon integrados entre sí justamente para darles dinamismo sin permanecer estáticos en el tiempo.
Alina crea atmósferas según las necesidades de la familia; la posición de los elementos decorativos y el mobiliario no se eternizan y podemos observar, por ejemplo, cómo los ambientes que años atrás fotografiamos hoy se ven distintos porque han vuelto a ser perfilados por su dueña. “Todos los espacios reflejan nuestro estilo de vida, somos artistas, es muy importante la luz y la fluidez entre un sitio y el otro. Esta es una casa fácil de manejar, es rico preparar la comida mientras se comparte con los demás”, cuenta Alina.
La valorización del diseño del siglo XX es otra característica determinante, cada pieza suma historia. Los nombres se suceden y personifican en sillas, sillones y mesas: Philippe Stark, Alvar Aalto, Sori Yanagi y Charles Eames, entre otros reviven, sobre el cemento pulido.
Alina reconoce ser una fanática de los libros de arte y decoración, en ellos encuentra parte de su inspiración, saca ideas y complementa su gusto. Pero también recurre a la naturaleza, como gran observadora del entorno es en ella donde ha desarrollado su profesión, captando aquello que es cotidiano, atemporal y espiritual.
Esta sensibilidad la lleva en el diario vivir, en la forma en que ambienta su casa y también recientemente incursionando en la fabricación de joyas en base a piedras naturales, demostrando nuevamente que su lema es la creación, el buen diseño. (facebook.com/whiteartd)
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