Germán Bannen, presente

germán bannen

Una conversación honesta y fluida con tres personas de su círculo más íntimo, quienes lo admiran, lo quieren y lo llevan en su alma como legado profundo. Arquitecto que también nos dio como herencia a todos los chilenos un pensamiento coherente con lo que necesitamos para vivir mejor. ¿Conclusión? Fallecido, a sus 91 años, propuso un país mejor para todos.




Octubre 2019, Santiago, Chile. La punta del iceberg, como lo llamaron algunos, la chispa que prendió el fuego. El Metro tiene un alza de $30, "EVADE", nos decían los más envalentonados.

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Fanático de Le Corbusier, una foto de Germán envuelto totalmente por una obra del arquitecto suizo-francés.[/caption]

Octubre 14, Santiago, Chile. A los 91 años muere el arquitecto y urbanista chileno Germán Bannen, el pregonero, especialista, el hacedor y litigante de la "Ciudad de Providencia"; el creador que, más allá de su título profesional, se encargó desde su innata sensibilidad de "humanizar" la comuna, mezclando bellos y profundos conceptos en ella, como el de la ciudad jardín o el hecho de que la comuna se conjugue como una ciudad en sí misma, con su subcentro, su comercio y hasta sus árboles y espacios públicos que nos den cobijo. Con él como asesor urbano de la Municipalidad de Providencia, los habitantes de esa comuna no tuvieron que seguir yendo hasta el centro de Santiago a hacer trámites de notarías ni de bancos. Con él al mando todo era posible hacerlo a unas cuadras. Su obra más emblemática –además de otras tantas, como el Parque de las Esculturas, el plan regulador de Providencia, la remodelación de la Plaza Pedro de Valdivia y Avenida Pocuro; el diseño de los cafés literarios del Parque Providencia y Bustamante– fue la construcción de la Avenida Nueva Providencia como un eje lineal, un instrumento de planificación del plan regulador, que unía El Golf con el centro de Santiago.

Octubre, 2019. ¿Qué nos pasa a los chilenos? Respuestas hay tantas como tanta es la desigualdad entre comunas, como tantos son los errores que cometen los alcaldes de turno en sus planificaciones urbanas. Porque estas van mucho más allá de decidir las alturas y los espacios. Se concentran, en gran medida, en velar por la calidad de vida de sus habitantes.  "Yo creo que hoy día la ciudad, Providencia y otras tantas 'ciudades' de Santiago, lo que requieren es espacio público: veredas anchísimas, árboles robustos, contundentes con sombra; superficie peatonal. Generar espacios en que comparezca la ciudadanía, crear una 'ciudad abierta' que significa espacios, lugares y actividades que acojan diversidad de personas. Hay barrios de La Dehesa, por ejemplo, que ya no tienen veredas –es otro modelo de ciudad, distinta, ligada a la ciudad americana–; todos funcionan en auto, pero las asesoras del hogar caminan por la solera en el borde y es feroz. Eso de hecho es parte del reclamo de lo que hemos visto estos días en Plaza Italia, es esa sociedad tan separada que no solamente no tiene conciencia de que existe otro, sino que no tiene idea cómo vive ese otro, cómo se traslada. En ciudades paradigmáticas como Barcelona, París, Londres eso no existe. Barrios de cualquier estrato socioeconómico no son tan segregados como los nuestros, ni tan puramente altos ni tan bajos. La 'caminabilidad', la vida cotidiana de un alto porcentaje de la población se hace en un lugar; a trabajar vas a un lugar y vuelves, pero todo lo demás lo hacen en su barrio: colegio, supermercado, ferretería… Llegan a tal sofisticación ¡que pueden comprar el pan fresco!", expresa Pedro Bannen, arquitecto e hijo mayor de Germán Bannen, autor además del libro "La ciudad de Providencia en la obra de Germán Bannen".

Amoroso, humano, sensible. Además de su hijo, entrevistamos a su nieto mayor, el artista visual Gabriel del Favero, y al arquitecto, docente y exalumno de Bannen papá Roberto Moris, y todos coinciden con esas mismas tres palabras para definirlo. Un arquitecto capaz de cambiar el mundo en su ambiente más próximo, una especie de mensajero sin egos ni caprichos de estrella de rock que aplicaba sus herramientas para hacer una mejor ciudad. También, lo que creía como arquitecto lo hacía como papá, abuelo, profesor. Límites entre Germán el arquitecto y Germán a puertas cerradas no existían. "Yo creo que mi papá estaría feliz con esta crisis, porque era un eterno optimista. En todas las crisis veía una oportunidad, leía, entre tantas otras cosas, a Manfred Max Neef; sabía de la economía de la escala de lo posible… él lo vería –la crisis actual– como un colapso de este desentendimiento, esta especie de Torre de Babel contemporánea de irse ensimismando cada uno en sus cosas. La Torre de Babel era un gran desafío, y era tal la especificidad de cada uno, que nadie se entendía entre ellos hablando distintas lenguas. El drama de la sociedad hoy es la incapacidad del sentido común, la incapacidad de congeniar, de saludar en el ascensor, conciencia de que hay otros. Esto lo habría inquietado, pero lo habría esperanzado", dice Pedro.

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Germán, el profesor

Él, buscando y buscando –porque nunca lo dejó de hacer–,  y luego de estudiar con Alberto Cruz en la Católica de Valparaíso, en los setenta se fue a estudiar a Atenas, Grecia, con Konstantinos Apostolos Doxiadis, un importante arquitecto y urbanista griego. Este casi filósofo en su materia enseñó la escuela Ekística, que lo que trata de hacer es encontrar la ciencia de la ciudad, lo que quiere decir que todo es una escala: la casa, el barrio, la ciudad. "Doxiadis hablaba de la ecumenópolis, que es el planeta urbanizado; esto a Germán lo fascinó, una secuencia de escalas en que cada una tiene identidad y sentido, en que las escalas grandes no pueden desfigurar los elementos menores. Son 35 'ciudades' en Santiago, que tienen que tener capacidad de autonomía y a su vez interacción, como las células en el cuerpo humano", detalla Bannen hijo.

Esa búsqueda no solo le dio sentido a su formación, sino que también a lo que traspasó a sus estudiantes de la Católica de Santiago. "Para mí don Germán era un referente y lo conocí en taller 3. Don Germán representaba una mirada muy sensible de la ciudad. Sabíamos que era el que había armado Providencia, y sus clases siempre estaban influenciadas por la práctica. Don Germán nos hizo algo muy bonito, un ejercicio, que es parte de las bases de mi formación como arquitecto urbanista. El taller tenía un método, que iba desde la escala de lo personal, lo individual, hasta la de la ciudad. Teníamos que partir pensando en nuestro dormitorio. Primero tenías que mirar tu pieza, cómo es, le entra el sol por acá, teníamos que hacer un dibujo de la pieza. Después teníamos que salir y dibujar la casa, el barrio… después cada uno proponía su barrio. El mío fue justo uno de los barrios que se eligieron, que además era muy especial porque yo vivía en Las Rejas, en la casa de mi abuela, que era una zona de industrias y una zona agrícola a la vez; había una cosa como de borde de la ciudad. Yo vivía en la Villa Suecia, un barrio muy bonito. Fue divertido llevar a todos los chiquillos de la Católica para allá. Mostrarle a la gente un espacio distinto al que ellos estaban acostumbrados y hacer propuestas urbanas. El foco de ese taller era entender el rol de los espacios públicos, y nos abrió la cabeza, porque especialmente en la Católica hay una enseñanza de ponerse a pensar en la gran arquitectura, tiene una formación a ser arquitecto de élite, famoso, y arquitecto de casas, del objeto. Y don Germán nos abría la cabeza en los espacios donde habitábamos, independiente al estándar. ¿Cuánto debía medir una vereda? ¿Cuánto tenía que tener el espacio para un árbol? Las medidas de las personas para caminar, parar y conversar…", recuerda Roberto Moris.

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Germán Bannen impartiendo una clase para sus alumnos de la Universidad Católica en terreno, precisamente en el Parque de las Esculturas. Siempre conmovido e inspirado por su profesor en Valparaíso Alberto Cruz, Germán Bannen hizo 'suya' una frase de su docente: "Los problemas de la arquitectura están en la ciudad, entonces desde ahí hay que ver y observar para resolver". Este pensamiento es lo que justamente comenzó a trasmitir, desde siempre, a sus alumnos.[/caption]

"Le gustaba leer mucho, de todo, desde ciencia, novelas, filosofía, economía... juntaba cosas a propósito del concepto de escala, de la ciudad, los tiempos de traslado. La música, compositores que ahora son clásicos, los Stock Houses", recuerda Del Favero.

Germán, el abuelo

Gabriel del Favero (39) es el mayor de los nietos de Germán Bannen. Es artista visual y por estos días está trabajando en los últimos detalles de posproducción de un documental sobre la vida de su abuelo. Gabriel, recuerda: "Él era superabierto con todos los nietos, una persona muy tierna y calma. Todos teníamos una muy buena relación con él. Somos 10 nietos en total. Absolutamente, me transmitió una visión de vida. Mi abuelo nunca levantaba la voz, lo que no le parecía también lo explicaba con calma, tenía una cosa zen. Yo ya más adulto, cuando estaba saliendo del colegio y tenía conciencia de quien era él, estaba entre estudiar arquitectura o diseño, y él me dio un empujón para estudiar arte, lo que realmente me interesaba. Te ayudaba a no tener miedo con esas decisiones. Era bien explorador y te invitaba a hacerlo. Él como abuelo y su obra como arquitecto son muy similares, es la misma persona. Se enfrentaba igual al ser arquitecto, como padre y abuelo. Era una persona bien coherente. Su modo de ver la vida era siempre igual, la misma forma como era con nosotros, con la gente que trabajaba, lo que enseñaba como profesor (…) Tenía esa claridad para enfrentarse a las cosas sin prejuicios, sino que siempre con una actitud curiosa. Era importante esa apertura para alguien que se dedica a crear. Siempre, hasta que tenía 91 años. Murió perfecto, con la cabeza perfecta".

La idea del documental salió entre Gabriel y su abuelo, la idea siempre fue hacer una especie de video de su vida y su visión de la arquitectura, que estaban íntimamente ligadas. Lo empezaron a entrevistar con Ana Rodríguez, periodista y pareja del artista. Esto fue hace dos años y medio, ya.

¿Qué dirías que te dejó Germán Bannen como legado?

Me dejó un gran legado, la manera en que trato de enfrentarme al arte tiene mucho que ver con su pensamiento. No buscar lo escandaloso, sino que lo reflexivo. Pensar en el ciudadano, en cómo se mueve la gente, más que en el capitalismo tardío. Cómo habita la gente. Me dejó conciencia social, no en un discurso activista, sino que en el estar despierto y atento al otro, a pensar, hacerse preguntas. Y eso, para lo que yo me dedico, es importante, estar siempre atento y sin caer en el discurso político fácil. O lo escandaloso para llamar la atención. A no juzgar.

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