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Lo nuevo: Ambrosía: Casa nueva

Y vida nueva, claro está. El restaurante de la familia Bazán -que por 9 años estuvo en pleno centro de Santiago- se mudó, transformó y ya abrió en Vitacura. En este momento es la flama, por su cocina que está exquisita y por el lugar, una casa convertida en restaurante donde se siente relajo con estética y propuesta, además de intimidad y calidez. Una concordancia deliciosa entre lo que entra a la boca y lo que ven los ojos. Manjar de dioses como lo dice su nombre.

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Hay dos comentarios con el Ambrosía que, desde que abrió definitivamente hace un mes, ha cosechado puros piropos: que la China Bazán (hija del matrimonio que hace décadas se dedica a la banquetería) está cocinando increíble y que el lugar está bello, es decir, que hay que ir. Pero la cosa va mucho más allá. En el Ambrosía también está Rosario Onetto, la sommelier, que trabaja codo a codo con la China y que además elige vinos jugados, especiales, muchos de afuera que recomienda de manera amable, graciosa, suelta y acertada. Además se mantuvo y hasta pulió ese carácter misterioso, íntimo que tenía el antiguo restaurante del centro (al lado de La Casa Colorada a pasos de la Plaza de Armas), ahora ya provocado por el espacio donde se levanta la nueva casa. Está remodelada por UNarquitectura, oficina de Alejandro Urrutia y Juan Pablo Nazar, que junto a la también arquitecta Macarena Canales tomaron este proyecto con el principal desafío de convertir una casa en restaurante, pero que en el fondo siguiera siendo casa, que cobijara, que fuera como un testigo en silencio casual, relajado y bonito.

Había que generar tres ambientes: un comedor (que antes era un living + comedor + terraza), un bar con salón (que antes eran las piezas) y un privado espacioso donde se hacen degustaciones de la banquetería Ambrosía. El comedor principal quedó genial porque se dividió en mesas más formales y una ‘terraza invernadero’, como le llaman. “En esta casa está prohibido por norma hacer una terraza, entonces techamos la que había y pusimos ventanales con muchas plantas. Claro que lo verde es mérito de Álvaro Bazán, el padre, que se dedicó al jardín. La idea fue tener un espacio con espíritu terracístico, sin serlo. Para eso también cambiamos las sillas tapizadas de gris que hay en el comedor por otras de fierro cromado en rojo y blanco; pusimos una mesa alta y piso de Baldosas Córdova en gris y otra con diseño que retornan por una pared”, explican desde UNarquitectura.

Hubo varios retos. Uno fundamental fue la orientación, según Nazar: “Lo que hicimos fue dar un vuelco en los ingresos, los invertimos. Botamos la cocina antigua para hacer una entrada de autos y formamos un pasillo que hace que llegues a la nueva cocina por el lado. Recién ahí ves las mesas del restaurante, algo que es ideal porque mantienes y generas intimidad, mientras el que está comiendo no ve ningún auto moverse. También logramos que todas las ventanas den al jardín, por el costado una pileta con plantas, con una ‘isla para fumadores’ y, por otro, plantitas en cajas-repisas de madera que están en el invernadero”.

“Todo lo hicimos muy juntos con los Bazán -recalca Urrutia-; elegimos los colores juntos, algunos detalles. También ellos querían tener un muro de fotos familiares que decidimos dejarlo en el salón del bar, pero sobre una pared de ladrillo para marcar diferencia. Finalmente todo se comunica y se siente cercano, creo que una de las gracias del restaurante es que te sientes parte de todo, con vistas, con aire, con techos altos pero cálidos”.

Ambrosía solo abre de noche, por lo que la iluminación es fundamental. El proyecto se encargó a Opendark y el resultado son distintos ambientes con detalles preciosos. El comedor, por ejemplo, tiene 20 lámparas en suspensión con ampolletas de fantasía o el salón del bar que en su sillón pegado a la pared y las mesas en fila, ordenadas, tiene otras bellas, también en suspensión, pero con cuerpo de hierro envejecido. El jardín, por otra parte, es un camino sutilmente iluminado con focos desde las plantas y la pileta.

Así que usted véase sentado en cualquiera de los espacios esperando que llegue alguna de las maravillas que la China prepara siempre pegadísima a la estación: mollejas de cordero apanadas, con ensalada y puré de champiñones o esa poesía que es el raviole solar, una pasta fresca con ricota y yema de huevo, servido con algún rico vino mientras mira las plantas o brinda en este exquisito lugar.

Pamplona 78.
Reservas 2217 3075

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