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Promiscuidad funcional

Así como dentro de las casas los espacios evolucionan para admitir cada vez más usos, la ciudad debe evitar seguir llenándose de guetos unifuncionales. Es la opinión de la industria y los expertos.

La gente que vive en La Reina quiere quedarse en La Reina. Es una de las características de sus habitantes, que llegaron buscando un estilo de vida tranquilo, menos urbano y óptimo para crecer como familia. A la gente de La Reina le gusta moverse poco, ojalá en bicicleta, y cuenta con todos los servicios dentro de la comuna para no tener que salir mucho de ella.

Esa fue una de las observaciones que hizo la inmobiliaria Sinergia al momento de levantar el edificio Príncipe de Gales, en la calle del mismo nombre, muy cerca de Américo Vespucio. Para esta empresa es el primer proyecto de uso mixto, es decir que combina vivienda, oficinas y comercio. “Es de toda lógica esta propuesta y lo que pretende es hacer más amigable la ciudad, que la gente tenga la posibilidad de no tener separada su casa del trabajo, que ahorre tiempo, dinero y transporte”, dice Pablo Astudillo, uno de los gerentes comerciales.

A un mes de que entren los primeros propietarios a las oficinas ya pueden decir que la idea tiene buena acogida: un 20% compró también departamentos.

En la parte habitacional hay 252 departamentos de 1, 2 y 3 dormitorios con sala de estar. Aunque se trata de un solo edificio, una separación interior lo divide en la mitad y cada una con su núcleo de ascensores y solo 6 departamentos por piso. En la parte oficinas hay 179 plantas libres espacialmente orientadas al tipo de profesional que pueda trabajar en un espacio de entre 44 y 75 metros, con una o dos personas más; como abogados, psicólogos o diseñadores. Solo bajo ese sector la placa es comercial con tres locales, uno destinado a cafetería y los otros dos a servicios complementarios, como minimarket o lavandería.

“Este proyecto tiene razones comerciales como la ubicación, la cercanía con el metro; dos necesidades que detectamos. Pero también tiene que ver con sacar el mejor provecho posible a un terreno. La normativa permite construir hasta una cierta cantidad de viviendas por terreno; lo que hicimos fue construir el resto con oficinas. La gente lo ve muy práctico”, explica Felipe Riesco, también gerente comercial de Sinergia.

Felipe Vera ha sido docente en el Departamento de Diseño Urbano y Planificación de la Universidad de Harvard, hoy codirige el Centro de Ecología, Paisaje y Urbanismo en la Universidad Adolfo Ibáñez. Entre sus estudios se encuentran maestrías tanto en urbanismo como en gestión inmobiliaria, así como también especializaciones en manejos de ciudades en países en vías de desarrollo. En su opinión, la aparición de edificios con usos heterogéneos es sintomática de un cambio de modelo en los procesos de urbanización de la ciudad actual: “Si bien el modelo de urbanización horizontal y de zonificación monofuncional propia de la ciudad moderna -que fue tan defendida por urbanistas como Le Corbusier y los participantes del CIAM (Congrès Internationaux d’Architecture Moderne)- fue la base de nuestras aspiraciones urbanas en el siglo pasado, configurando la normativa de múltiples ciudades chilenas, hoy parece ser evidente que ya es un modelo obsoleto”. Según él, nos encontramos frente a la contraposición entre Atlanta y Manhattan, dos modelos paradigmáticos del siglo pasado. Hasta hace poco Santiago replicaba a Atlanta, caracterizada por la ‘suburbanización’, es decir organizada en gran medida de forma horizontal, distribuyendo en el plano usos localizados. Esto inevitablemente genera grandes traslados y disminuye la intensidad urbana tanto cultural como productiva del m² urbano. “El modelo emergente es el de una urbanización vertical o ‘superurbanización’, en la que la diferenciación de funciones ya no se da en el plano horizontal sino que en el eje vertical, complejizando las distintas capas de la ciudad mediante una promiscuidad de usos, lo que no hace otra cosa sino que intensificar el m² de suelo urbano en un proceso de democratización de la centralidad de la ciudad”, explica Vera.

“Yo diría que debemos evitar seguir el modelo norteamericano que ha marcado la pauta del crecimiento en Latinoamérica en los últimos años. Convierte al ciudadano en un esclavo del automóvil y genera un triángulo perverso con tres vértices: la gente trabaja en un sitio, vive en otros y ocupa su ocio en otro. La consecuencia son grandes cuentas de psiquiatría, la gente vive en el auto”, dice Luis Alonso, arquitecto español radicado hace un año y medio en Chile, cuya firma -Alonso Balaguer- tiene proyectos en más de diez países. Alonso nos recuerda que históricamente la ciudad ha sido promiscua funcionalmente, que todo estaba entremezclado. La gente vivía, trabajaba y compraba en sus barrios y zonas cercanas. “Deberíamos recuperar ese concepto con barrios y edificios multifuncionales. Nos llenamos la boca con la sustentabilidad, con el ahorro de energía, pero eso no se logra solo con placas solares. Los edificios han de estar el mayor número posible de horas y días en funcionamiento. No nos sirve uno que muere el viernes en la tarde hasta el lunes en la mañana”.

Mientras haya sensatez urbanística todo es compatible con todo, lo que no podemos hacer es seguir levantando guetos unifuncionales. “En España hemos convencido a la clase política y privada de que una residencia para adultos mayores es perfectamente compatible  con un hotel encima, con una área comercial y una guardería infantil. Esa es la auténtica promiscuidad funcional de la que hablo. En esta ciudad hubo un ejemplo que estaba bastante bien planificado, pero quizás  se adelantó en exceso a su época, que fue el Hotel W. Para mí es un ejemplo de por donde deberíamos ir. Barcelona ha sido la meca del urbanismo de los últimos siglos porque la clase política ha apostado muchísimo por la arquitectura como cohesionador social. La promiscuidad funcional permite eso, que creo que es uno de los grandes retos pendiente de la sociedad latinoamericana”.

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