The Mandalorian: Lo mejor de Disney Plus es una de las grandes series de la actualidad

Ante el lanzamiento del streaming en Latinoamérica, solo hay espacio para destacar a la joya galáctica de su corona, que está entre las mejores producciones episódicas que se realizan en Estados Unidos.


Cuando salió el primer episodio de The Mandalorian, en el debut del servicio de streaming Disney Plus en Estados Unidos, hubo varios puntos a favor de su propuesta que fueron valorados ampliamente en la red.

Ahí estaba su Star Wars tangible, con un notable trabajo de efectos prácticos para complementar a la magia digital. A eso se sumaba un nivel de producción sencillamente espectacular que la elevaba a la serie por sobre la mayoría de las series disponibles.

También podíamos listar al entorno de western en el que se decidió a avanzar, el cual hacía relucir a sus lugares sin Dios ni ley, o la excelente exploración del atractivo mundo de los cazarrecompensas de la galaxia, que hasta ese momento era algo que nunca tuvo mayor profundidad en las producciones live-action de la saga creada por George Lucas.

Finalmente, y como otra de las grandes claves de su éxito, no podemos eludir que la música no caía en los lugares comunes, ya que el trabajo del compositor Ludwig Göransson (Creed, Black Panther) no busca replicar a lo ya existente a partir del trabajo de John Williams. Hace lo suyo y eso es lo que Star Wars necesita ahora que la saga central llegó a su fin.

Todos esos puntos a favor previamente mencionados estaba presentes desde el primer capítulo, que dejaba como gran desafío el profundizar tanto en la mitología mandaloriana como en su personaje principal, al que lentamente le comenzaron a dar matices para no ser un mero tipo con un casco estilo Boba Fett.

Pero también habían un par de cosas que quedaban dando vueltas en esa presentación inicial. La principal inevitablemente involucraba a su llamado de nostalgia ineludible, ya que ese es un elemento que afecta a gran parte de lo que concierne a Star Wars. Lo peor es cuando se da en dosis excesivas sin mayor justificación.

Es cierto, desde el comienzo la serie incluyó nuevos diseños y criaturas, para expandir a la galaxia de una forma que no se sentía calculada como la nueva trilogía cinematográfica de Disney, hecha claramente al compás de un comité, pero igual en ese momento inicial estaba el riesgo de la evocación nostálgica que siempre genera el riesgo de achicar a la galaxia. Como cuando una joven protagonista que no es nadie termina siendo la nieta de Palpatine. Terrible.

Pero puestas las cartas sobre la mesa, The Mandalorian tuvo la habilidad de encontrar rápidamente su camino, y hacer de ello su mantra principal para instalarse como una de las mejores producciones pop episódicas. Si algo puede ponerse a la par de The Boys, esa es esta serie.

Mal que mal, The Mandalorian, a lo largo de su primera temporada y lo que lleva de la actual, gestó una propuesta con identidad propia, sin la necesidad de evocar constantemente a lo que Star Wars ya fue en la trilogía original.

Ahora, cuando la serie evoca a la nostalgia en plena segunda temporada, todo tiene relación con su propio nudo central de historia. Con una galaxia que solo puede seguir creciendo a rincones nunca antes vistos, inclusive cuando recorre planetas como Tatooine. La serie demuestra que en ese lugar también había espacio para mostrar otra cara de su “maldad y vileza”.

La pequeña gran sorpresa

Todo el plus de la serie es representado a la perfección por el final del primer episodio. Ese fue el momento que lo cambió todo.

En los momentos finales del primer episodio, el Mandaloriano descubría que el objetivo de su misión tiene “50 años” y, aunque él lo desconoce por completo, es un bebé de la raza de Yoda. Una especie tan misteriosa y rara, que no tiene un nombre en el canon de la franquicia.

Su sola presencia abrió un gran abanico de posibilidades, lo que simplemente comenzó a explotar una vez que se ratificó que la adorable criatura también era poderosa con la fuerza.

Dicho personaje encaminó a la propuesta de la serie para entregar algo reconocible, pero indudablemente nuevo. Algo que inicialmente comenzó a ser conocido como “Baby Yoda”, ya que para no pocos fans todo tiene que estar relacionado con lo ya hecho en Star Wars en el pasado, pero que de igual forma terminó demostrando que era distinto al legendario maestro jedi.

Además, la relación del Mando y el pequeño Niño no solo terminó de impulsar a los protagonistas de esta historia, especialmente cuando queda en claro la razón del interés de los remanentes del Imperio, sino que también expandió a la serie a tal punto, que ahora solo se siente lógico que su historia crezca para conectar directamente con los notables productos animados de la saga: Star Wars: The Clone Wars y Star Wars: Rebels.

Antes de terminar, tampoco puedo dejar de mencionar cómo la segunda temporada, que ya ha presentado tres episodios, ha perfeccionado la cualidad episódica, entregando pequeñas historias auto-contenidas que ayudan a avanzar de una forma llamativa a la búsqueda que actualmente está impulsando a los destinos de sus personajes centrales. Los primeros capítulos de la nueva temporada están en un nivel aún más alto que los de la primera tanda y eso no solo tiene que ver con su soberbia realización técnica.

Y todo eso es lo que más queda. En vez de recurrir a la nostalgia solo porque ahí está el dinero, el equipo encabezado por Jon Favreau y Dave Filoni, la figura clave de las series animadas en cuestión, encontró su propio camino para crear una serie de gran factura técnica y con el atractivo propio que tiene el universo de Star Wars, instalándose no solo como el mejor original de la plataforma de streaming, sino que también como una serie digna de destacarse entre lo mejor de la televisión en la actualidad.

Lo mejor de todo es que The Mandalorian también no tiene empacho para expandir a la galaxia por cuanto sea necesario. De hecho, todo tiene un gran objetivo: hacerla más grande que nunca. Y ese es el camino que necesita Star Wars.

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