Lotus y Caterham: La pureza de las emociones
<p>La industria automotriz chilena se asemeja en ocasiones a un banquete generoso. Las opciones múltiples van desde platos racionales que sacian el hambre, hasta verdaderas creaciones artísticas que satisfacen los paladares más exigentes. Pero en esta mesa diversa, reciben un sitial especial aquellos que dejan en la boca un sabor único, bocados que sacuden la […]</p>

La industria automotriz chilena se asemeja en ocasiones a un banquete generoso. Las opciones múltiples van desde platos racionales que sacian el hambre, hasta verdaderas creaciones artísticas que satisfacen los paladares más exigentes. Pero en esta mesa diversa, reciben un sitial especial aquellos que dejan en la boca un sabor único, bocados que sacuden la emocionalidad provocando sensaciones imposibles de igualar.
En este apartado se sitúan los denominados funny cars, autos creados especialmente para divertir. Son aquellos modelos que traspasan el simple objetivo del movimiento, sin llegar al extremo opuesto de la pomposidad y el lujo. Pueden ser incómodos y poco amistosos cuando situamos nuestras manos sobre el volante, pero a la vez, son los autos más puros y gratificantes de manejar, aquellos que sacan una sonrisa apenas se pisa el acelerador.
En Chile, Momo Import es el representante oficial de Lotus y Caterham, dos de las firmas más emblemáticas del mundo enfocadas en esta experiencia adrenalínica de conducción. Ambas firmas británicas tienen una historia que los une.
Lotus fue fundada en 1952 por Colin Chapman para desarrollar autos de carrera, y con el tiempo derivó a la fabricación de deportivos de peso ligero que entregan una radicalidad extrema al volante, con cifras de aceleración casi propias de un súper deportivo.
Caterham toma el nombre del barrio ubicado en el condado de Surrey y su historia está directamente relacionada con Lotus. Fue en 1957 cuando la compañía de Colin Chapman sacó al mercado el Lotus Seven, un deportivo ligero de bajo costo que fue un gran éxito, especialmente para Caterham Cars, concesionario que se transformó en el mayor distribuidor del "7" en los años 60.
Cuando Lotus anunció en 1973 que pondría fin al histórico modelo, Graham Nearn, dueño de Caterham, compró los derechos del vehículo dando vida a una marca que ya tiene medio siglo, y que en su recorrido suma asociaciones con BMW y Ford para nutrirse de motores.
Y el resultado no ha sido malo pese a que mantiene su construcción artesanal, con no más de 500 unidades al año.
Dócil y brutal
Para conocer en vivo las capacidades reales de ambas marcas, utilizamos el Centro de Manejo Avanzado de Las Vizcachas donde soltamos las amarras a los exclusivos modelos Lotus Exige S (US$ 120.000) y Caterham Seven 485 S (US$ 90.000).
El Exige S es un biplaza de motor central y tracción trasera, que hace poco recibió un renovado diseño exterior e interior, con modificaciones en los difusores, alerón, entradas de aire y con una nueva luneta trasera en lugar de la rejilla de ventilación del motor. La imagen del exige S es mucho más limpia pero igual de agresiva.

Se mueve por un motor V6 supercargado de 3.5 litros original de Toyota, que Lotus adaptó para extraerle 350 caballos y 400 Nm de par, asociado a una caja manual de seis velocidades.
Si bien mantiene el concepto ultraligero gracias al uso de materiales livianos (de hecho, sigue siendo el deportivo más ligero en este segmento de potencia), rompe la tradición de Lotus de no sobrepasar la tonelada, al marcar en la balanza 1.176 kilos. Las razones son el uso de un motor de mayor tamaño y un aumento de 253 mm en el largo y 70 mm entre los ejes.
Lo importante es que sobre la pista no modificó la esencia de lo que significa Lotus. Para empezar, las cifras de fábrica son elocuentes: 3,9 segundos para pasar de 0 a 100 km/h, con una velocidad punta de 274 km/h, todo gracias a la increíble relación de 3,36 kilos por caballos de fuerza.
Estar al mando de un vehículo así hace pasar por alto las incomodidades que se puedan encontrar en él, como el acceso al interior y lo espartano del habitáculo.
Basta con encender el motor para empezar a creer que el auto tiene vida propia. Acostumbrarse al manejo no es algo sencillo, pero de seguro muchísimos estarían dispuestos a hacer el sacrificio. Es que ciertas ayudas típicas en otros vehículos, como la dirección asistida, no están presentes, por lo que salir requiere cierto esfuerzo por la dureza del volante. Pero bastan unos segundos para comenzar a disfrutar en serio de lo brutal de su respuesta y sorprendente agilidad, lo que abre paso a cierta docilidad.
Es que la eficacia del motor se complementa con una caja deportiva que permite exigirlo a fondo sin que se amilane; por lo mismo, ir sobre las 6.000 vueltas parece su estado natural. En alta exigencia es cuando más se va sintiendo la compenetración con el auto, y a ratos parece simple de conducir. Ni hablar cuando se ingresa a una curva, donde el Lotus deja en claro que el trabajo en el chasis es su punto más brillante.
Este Exige Scuenta con el sistema electrónico Dynamic Performance Managment (DPM) con tres opciones de manejo: Touring (calle), Sport (deportivo) y Off (pista). Este dispositivo controla la respuesta de la aceleración, la apertura de las válvulas de escape, el control de tracción, la rigidez de la suspensión y la dureza de la dirección, lo que permite hacerlo más o menos amigable, aunque siempre entregando emoción al máximo.
El DPM parece un copiloto que va ayudando a manejar en cada minuto, especialmente en el modo Sport, solucionando movimientos parásitos pero permitiendo algún grado de deslizamiento, lo que transforma la experiencia de manejo en algo muy especial. Pero a no fiarse en exceso tampoco, ya que la gran potencia del Exige S puede jugar una mala pasada si es que se acelera en forma desmedida al salir de la curva, ya que al ser un vehículo liviano, es muy factible que se vaya de cola.
En el otro extremo, la opción Off se recomienda sólo a personas con mucha experiencia en pista, ya que el auto se vuelve difícil de manejar.
Sensación inigualable
El Caterham Seven 485 S parece sacado de una tienda de juguetes. Con su estilo retro, escape lateral y tomas de aire en el capot, mantiene el vivo el ADN de sus antecesores, pero ahora movido por un motor Ford de 2.0 litros que manda 240 caballos de fuerza a las ruedas traseras.
Este bloque lleva a un nivel aún más radical la deportividad de Lotus, pues acelera de 0 a 100 km/h en apenas 3,4 segundos, con una velocidad máxima de 225 km/h. ¿Cómo logra un mejor tiempo que modelos de Ferrari y Lamborghini?

La respuesta está en la construcción ultra ligera de fibra de carbono de la carrocería, que le hace exhibir en la balanza apenas 525 kilos, lo que da como resultado la menor relación peso/potencia del mercado: 2,18 kilos por caballo. Para graficar esta situación, basta soltar los seguros que sostienen el capot que cubre el motor y tomar esta pieza con sólo dos dedos. Parece una pluma.
Las comodidades simplemente se olvidaron en el interior del Caterham. Las puertas son de material flexible y se abren y cierran con unos broches a la altura del hombro. Subirse cuesta, adentro el espacio es muy reducido, y el cinturón de seguridad es un arnés que requiere esfuerzo adicional para abrocharlo.
Las dificultades no acaban ahí, ya que la posición de manejo está pegada al piso, con las piernas estiradas y los pedales pegados unos con otros; la enorme trompa que esconde el motor nos da una idea más cercana a un auto de fórmula que a uno de calle.
Luego, la entrega es absoluta. Si bien la potencia se va sintiendo apenas avanzamos unos metros, el recorrido más corto de la palanca y la dirección (tampoco es asistida) más celosa que en el Lotus nos van marcando diferencias entre ambos modelos. A su vez, un aspecto que destaca de forma similar en los dos vehículos son los frenos, capaces de soportar la llegada a velocidades muy altas a la curva sin que genere algún descalabro.
Si lo que se desea es aún más emoción, el botón Sport, ubicado también en la consola, permite dar un paso más allá al hacer más directa la respuesta del acelerador y permitir elevar el régimen de revoluciones hasta las 7.000, provocando un sonido aún más estruendoso. Y si al comienzo la sensación era de máxima deportividad, lo de ahora definitivamente debe ser lo más parecido a una competición.
Un par de minutos y la suspensión del modelo se encarga de recordarnos que no es un vehículo para uso diario. Muy rígida, permite moverse con celeridad en la pista, enfrentar curvas con confianza, pero sabiendo que las consecuencias de un asfalto sinuoso y con baches se las llevará la espalda. Un costo menor, en todo caso, para una experiencia única de manejo. La más pura y divertida que hay en el mercado automotor chileno.
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