Del "mar para Bolivia" a la derrota en La Haya: La relación de altos y bajos de Evo Morales con Chile

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El renunciado mandatario boliviano interactuó con tres presidentes chilenos. Aunque al comienzo los lazos fueron estrechos y de simpatía, los años finales de su gestión estuvieron marcados por la denuncia presentada ante la corte internacional por la aspiración marítima, que fue desechada.


La escena lo conmovió, tanto que durante años la usaba como una cita permanente para marcar lo que él denominaba como el sentimiento del pueblo chileno. Era el 10 de marzo de 2006 y cerca de 10 mil personas en un atiborrado court central del Estadio Nacional coreaban "Mar para Bolivia" ante un emocionado Evo Morales, que contemplaba los gritos en silencio. El mandatario, entonces, vivía un período de cercanía en su relación con Chile, una especie de "luna de miel".

Unos meses antes, había tenido un gesto significativo, más considerando los siempre tensos vínculos entre ambos países: un saludo conjunto por un balcón del palacio presidencial de La Paz con Ricardo Lagos, quien había volado para asistir el 22 de enero a su asunción del mando.

De hecho, la presencia de Evo en el court central también respondía a un gesto. Al día siguiente, presenciaría en Valparaíso la transmisión del mando entre Lagos y Michelle Bachelet, la primera vez que un presidente boliviano asistía a esa ceremonia.

La relación comenzaba a dar pequeños signos de mejora tras años de fuerte tensión. En 2003, el entonces presidente Gonzalo Sánchez de Losada había renunciado luego de las fuertes protestas provocadas por la intención de que se realizara la explotación de gas natural exportándolo a través de pueblos chilenos, dejando a cargo a su vicepresidente, Carlos Mesa, quien asumió pero también terminó renunciando dos años más tardes. En esas movilizaciones, Morales -quien había sido segundo en los comicios- se consolidó como el líder indiscutido de la oposición, algo que generaba inquietud en sectores chilenos por la actitud que pudiera asumir.

Sin embargo, los primeros años fueron de cercanía. A ello contribuyó un elemento en particular: la denominada "Agenda de los 13 puntos", acordada el mismo 2006 con Bachelet y que, en su acápite sexto, incluía el siempre complejo tema de la aspiración marítima boliviana. Esto permitió que durante el primer período con la mandataria se avanzara en conversaciones bilaterales, algo que Morales también esperaba mantener con el gobierno de Sebastián Piñera.

De hecho, el 10 de marzo de 2010 -exactamente cuatro años después del "Mar para Bolivia"- ambos compartirían cancha en un partido para recaudar ayuda para los damnificados del terremoto del 27 de febrero, apenas un día antes de que Bachelet hiciera la entrega del mando. Y siete meses después, haría un viaje relámpago para estar presente en el momento de la salida de Carlos Mamani, uno de los 33 mineros rescatados desde las profundidades de la mina San José en Atacama.

El cambio y la ruta a La Haya

Pero ya en ese punto los lazos se comenzaban a resquebrajar. Poco a poco, Morales acusaba "mala fe" de parte de Chile en las negociaciones, planteando que no se habían conseguido avances significativos en el tema marítimo ni con Bachelet no con Piñera. El tono y la tensión empezó a subir, así como la distancia. En La Paz se cambiaba la idea del diálogo bilateral por una apuesta más radical: presentar una demanda ante la Corte Internacional de La Haya, afirmada en la idea de que se debía forzar a una conversación con resultados dado que la diplomacia chilena había mostrado apertura a lo largo de las décadas a discutir el asunto. Algo que hasta popularizó un concepto, el de "derechos expectaticios".

La presentación de la demanda -realizada en abril de 2013- no sólo coincide casi perfectamente con la mitad de la gestión de Morales, sino que es ilustrativa para entender cómo el escenario varió. Si las relaciones con el gobierno de Piñera terminaron tensas, tampoco se mejoró bajo la segunda administración de Bachelet, que afirmó que no había nada que negociar dado que Bolivia mismo había encapsulado el tema marítimo en La Haya.

Al mismo tiempo, las encuestas mostraban permanentemente que la disposición de los chilenos a que se buscara una salida marítima descendía y se convertía en muy impopular. Incluso, Chile decidió presentar una denuncia en la corte por la situación del río Silala, que aún está en proceso. Así, con los puentes políticos mucho más frágiles, Morales volvió a la estrategia más clásica boliviana: levantar el tema en foros multilaterales con permanentes acusaciones.

Por los tiempos involucrados, fue al segundo gobierno de Sebastián Piñera al que le correspondió recibir la lectura del fallo, en octubre de 2018. Y la contundencia sorprendió: en lo medular, los jueces de La Haya resolvieron desechar los planteamientos bolivianos -contrario a la creencia extendida de que sus fallos tendían a ser "salomónicos-, exponiendo a Morales a una fuerte derrota en el frente interno.

El mandatario aún intentó un argumento de que el fallo instaba a la negociación. Pero el piso político no estaba. Algo simbólico fue que, más allá de la habitual mención del tema marítimo ante la Asamblea General de la ONU que se dio en septiembre de este año, Chile no fue un tema relevante en las últimas elecciones bolivianas. Las mismas que, oficialmente, dieron ganador a Morales y lo ungieron para continuar en un cuarto período, pero en que los resultados quedaron en entredicho y que detonaron las movilizaciones que terminaron con la salida del mandatario, 13 años y 10 meses después de su llegada al Palacio Quemado.

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