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Un cónclave dividido: Radiografía a los cardenales que elegirán al nuevo Papa

Hablar de progresistas versus conservadores es, según coinciden diversos vaticanistas, una división simplista para abordar las variables que cruzan hoy al Colegio de Cardenales. Como dice el teólogo italiano Massimo Faggioli, “la Iglesia está dividida, pero no en dos partidos”. “Las diferencias”, asegura, “dependen del tema”.

Los cardenales llegan a la Capilla Sixtina antes del inicio del cónclave en el Vaticano, el 12 de marzo de 2013. Foto: AFP -

El año 1978 es recordado como el de los tres papas, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II. La sorpresiva muerte de Albino Luciani tras sólo 33 días de pontificado forzó a realizar un segundo cónclave en menos de dos meses. Los favoritos entonces eran dos: Giovanni Benelli, arzobispo de Florencia y exsecretario del fallecido Papa Pablo VI, y el arzobispo de Génova, Giuseppe Siri. El primero tenía el apoyo de los progresistas y estaba decidido a avanzar con fuerza en los cambios del Concilio Vaticano II. El segundo era más tradicionalista y pedía abordar con prudencia la aplicación de las transformaciones surgidas del Concilio. Al final, los cardenales acabaron decantándose por una tercera opción, sorpresiva e inesperada, la del cardenal polaco Karol Wojtyla, el primer Papa no italiano en más de 400 años.

En esa ocasión el conclave se extendió por tres días y ocho votaciones. Algunos hoy recuerdan lo sucedido entonces para pronosticar lo que pueda pasar ahora al interior de la Capilla Sixtina. En 1978 los purpurados estaban divididos y el camino para salir del impasse fue hallar un nombre que aunara posiciones entre progresistas y conservadores. Así, al final, una figura que rejuveneciera la Iglesia -Karol Wojtyla tenía sólo 58 años entonces-, que estuviera comprometido con el Concilio -en el que participó activamente-, pero que a la vez mostrara una formación doctrinaria férrea fue la opción elegida. Más allá de los paralelos, hoy las variables que atraviesan a los cardenales electores son más diversas y complejas. Van desde el poder del Vaticano sobre los episcopados locales hasta la posición ante temas valóricos o el papel de la colegialidad en el gobierno de la Iglesia.

El factor “bergogliano”

El Papa Francisco creó a 108 de los 133 cardenales que ingresarán a la Capilla Sixtina. Pero decir que eso asegura un cónclave rápido, donde la visión de la Iglesia de Bergoglio se imponga, resulta demasiado simplista. “Francisco creó muchísimos cardenales, pero son muy distintos entre ellos, entonces es posible que haya un grupo bergogliano que logre imponerse, pero eso no es para nada seguro”, sostiene el teólogo e historiador italiano Massimo Faggiolo, autor de The Legacy and Limits of Vatican II in an Age of Crisis (El legado y los límites del Vaticano II en una era de crisis). Según él, la Iglesia “está dividida, pero no en dos partidos, las diferencias dependen del tema”. Un cardenal o un obispo de África o de Asia, dice, “es progresista en temas de justicia social o medioambiente, pero mucho menos en la cuestión de la mujer o la homosexualidad”.

Los cardenales asisten a la celebración de las Segundas Vísperas en la Basílica de Santa María la Mayor, donde se encuentra la tumba del difunto Papa Francisco, en Roma, el 27 de abril de 2025. Foto: AFP ALBERTO PIZZOLI

El mejor ejemplo de ello es el arzobispo congoleño Fridolin Ambongo, creado cardenal por el Papa Francisco en 2019 e incluso incorporado luego al Consejo de Cardenales, donde participó también el cardenal Francisco Javier Errázuriz. “Como capuchino, Ambongo tiene fama de ser un pastor fuerte, cercano a la gente y sensible a los problemas y luchas cotidianas a los que se enfrenta la gente corriente”, escribía el vaticanista John Allen en un reciente perfil del prelado africano, y por ello, “ciertamente gozó de los favores del Papa Francisco”. Sin embargo, encarnó también la voz más firme contra Fiducia Supplicans, el documento con el que el Pontífice argentino favoreció las bendiciones a parejas homosexuales. El texto, que recibió duras críticas de los sectores conservadores, pasó a ser letra muerta en el continente africano.

Conservadores vs. progresistas

La voz más reconocida de los cardenales conservadores que ingresarán al cónclave es la del prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Gerhard Muller. Durante los últimos años del pontificado de Bergoglio fue un abierto crítico a muchas de sus medidas y a su forma de dirigir la Iglesia. “El catolicismo no consiste en obedecer ciegamente al Papa, sino en respetar las Sagradas Escrituras, la tradición y la doctrina de la Iglesia”, dijo en vísperas del funeral de Francisco. Y en una entrevista al diario español El País criticó cierto populismo del Papa argentino. “Se tiene que decir la verdad también cuando algunos no quieren escucharla”, dijo. Muller es un claro ejemplo de la diversidad de cardenales creados por Bergoglio. El Papa argentino le impuso el birrete púrpura en su primer consistorio, en febrero de 2014. Sin embargo, en estos días en Roma ha insistido en que la Iglesia Católica necesita un Papa “ortodoxo”. “La cuestión no es entre conservadores y liberales, sino entre ortodoxia y herejía”, aseguró. A Muller se han sumado varias voces estos días, como la del cardenal italiano Beniamino Stella, quien no podrá entrar al cónclave por su edad, pero lanzó duras críticas a Francisco en las congregaciones generales. Lo acusó de romper “la tradición milenaria de la Iglesia” y de “imponer sus propias ideas”.

Vista de los capelos de los cardenales en la Capilla Sixtina antes del inicio del cónclave en el Vaticano, el 12 de marzo de 2013. Foto: AFP -

A las divisiones entre progresismo social y conservadurismo valórico u ortodoxia doctrinaria se suman también divisiones geográficas y relativas al rol de la Santa Sede en el gobierno de la Iglesia. Desde su llegada al papado, en marzo de 2013, el Papa Francisco fue un fuerte crítico de la Curia. En septiembre de ese mismo año, en un diálogo con el fundador del diario La Repubblica de Roma, Eugenio Scalfari, aseguró que la corte papal, en referencia a la curia, era “la lepra del papado”. Insistió, además, que la curia “cuida los intereses del Vaticano, que todavía en gran parte son intereses temporales”, y “tiene una visión vaticanocéntrica que descuida el mundo a su alrededor”. “Yo haré todo para cambiarlo”, sentenció en ese diálogo. Un par de meses después volvió a arremeter contra la curia, cuestionando el “carrerismo” de ciertos miembros del Vaticano.

Curiales vs. periféricos

Como escribe el vaticanista del diario La Repubblica Iacopo Scaramuzzi, la pregunta que recorre en parte el Colegio de Cardenales es si después de “la limpieza de Francisco y 12 años de terremoto bergogliano, ¿no habrá llegado el momento de un candidato curial?”. En esa lista aparece en primer lugar el secretario de Estado, Pietro Parolin, un hombre del establishment, con una larga carrera diplomática en el Vaticano, que ocupó el segundo puesto en importancia en la estructura de poder de la Santa Sede durante casi todo el periodo de Francisco. En ese mismo grupo aparece también el cardenal Fernando Filoni, exprefecto de la Congregación para la Evangelización y actual gran maestro de la orden ecuestre del Santo Sepulcro. Tanto Parolin como Filoni son vistos como moderados, hábiles diplomáticos, pero sin experiencia pastoral.

El secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, pone cenizas en la cabeza de un cardenal durante una misa el Miércoles de Ceniza en Roma, el 2 de marzo de 2022. Foto: Archivo REMO CASILLI

Detrás de la candidatura de Parolin, según escribió la vaticanista del diario La Nación de Buenos Aires, Elisabetta Piqué, estaría el propio cardenal Beniamino Stella, quien pese a su dura intervención contra Francisco en las congregaciones generales, donde cuestionó no sólo su estilo personalista, sino también el “desorden y confusión” de su pontificado, vería en Parolin la mejor carta para calmar los ánimos, con un papado “moderado y diplomático”.

Además de la vertiente curial del colegio cardenalicio, aparece también el contraste entre los representantes de una Iglesia más periférica y los provenientes de Europa o incluso más específicamente de Italia. En muchos casos el factor geográfico se contrapone a los temas valóricos o sociales. Por un lado, entre los europeístas y más centralistas aparece el cardenal Péter Erdő, primado de Hungría, el candidato ideal, según John Allen, “para aquellos que quieren reconducir la Iglesia hacia una dirección más convencional”. Pero también surgen los nombres del cardenal sueco Anders Arborelius, carmelita, de familia luterana, convertido al catolicismo, con un fuerte compromiso en el tema de la protección de los migrantes y en la idea de una Iglesia sinodal, pero firme en su oposición a la ordenación de mujeres y al fin del celibato.

El cardenal italiano y enviado especial del Papa, Matteo Zuppi, asiste a una reunión con el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, en Kiev, el 6 de junio de 2023. Foto: Archivo UKRAINIAN PRESIDENTIAL PRESS SER

Las divisiones de los papables

Las divisiones anteriores cruzan toda la lista de papables. La elección del favorito del Papa Francisco, el arzobispo de Boloña, Matteo Zuppi, representaría el retorno del papado a Italia y a un representante de la Iglesia europea, sin embargo, sería una señal de continuidad en el progresismo valórico y social de Bergoglio. Zuppi es partidario del celibato opcional y de la bendición a parejas homosexuales, entre otros temas. Un caso similar al del cardenal maltés Mario Grech, secretario general del sínodo y un hombre considerado progresista. Distinto es el caso del patriarca de Jerusalén Pierbattista Pizzaballa, visto como más tradicionalista en las formas y que, si bien es italiano, ha pasado gran parte de su vida sacerdotal en Medio Oriente. Por ello, es ajeno a las disputas de la curia y podría recoger el apoyo de cardenales de zonas periféricas o que enfrentan conflictos, mientras que el cardenal filipino Luis Antonio Tagle podría ser considerado periférico por su origen, sus más de seis años como prefecto del dicasterio para la Evangelización lo convierten en un hombre de curia, aunque muy afín a la línea de Jorge Mario Bergoglio. Sin embargo, los serios problemas de gestión de Cáritas Internacional, mientras él fue presidente de esa organización, entre 2015 y 2022, han puesto en duda sus capacidades administrativas, un tema que podría ser clave, considerando el complejo escenario económico del Vaticano que describieron los cardenales en las congregaciones generales.

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